Siento profunda admiración por los peregrinos. No toda su actividad me la promueve por igual, pero siempre que veo alguno, en solitario, en parejas o en grupos, mi simpatía está con ellos.
De los peregrinos admiro casi todo: su decisión de realizar algo durante un determinado número de días, y llevarlo a cabo sin desmayo; su determinación y constancia en realizar la peregrinación correspondiente (por lo general, el Camino de Santiago); el arrojo y el tesón en lanzarse al camino, sabiendo que quien regrese no será el mismo que quien partió; la solidaridad entre ellos, cuando sucede cualquier inconveniente o desgracia; la alegría que transmiten siempre a su paso; su intercambio de sabiduría por esfuerzo; su valentía para echarse a andar. No admiro, en cambio, sus motivaciones, cuando son religiosas, aunque las respeto igualmente.
De los peregrinos, admiro casi todo. Lo cual no implica que yo quiera emularlos lo más mínimo. Vamos, que yo turista, sí, siempre. Viajero, a veces. Peregrino, nunca.
Monumento al peregrino (Burgos, Castilla y León, España)
Mayo, 2016 ----- Nikon D300
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