Apartarse unos días, y dejar que todo fluya alrededor. Sentarse
y contemplar cómo todo transcurre sin que nada cambie, o apenas se perciba. Asistir
atónito a otra muestra más de nuestra estulticia política, derivada a lo social.
Dejar que la frustración se dore a fuego lento mientas se comprueba que, a
pesar de sentirse fallido, se está en el camino correcto. Y seguir adelante. Sin
decir nada más. Porque la estupidez no es explicable. A lo sumo, se la puede
describir, si bien tampoco resulta práctico. No hay que confrontarla, hay que
vadearla, mostrar otras alternativas que la detengan en seco en su intento de
rodearnos y monopolizarnos. Muchos son los trabajos que la vida nos procura. Todos
nos debilitan, si dejamos que dirijan nuestro rumbo; pero todos ellos nos hacen
más fuertes, si se saben asimilar del modo correcto. Y si no somos por ello más
poderosos, al menos deberíamos ofrecer más resistencia ante el siguiente
episodio de insania, imbecilidad, desgracia, agresión o similar. Resistir.
Continuar. Crecer. Ésa es la consigna.
domingo, 12 de noviembre de 2017
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