sábado, 19 de mayo de 2018

DISTANCIAS DE PEREGRINO


Son distancias kilométricas. Ignoro si han sido medidas en línea recta -es probable- o son referencias de tortuoso camino real. En cualquier caso, sobre todo las de Roma y Jerusalén, resultan gigantescas para cualquier mente que las intente asumir en su cabeza, una vez repuesta del asombro de encontrarse semejante indicador al lado ¡del Canal de Castilla! a su paso por Frómista. En comparación, las distancias a las dos localidades de peregrinaje más famosas de nuestro país (con el permiso de la Virgen del Rocío y la de Caravaca de la Cruz), parecen pequeñas. Pero, aun así, si uno se las imagina recorridas a pie, la mente empieza a calibrar gestos raros y a sentirse perdida por la falta de referencia.

El peregrinaje comenzó siendo una actividad religiosa, que suponía un viaje físico y un viaje mental, hacia uno de los puntos considerados santos por la religión que se profesara. En el caso del Islam resulta obligatorio (es uno de sus cinco pilares básicos, aunque sólo si se dispone de medios económicos suficientes) en el caso de La Meca; también la ciudad natal de Mahoma, Medina, además de Jerusalén, ciudad que comparte sacralidad con las otras dos religiones monoteístas. En el caso cristiano no hay obligación preceptiva, pero sí se considera un mérito a sumar a lo largo de una vida piadosa y observante de las normas: Roma y Santiago de Compostela, serían sus destinos más sobresalientes, sin olvidar tampoco los lugares santos de Palestina. Los judíos disponen de sus propios lugares, que no pueden competir en dimensiones -salvo la mencionada Jerusalén-, pero sí en intensidad asumida desde dentro de su propia creencia.

El peregrinaje se inició como actividad religiosa que buscaba expiación, méritos, purificación, conocimiento, mortificación. Hoy, algo de ello queda. Pero, más que nada, hoy el peregrinaje tiene mucho de negocio del que salen beneficiadas muchas personas, empresas e instituciones. No objetamos nada. Sólo lo contemplamos como lo que es. Cada uno invierte su tiempo en lo que le parece más rentable, apetecible o sugerente. Y si en su ejecución sufre para expiar, disfruta con la belleza y la recompensa de los logros, conoce mejor al ser humano y a sí mismo, y crece como persona, nadie puede oponer nada. Y si para su desarrollo es necesario el concurso de empresas de servicios diversos, que obtienen beneficios jugosos por ello, y a mayores amplían el número de personas trabajando, ¿quién puede argüir nada en contra? Y si determinadas instituciones publicitan sus logros, amplían sus contactos, agrandan sus arcas y refuerzan sus influencias y esferas de poder, ¿podría alguien reprochárselo? Bueno, sobre este punto cabría mucho que comentar, dependiendo del uso público que se hiciera de dichos beneficios, y suponga la creación de un huerto donde robar a espuertas; o dependiendo de si la institución es política o religiosa o civil sin ánimo de lucro: ahí la cosa dependería de la coherencia con que se enfocase el asunto. Pero en esto, seguro, ya habría mucha más polémica con que abonar las sobremesas. Y seguro que quien me lea, me está entendiendo.

Frómista (Palencia, Castilla y León, España)
Mayo, 2018 ----- Nikon D500

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