He titulado esta imagen con la palabra “querencia”. Sí, como suena. Luego, pienso que habrá personas a quienes la asociación resultante les haga gracia. También, quienes no le vean sentido alguno. O les resulte indiferente. O les parezca de mal gusto. Respetables, todas las opciones, siempre que no se crucen insultos navajeros aprovechando la situación. Pero a quienes les parezca contra natura, inverosímil, inencajable, repugnante, y otros calificativos que huelgo mencionar, les recomendaría que hicieran un cursillo rápido de empatía, de esos que permiten vivir mejor sin juzgar a los demás, aprovechándose uno a sí mismo, dejando que los demás amen, quieran o sientan como les vengan en gana, siempre que no se metan directamente con quienes puedan observarles. Porque si nos ofende el amor bajo cualquiera de sus modalidades, es que en realidad carecemos de él, y si no lo poseemos, tal vez la envidia -y acaso la maldad- no se hallen lejos de arruinarnos la vida. Por esto, la necesidad de esas enseñanzas. Y, si tal cursillo no se hallare entre sus prioridades, apetencias o posibilidades económicas, existe una solución muy fácil y asequible, sin costo: mirar para otro lado, dejando hacer, dejando pasar. No estamos obligados a que nos guste cómo se aman los demás, pero sí lo estamos a permitir que cada uno ame y sea amado como sepa, quiera o pueda, siempre que se dé en un contexto de legalidad razonable -no toda ley se fundamenta en la razón- y exista consentimiento mutuo de ambas partes. Y punto.
Inmediaciones de Isla Pancha, en Ribadeo (Lugo, Galicia, España)
Mayo, 2015 ----- Panasonic Lumix G6
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