A nadie se le oculta que la lluvia en Sevilla es una maravilla, pero cuando en esta ciudad luce el sol (lo que sucede la mayor parte del año) y no hace un calor inhumano (lo que puede suceder en invierno y en algunos días de primavera o de otoño), la maravilla se multiplica, porque la pureza de esos cielos intensos aliada con un patrimonio arquitectónico extraordinario, puede generar sensaciones deliciosas, como en pocos lugares se logra alcanzar.
Yo, por mis particulares aversiones ante los calores excesivos, voy conociendo el sur y el Mediterráneo, a base de vacaciones navideñas y en algunos casos semanasenteras. Por el verano, no se me ocurriría acercarme a estos lugares, pues podría morir en el intento, como casi ocurre un año que fui a Cádiz en julio. Pero 2018 comenzó sevillano, y con tiempo espléndido. Y así, el sur se va viniendo al norte, poco a poco, en forma de recuerdos, en forma de fotos, y con algunas palabras escritas tiempo después.
Plaza de España (Sevilla, Andalucía, España)
Enero, 2018 ----- Nikon D500
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