Esto que vemos podría tener cierto humor, siempre que quien
observe no tenga nada que ver con la propiedad del vehículo. Porque la cosa
tiene su guasa. También, su mala leche. Pero, por sorpresivo que nos resulte,
lo primero que nos suscita la imagen es la sonrisa, cuando no la risa más
maliciosa. Pero, si descendemos un poco más, la cosa se las trae.
Pensemos en el dueño (o dueña) de la bicicleta en cuestión. Cuando
llegara, tal vez al trabajo, tal vez a hacer un recado, tal vez a visitar a su
pareja, tal vez yendo de compras o al centro donde estudiara (¿quién sabe?),
realizaría el gesto mecánico de abrir el candado protector (!) y cerrarlo
alrededor de la zona más segura (!) que no se podría llevar nadie sin serrar el
metal (lo cual se intuye difícil en plena calle, pero no imposible). Como siempre
que llevara a cabo ese gesto, no prevería nada raro, sino que se trata de algo
que habría hecho siempre, y es muy probable que nunca antes hubiera tenido un
percance previo. Pero esta vez sí que sucedió algo. Mucho, a nuestro entender.
Para empezar, digamos que esta foto está sacada en un barrio
céntrico de una ciudad española mediana. Céntrico; no periférico ni suburbial. Y
con mucha visibilidad; es decir, no en un callejón escondido. No sabemos si el
vandalismo se produjo a plena luz del día, pero tampoco nos extrañaría
demasiado enterarnos de que así hubiera sido. Sigamos analizando los restos del
latrocinio, que son muy escasos. Escasos, porque de una bicicleta que fue sólo
han dejado el cuadro, los platos, los pedales y la horquilla delantera. Pocos restos,
aunque suficientes para identificar lo que antes fue y ya ha dejado de ser. Del
resto de la bicicleta primigenia, ha desaparecido todo aquello que se pudiera, con
cierta maña, desenganchar o desatornillar de un modo rápido. Podría parecer que
quienes perpetraron el robo eran profesionales.
Ha de advertirse que se han llevado hasta
la cadena, cuyo desenganche de los platos centrales suponemos más
problemático que desanclar tan sólo las ruedas. Pero, sí, todo lo demás falta. Hasta el
sillín y el manillar. Imaginamos, pues, que si así procedieron, sería porque
dichas piezas se podrían vender con facilidad a compradores amantes de las
gangas.
De modo que no robaron la bicicleta entera, pero de ella sólo queda su nombre y el chasis. Y el candado. Del que suponemos que ni
siquiera se molestaron en manipular, ya que levantar las otras piezas llevaría a los delincuentes menos tiempo
que intentar abrirlo. O sea, que el robo está realizado por profesionales
chapuceros, poco expertos en limpieza, y sí en robos a lo bruto. Y es ahora, viendo
los restos de su acción, cuando ya nos reímos menos. O, más probablemente, nos
cabreamos mucho. Porque la siguiente víctima podría ser cualquiera de nosotros.
En La Coruña (Galicia, España)
Octubre, 2016 ----- iPhone 6 Plus
No hay comentarios:
Publicar un comentario