La cruz siempre fue símbolo de horror y sufrimiento. Antaño significó uno de los instrumentos de tortura más crueles, de infausta fama, pues tal suplicio sufrieron miles de humanos en la Antigüedad, incluido quien fundó la penúltima religión monoteísta. También hoy, según pude apreciar en la catedral de Noto, donde vi expuestas dos. Nada tendría de extraño, tratándose de un templo católico, donde las cruces abundan por doquier. Lo sorprendente fue que estaban compuestas por los tablones desvencijados de una embarcación que transportó inmigrantes desde Libia hasta las costas italianas. Con dichos restos, ensamblados por unos tubos de hierro, el profesor Elia li Gioi, realizó en 2016 esos dos ejemplares, "per raccontare il viaggio, il dolore e la speranza", aunque yo añadiría también la vergüenza. Me pareció digno por mi parte dejar constancia de dicha obra, para que no sólo quienes visiten esa catedral puedan hacerse eco de lo que pretende denunciar.
Catedral de S. Nicolò, en Noto (Sicilia, Italia)
Abril, 2018 ----- Nikon D500
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