La originalidad no debe ser algo que nos obsesione, pero es
algo sin lo que difícilmente una vida puede ser considerada humana en su más
alto grado. No debemos buscarla de continuo, pero sin ella, sentimos que
carecemos de algo que sin saber qué es, su falta nos atenaza y nos agobia en
grado extremo. Solemos criticar que nuestras vidas son el ejemplo perfecto de rutina,
cuando no de monotonía paralizante, pero no nos percatamos de que con pequeños
gestos, que acaso no sean del todo originales, pero sí distintos a lo que
hacemos todos los días, tal vez podríamos contribuir a que ese día pasase a ser
algo diferente, e incluso memorable. Veamos un ejemplo.
Una excursión por la costa de Llanes en autocaravana. Él conduce (entre otras cosas). Ella cocina (entre otras cosas). Los dos fotografían. Por lo común lo cocinado es fotografiado en el interior, en condiciones de luz suaves y con fondos que no perturben los
manjares correspondientes. De súbíto, una sensación común: “me apetece una tortilla de patatas”,
“a mí también”. Idea sugerente de ella: “pero podría hacerla rellena de morcilla,
que me traje a última hora”. Sorpresa de él: “¿morcilla?”. Reafirmación de
ella: “claro, ¿por qué no?; seguro que combinan bien”. Aceptación de él. Al término
de su elaboración, y con los aromas penetrando hasta el último rincón del
reducido espacio caravanero, queda la cuestión de la foto. Idea sugerente de
él: “¿y si en vez de hacerla dentro, la hacemos con el magnífico paisaje de
fuera?”. Rápida aceptación de ella. El resultado queda ahí arriba. Desde
entonces, la deliciosa tortilla rellena de morcilla quedó asociada a ese sábado
nublado en la playa de Barro, a esa foto inhabitual, y a la satisfacción de que ese día no
fue uno más, sino algo distinto, memorable.
Playa de Barro,
Llanes (Asturias, España)
Octubre, 2016 -----
Nikon, d300
1 comentario:
Qué ricaaaaaaaaaaaaa!! si la tuviera cerca, madre mía!!
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