Resulta obvio que tener dinero proporciona mayores posibilidades en los diferentes ámbitos de la existencia. Pero tampoco nadie debería dudar que aprovechar las oportunidades que la vida brinda tiene que ver con el cerebro y no con el dinero. Hay muchas situaciones que se podrían definir como teselas de felicidad, en un mosaico siempre inacabado, pero al que añadir pequeñas piezas cada cierto tiempo otorga la ilusión de que se está viviendo y no sólo sobreviviendo, que es a lo que está abocada una gran mayoría de los mortales. Hay muchas situaciones que nada tienen que ver con el dinero, y sí con la sensibilidad, con la capacidad de captar belleza, de enlazar datos, de observar rasgos sorprendentes donde los demás no ven nada. Esas veces van acumulando instantes mágicos que ni siquiera se recuerdan después, pero que construyen la vida, haciéndola plena o tan sólo menos terrible.
Obsérvese esta imagen. Es un crepúsculo muy cromático. Sucedió de repente. Era una día brumoso, pero al caer la tarde, parte de la neblina se deshizo y se dividió en capas, que al ser atravesadas por la luz agonizante del sol, nos fue mostrando un panorama maravilloso al que muchos parecían indiferentes, pero que a mí me impactó de un modo extraordinario. Son llamaradas que parecen movidas por una mente consciente. Líneas y colores que se entremezclan a gran velocidad para componer un espectáculo espléndido. Fascinante. Y que no supuso ningún coste. Lo que enlaza con lo que decía al inicio. Ese momento tan hermoso edificó un poquito más mi vida e hizo mis cimientos más sólidos para seguir aguantando la obligación de existir. Que gracias a la foto que tomé pueda recordarlo ahora, y revivirlo, es sólo una cuestión puramente anecdótica.
Monte de S. Pedro desde la playa de Riazor (La Coruña, Galicia, España)
Septiembre, 2015 ----- iPhone 6 Plus
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