En esta imagen, pasa como en la vida: por lo general nos dejamos impresionar por el brillo, pero lo importante está oculto, o se esconde en un primer vistazo. Es una imagen muy habitual en cualquier parque, jardín o bulevar. Después de la lluvia, sobre los setos, se aprecian las hojas mojadas, pero, si se va mirando con atención, a cada poco surge una constelación de gotitas que parecen suspendidas en el aire. Por lo común son gotitas (a veces son de rocío, no sólo lluvia reciente) que se adhieren a las finas telas de araña que, de otro modo, pasarían desapercibidas. En esto, el agua gasta una mala pasada a la araña, que quiere pasar inadvertida. Aun así, en un primer rastreo no se la localiza, pero está. Siempre está. Pero su inmovilidad y su capacidad de camuflaje obran a su favor y logran que no nos fijemos. A no ser que se tenga tiempo, ganas y una cierta práctica. Entonces sí, aparece. Diminuta, al acecho, aguardando. Sólo hay que tener paciencia. Ganas de ver y no sólo de mirar. Algo que hoy no abunda. Por eso no la vemos sino cuando ya es demasiado tarde. Por eso la realidad nos supera casi siempre.
Tela de araña en un arbusto en Argentat (Corrèze, Limousin, Francia)
Agosto, 2014 ----- Panasonic Lumix G6
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