No sabemos cuál es. Desconocemos el camino con el que
compara. No podemos opinar. Esto no es una pintada, sino que se halla en una
pared -desconchada sí-, pero las letras son azulejos con cada una de ellas
individualizada. El autor de este mensaje (o autora, quién sabe) tiene claro que ha logrado una
forma de llegar antes. Tampoco sabemos a dónde. Ni el origen del recorrido, ni
su destino final. Presumimos, también, la alegría que le embarga. Porque si no hubiera alborozo, tampoco cabría interés alguno en
comunicarlo. Ese ahorro en tiempo es, según su creador, una buena noticia. Y tan
permanente, que hasta considera perentorio proclamarlo sin pudor, y de un modo duradero. Aunque la
pared donde se ubique no hable bien de la propiedad, ni de su limpieza, ni de
lo estable de su estructura. Pero ahí queda. En cualquier caso, el atajo se asocia a ahorro de
tiempo y de esfuerzo a la hora de llegar a algún punto o momento
concretos. Y es aquí cuando, uno puede torcer el gesto, desaprobando esas prisas porque, rememorando, se nos aparece de nuevo el Principito, diciéndonos que él, si dispusiera de cinco
minutos más, los ocuparía caminando tranquilamente hasta una fuente. Sin atajos, ni ahorros, ni prisas.
En Córdoba (Andalucía, España)
Diciembre, 2016 ----- Nikon D500
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