miércoles, 10 de abril de 2019

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (26)

Pregunta 48

Si pudiera optar por cualquier persona del mundo, ¿a quién querría invitar a cenar? ¿A quién desearía como amigo íntimo? ¿Y como pareja?

Una cena es algo muy hermoso, pero no supone una sensación única o un planteamiento rígido o previsible, sino que puede presentar connotaciones de muy diversa índole. Una cena puede ser un preámbulo para una noche de amor o de sexo o de ambas cosas a la vez. También puede ser una forma de intercambiar noticias, narrar un poco cómo ha discurrido la vida de uno en los últimos tiempos, ponerse al día en información personal y actualizar los sentimientos amistosos, que no deben ser desdeñados en absoluto, por mucha pareja de que se disponga. Por otro lado, también puede ser un modo de charlar hasta el infinito de la vida, del amor, de la muerte y de la literatura y del cine y del universo y de los recuerdos compartidos y de tantas y tantas cosas. Como se ve, una cena puede cobrar muchas formas y adquirir significados muy distintos dependiendo de quién, de cuándo, de cómo y de por qué.

Tendría dificultades para responder a la primera. En principio, me daría igual que fuera cualquiera de las posibilidades que apunto, aunque si se optara por una modalidad que implicara recuerdos o transcurso en común, preferiría que fuese alguien que sea amigo mío, independiente del sexo que ostente. En el primer caso, para una velada de amor y sexo, tendría que ser alguien de quien pudiera estar enamorado y eso reduciría mucho las candidatas, sobre todo porque no las conozco y tal vez me resultara complicado distinguirlas entre el universo femenino mundial. Para una velada inteligente que terminara en sexo, es probable que eligiera a Charo López, que ha sido una de las mujeres que más han excitado mi sensualidad en la pantalla. Si se tratase de hablar sobre todo lo divino y lo humano sin entrar en honduras físicas, me pondría en graves dificultades tener que elegir entre muchos candidatos, la mayoría literatos (Vicent, Monterroso, Ana María Matute, entre los vivos; entre los muertos, la tarea sería verdaderamente ardua, pero Yourcenar, Rilke, Zweig, Borges o Voltaire, entre otros muchos, serían claros finalistas. De entre mis amigos profundos, con los que el acto gastronómico de cenar y beber se aleara con una conversación exquisita y prolongada, escogería a algunos y algunas que yo me sé, aunque me quedaría la duda si de forma individual o de forma colectiva. Duda que se resolvería por la primera opción, casi con toda seguridad.

Por lo que respecta a las dos últimas cuestiones, más dudas. Sobre la intimidad que puede procurar la amistad, tengo mis dudas sobre si se puede escoger a alguien para tal “ocupación”. Más bien creo que tal circunstancia va surgiendo, precisamente sin haberse planificado, como una lenta e imperceptible marea que no captas visualmente pero que poco a poco lo va anegando todo. Pero si chasqueando los dedos pudiera lograrse dicha circunstancia y, a la vez, incrustar en mi memoria la dosis de cariño y recuerdos compartidos que son inherentes a toda amistad íntima, me decantaría por cualquiera de los que apuntaba para poder hablar de cualquier cosa (Vicent, Matute, etc.), pues, a fin de cuentas, ¿qué es la amistad sino compartición de tiempo y palabra, sobre todo de palabra? Y como pareja, no tendría ni pajolera idea ni de cuándo, ni de quién.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron elaborados entre 1998 y 1999

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