Las manos son las culpables, las hacedoras, las
protagonistas eternas de todo cuanto hacemos. No deciden por sí mismas, pero
intervienen siempre, fieles sicarias de la mente ordenadora. Son nuestro enlace
principal con el mundo. Fueron quienes, en combinación con una posición bípeda
y un cerebro hipertrofiado, nos hicieron como somos, los reyes de la creación,
los máximos exponentes de la destrucción. Son quienes nos capacitan para
reconocer lo que ante nosotros se nos muestra, para recoger, sopesar,
acariciar, golpear, asir, limpiar, pulir. Pueden servir de cuenco de agua o de
portadoras del arma que aniquile; pueden ayudar a alguien a librarse de un río
rebelde o un mar embravecido, o despeñar a alguien al vacío. Valen para todo. Son
culpables, pero son inocentes. Son lo que queramos que sean, mientras aún nos
sirvan.
Monumento al poeta Ibn Zaydun y su enamorada la princesa Valada (Córdoba, Andalucía, España)
Diciembre, 2016 ----- Nikon D500
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