¿Quién habla de estrés? ¿Quién, de agobios multitudinarios? Todo
se puede resolver usando la inteligencia, y eligiendo lo que mejor convenga, o
lo que menos daños produzca. El problema es cuánto la usamos y cómo elegimos,
si de verdad lo hacemos.
La mujer de la imagen ha escogido el apartamiento de los
demás, en un día de intensidad veraniega de tantos como hemos tenido (y
tenemos). El inabarcable mar, el poderoso granito, el tojo y una bruma que crecerá conforme avance el
día, nos hablan de una zona atlántica. Podría ser Galicia, pero es la Bretaña
francesa, que es lo mismo, pero a mayor latitud y con diferentes lenguas. El sol
lo inunda todo y baña la piel tanto como calienta las rocas. En uno de los
finisterres europeos, la punta de Raz, una mujer ha preferido estar a gusto
consigo misma, y no agobiarse con amigos, familiares, obligaciones. Ha aparcado
con mimo su bicicleta, que le ha servido para desplazarse desde donde fuera hasta
llegar a un punto desde el que sólo se ve mar por todas partes, menos por una,
que para eso se trata de un cabo. La acompañan una ropa ligera, y elementos playeros
o de baño, sin que vaya a chapuzarse, dada la altura imponente de los
acantilados de la zona. Ha elegido un rincón apartado, dentro de lo apartado
del lugar, protegida del viento por una formación rocosa de la zona.
Y lee. Sosteniendo el libro sobre sus muslos, sumergida en
la acción, el pensamiento o la simple información (¿quién sabe?). Abstraída de todo,
regalada por los elementos, acariciada por el sol, la brisa y el salitre,
inmersa en las páginas de un libro, y en todo ese contexto ¿duda alguien de que
esté feliz?
En la Punta de Raz (Finisterre, Bretaña, Francia)
Julio, 2015 ----- Nikon D5200
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