En principio, todo se reduce a mirar a lo alto y tratar de comprender el sentido de tanta línea curva convergente en determinados puntos, e intentar asimilar cómo fue posible que en tiempos tan remotos y tan carentes de todo cuanto ahora se nos antoja imprescindible, se concibieran primero y se ejecutaran después, estructuras cubiertas tan asombrosas. Pasará poco tiempo hasta que se descubra que dichos intentos son vanos. No se comprenderá nada y se asimilará aún menos. Al final, únicamente podremos admirar la belleza abstracta o espiritual del conjunto, agradecer que tales creaciones hayan llegado hasta nuestros días, y refugiarnos con humildad en la conciencia de que hoy podríamos hacer cosas más imponentes, más grandes, más altas, más ingrávidas, pero no más hermosas.
Catedral de Limoges (Limousin, Nueva Aquitania, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D500
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