lunes, 11 de febrero de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (36)

De mis tiempos de estudiante en Madrid podría escribir tantas cosas, que aburriría. Pero el objetivo de estos Hitos es mostrar los momentos clave que a mi juicio han supuesto experiencias, momentos o volantazos lo suficientemente importantes como para que mi vida cambiara en buena medida. Por eso, de las dificultades para acomodar mi timidez congénita, mis escaseces monetarias y mi particular carácter, con el férreo y prioritario objetivo de lograr el mejor expediente académico posible y la nueva realidad de inquilino novato de un hostalito madrileño en pensión completa, hay que pasar necesariamente, si no parecería un lágrimas convicto y confeso.

En cambio, hubo algo esos primeros meses de novedades absolutas y casi diarias que tuvo una importancia capital para mi devenir intelectual. Fue en una de mis múltiples incursiones por las bibliotecas de que disponía por la zona donde vivía (barrio de Tetuán, cerca de Bravo Murillo). En una de ellas, mientras fatigaba sus catálogos de fichas en busca de referencias para las diferentes asignaturas, di con un libro -no sé bien cómo- de cuyo desconocido autor (Sébastian Faure) nada sabía, pero con un título impactante que me noqueó: Doce pruebas de la inexistencia de Dios. Como no estaba disponible para préstamo, fui a la sala donde se hallaba. Abrirlo y comenzarlo a leer fue una epifanía. Allí estaba todo cuanto había estado demandando durante años. Y ya no paré hasta que me hice con él en propiedad, pocos días después.

Quienes no hayan seguido estos Hitos con regularidad, acaso quieran informarse de mi problemática religiosa, desde mi ferviente creencia infantil (Hitos, 5), las dudas iniciales y ruptura definitiva con la religión católica (Hitos, 18), hasta las primeras lecturas teóricas (Hitos, 19). Pero, para resumirlo, yo caminaba adecuadamente hacia un ateísmo militante de progresiva radicalidad. Pero... El problema es que no encontraba las obras o las justificaciones teóricas que me acabaran de “rematar”. No se piense por ello que la labor había sido reciente. Para quien se lee El Anticristo de Nietsche con 16 años, o Por qué no soy cristiano, de Russell, con poco más, no era ningún problema acceder a obras sobre ateología (aunque de aquélla no se había escrito la famosa obra de Michel Onfray). Pero lo que me satisfacían desde unos puntos de vista, se me acababa escapando por su falta de sistematización. Total, que yo necesitaba algo que me lo dejase no sólo bien claro, sino que pudiera “estudiarlo”, para poder exponerlo con soltura en mis tertulias y debates y poder derrotar dialécticamente a mis oponentes, sobre todo, algunos oponentes del Opus, con quienes me las hube y me las traje.

Y, de repente, aparece la obrita de Sébastian Faure, que ni siquiera era un pensador original (por eso quizá fuese tan didáctico y tan claro), sino un divulgador anarquista francés, que sistematizó en este librito justo lo que yo precisaba para ordenar con solidez argumentos, ilaciones, silogismos y razonamientos lógicos con los que contrarrestar los muy documentados teístas de mis compañeros opusinos, o sólo conservadores. El panfleto fue escrito probablemente a principios del XX -no hay certeza absoluta-, pero tiene una modernidad estructural que lo hace actualísimo. En ese libro, yo veía cómo el autor desmontaba las incoherencias de los razonamientos religiosos cuando intentaban justificar la existencia de Dios usando la razón. Y empleándola él mismo llevada al extremo de la lógica pura, conduce su escrito a una crítica demoledora que paladeé con infinita satisfacción. Varias veces. Mi dialéctica cobró nuevos bríos, y mi propia concepción del concepto “dios” se tornó más clara, delimitada y sin flecos. 

La primera edición que poseí de aquel libro, de la editorial Akal (¡cómo no!) todavía obra en mi poder; destrozado, abierto, subrayado, acuchillado, deshojado, manchado, etc. Una  hermosa edición en tapa dura muy posterior, de la editorial La Máscara,  con el título algo cambiado: Doce pruebas que demuestran la no existencia de Dios, y una portada con un detalle del Saturno devorando a sus hijos de Rubens, figura en lugar de honor entre mis “selectos de tapa dura”, a mis espaldas, protegiéndome en mi escritorio.

viernes, 8 de febrero de 2019

ANTE TODO, MUCHA CALMA


Paciencia, Fermín, paciencia. Piensa que la vida es una sucesión de trágalas y que a ella se viene a sufrir y a sufrir, que no en vano le llaman el valle de lágrimas. No debes tomarlo todo por la tremenda. Piensa que las cosas a veces se juntan de una manera que nadie controla, y que por algo se dice que a perro flaco todo le son pulgas. Templanza, Fermín, templanza. Has de entender que los hijos son, justamente eso, hijos: seres dependientes, pero independientes y que no pertenecen a tu generación, y que un embarazo más o menos, en los tiempos que corren, es natural y, si me apuras, necesario. Morigera tus impulsos, Fermín, y maneja suavemente la espada. Por otro lado, ya has oído hablar de las tribus urbanas; es como lo de los hippyes, los rockers, los mods, los punkies; sólo que ahora el padre eres tú, que eres también quien paga y corre con los gastos de vestuario y atrezzo. Moderación, Fermín, que los movimientos no dejen vislumbrar tu ira. Piensa que los matrimonios hoy no son para siempre -nunca lo fueron-, que al fin y al cabo es una situación contractual sometida a las leyes de la oferta, la demanda y el desgaste, sometida, pues a las reglas de revisión temporal reglamentarias. Es cierto que unos cuernos son unos cuernos, y que duelen más si es tu primo quien te los pone, pero de ese modo todo queda en casa, y los trapos sucios no salen demasiado lejos a relucir. Mucho tiento, Fermín, que la espada no corte el aire con violencia, sino que lo acaricie en su trayectoria. Además, hazte cargo de que lo de la oficina es siempre lo de siempre: una secretaria que te traiciona con el jefe del sindicato, un jefe que te hincha hasta las venas, una máquina de café que no funciona mientras sigue robándote, un recorte presupuestario cuando peor van las cosas, un apagón de los ordenadores centrales y un borrado técnico de la información de las bases de datos. Pero ya se dijo que se habría de ganar el pan con el sudor propio. Por lo que la prudencia se debería imponer siempre, hijo mío. O casi, porque anda, que esa llamada cancelándote la hipoteca, la factura telefónica de varios ceros y que para colmo os hayan apeado de la final de petanca, más lo de la Champions... La verdad, hijo, bien pensado, afila la espada, Fermín, afílala bien, y adelante con todo. Eso sí, hagas lo que hagas, hijo, ante todo, mucha calma.

Robado en La Coruña (Galicia, España)
Julio, 2003 ----- Konica Minolta dImage 5

miércoles, 6 de febrero de 2019

COSAS QUE ME SACAN DE QUICIO (II)

1. Que los criminales de más grande espectro (Vladimir Putin, Donald Trump, Xi Jinping) sean quienes gobiernen el mundo
2. Constatar que para dominar el mundo hace falta ser muy criminal (o dejar que los verdaderos criminales te compren)
3. Las emisoras centro-derechistas, derechistas o ultraderechistas que llevan en sus respectivos vehículos los conductores de taxi. Eso, cuando no llevan el “partido de la jornada” a todo volumen
4. El desorden, en cualquier circunstancia, lugar, residencia privada o pública
5. La venal facilidad con que los críticos de las secciones de cultura y los suplementos literarios hablan de “obras maestras” y “obras revelación”
6. Las modas que las redes sociales expanden como el humo, la pólvora, la cizaña, y que “obligan” a sus usuarios a incurrir en lo solicitado (y comprobar el número de personas que pican)
7. Que los partidos políticos se hayan convertido en empresas para dar empleo a sus afiliados y simpatizantes, donde no cuenten las ideas sino la obediencia suprema, que es lo que hace medrar
8. Que en la educación se haya ido olvidado el concepto “excelencia”, y que la igualdad se realice por lo bajo, y no por lo alto
9. Los programas del corazón o de cotilleo grueso, tipo Sálvame o Gran Hermano (o los que haya ahora)
10. La obsolescencia programada de los aparatos electrónicos, informáticos, ofimáticos y, a este paso, hasta los puramente mecánicos

Por si se quiere consultar COSAS QUE ME SACAN DE QUICIO (I)

martes, 5 de febrero de 2019

PERSPECTIVA DEL CABALLITO DE MAR



Me miran tanto, que ya no sé qué pensar. Me miran, ladean la cabeza, acercan sus miembros, tocan el cristal. ¿Qué se imaginarán desde ahí dentro? Son tan extraños, los humanos, siempre en grupo, siempre distintos, por oleadas; nunca están de uno en uno. ¿Cómo podrán vivir así, sin pasar nunca dos veces por el mismo sitio? Pero me resulta tan gracioso que me miren de esa forma, como si se sorprendieran de verme. Claro, a lo mejor no saben quién soy, ni por qué les miro con cierta pena, porque es que me dan lástima, los pobres, siempre encerrados ahí, tras el cristal, sin poder respirar este agua rica y limpia. Sí, va a ser seguramente eso, que no saben quién soy ni cómo me llamo, pero me da que no lo van a saber nunca, porque se lo digo todos los días varias veces, y ninguno me contesta. Se limitan a hacerme muecas y a mirarme, y a ladear la cabeza, y a tocar el cristal. Lo cierto es que la cautividad vuelve muy graciosos a los humanos.

Casa de los Peces (La Coruña, Galicia, España)
Septiembre, 2002 ----- Konica Minolta Z7

sábado, 2 de febrero de 2019

NI FRÍO NI CALOR (BAJADA DE NIVEL DE EXIGENCIA CRÍTICA)

Decía el preclaro Ignacio Echevarría en un "reciente" artículo (El Cultural, 28-IX-2019), que "estamos acostumbrados a que el cero sea el valor numérico neutro, por encima y por debajo del cual las cosas que medimos se cuentan positiva o negativamente, en un sentido o en otro".

"Se diría (...) que se viene rebajando de modo cada vez más galopante el grado a partir del cual un libro es juzgado como bueno, incluso excelente. (...) y el consenso en torno a esos títulos termina siendo tan unánime que se traduce, por acumulación (pues el fenómeno no deja de repetirse), en una regraduación más o menos implícita de toda la escala de valoración".

En definitiva, se trata de hablar de lo que se entiende por un gran libro, por literatura con mayúsculas.

Palabras como "imprescindible", "seminal" o "imperecedero"; o expresiones como "clásico desde el inicio", "llamado a marcar tendencia" o "referencial en su género", son utilizadas de continuo por los críticos que hoy pueblan las revistas de lectura y los suplementos culturales de los periódicos patrios. Y sin arrobo alguno, ni el menor pudor, ni la menor continencia. De tal modo que si hiciéramos caso a cada crítica libresca calificada con buena puntuación, tendríamos una biblioteca de clásicos de varios miles anuales. Sólo en España. Esto es ridículo, por descontado.

La categoría de clásico la otorga el tiempo, y una particular habilidad (de la que nadie tiene la fórmula exacta) para encajar la calidad de la obra con la aceptación mayoritaria por parte del público lector, alianza mágica que se renueva generación tras generación, que lo acepta una y otra vez, variando las lecturas e interpretaciones, que tienden en los buenos casos al infinito. Por ello, los críticos no pueden saber casi nunca cuándo una obra será clásica, cuándo se convertirá en imprescindible para entender un período o la evolución de un género o la de cualquier escritor.

La labor de los críticos debería ser menos mercenaria (todos sabemos que muchos de ellos escriben al dictado de sus jefes editoriales, o al menos inducidos a decir buenas cosas de las editoriales que inyectan una buena cantidad de dinero en publicidad, imprescindible siempre, pero más en los tiempos actuales, que corren en sentido contrario al que hasta ahora han llevado). Debería ser menos mercenaria, sí. Pero también debería estar más preparada de lo que lo está. Tengo para mí que estos escribanos de suplemento deben ser los pastores que iluminen las dudas de quienes leemos para elegir entre tanta novedad editorial, da muchas veces la impresión de que más que luz ofrecen tinieblas, porque cada uno tira en la dirección que le viene dada desde lo alto. Y más que claridad, uno ve una niebla difusa donde la abundancia de títulos es un mar imposible de surcar. Asimismo, nos gustaría que además de ser buenos guías, la mayoría aprendiera a ser más humilde en sus predicciones, aunque solo fuera para que la hemeroteca no les abofetee, a poco que se la consulte.Caben excepciones en esta labor, por descontado. Profesionales hay que ejercen su magisterio y de todos son reconocidos. Pero son la minoría.

Aunque también es preciso añadir que no toda la culpa es suya, quede claro. Hoy día el concepto de calidad está cambiando a golpe de tuit "democrático", y la idea de excelencia no pasa por sus mejores tiempos tras dos décadas de bajada de niveles educativos. A mayores, los casi 90.000 títulos diferentes de nueva edición el año 2018 no deja posibilidad alguna a que ningún crítico pueda seleccionar lo mejor, ni llevando a cabo lecturas cuánticas a la velocidad de la luz. Se edita demasiado. Demasiado. Demasiado, sí. Aunque ¿quién puede ponerle puertas al campo, teniendo en cuenta la crisis del sector? Ahora bien, entre tanta abundancia de títulos, que muchos críticos se arroguen la petulancia del hallazgo de la próxima obra maestra del milenio... Me recuerda la misma cantilena del deporte: mañana, el partido del siglo, pasado, el del milenio, mañana el de la Historia; y después ¿qué?

viernes, 1 de febrero de 2019

DIFERENTES PREOCUPACIONES



No sé por qué pasa de mí, por qué no me ve, si no paro de hacerle regalos (...sí, sí, tú vende, coño, que esa empresa está por bajar...), como por ejemplo en la fiesta de Andrea, el otro sábado, no paré de endulzarle la oreja (...que ya te dije que me lo notificó el contacto que tengo en Bruselas...), que si me encantaba su moto, que si la carrera del otro fin de semana había estado genial (...10.000 títulos, de momento... sí, joder, ¿no te lo acabo de decir?, que está cantado, sí...), pero el muy gili, igual que hace en clase, venga a tontear con la Cristinita de marras, que es que no la puedo soportar, con esa voz de pito (...venga, no te hagas el interesante conmigo, que tengo otras tres llamadas que hacer, tú, lo que te digo...), pero se va a enterar, porque esa pija no se va a llevar en un mes lo que a mí me ha costado curso y medio (...y también le dices a la chica que esta tarde en el hotel de siempre, pero que sólo dispondré de una hora...), antes le araño la cara, le destrozo el estuche, le pateo el móvil....

jueves, 31 de enero de 2019

AUTOBIOGRAFÍA (OBLIGADA) -MICRORRELATO-

Me nacieron contra mi parecer a mediados del siglo XX; me oponía a salir, pero un obstetra con fórceps zanjó mi resistencia. Fui un niño enfermizo, por lo que los diversos episodios de fiebre, cuarentenas e incluso dos operaciones graves, marcaron mi infancia. En aquella época, no podía decidir nada: ni la alimentación, ni la vestimenta, ni la diversión, pues los libros que me ofrecían, además de los prescriptivos de texto, eran los que mi abuela elegía por mí. Como era obediente a la par que sumiso, casi siempre obtenía buenas calificaciones. Acabado el bachillerato, la dilatada trayectoria jurídica de mi familia obró el prodigio de encaminar mis pasos hacia el Derecho. Pero, como siempre fui débil de carácter, no me opuse a recibirme de abogado, transcurridos los cinco años correspondientes, más la pasantía, con mi tío, el fiscal. Enseguida mi vida quedó organizada en un excelente bufete y con una excelente mujer, que me recomendó mi prima, jueza de primera instancia. La boda la organizó mi ilusionada madre, que también eligió el nombre de nuestros tres hijos, que crecieron bajo la atenta mirada de mi esposa, que velaba por el bienestar de todos, incluido yo, por lo que todo quedaba bajo su jurisdicción. La palabra “todo” comprendía también la naturaleza de mis diversiones y ocasionales vicios, y hasta la elección sobre los destinos vacacionales, el modelo de auto familiar, y, por supuesto, la urbanización donde nos construyeron el chalé. Mi vida ha transcurrido, como se puede imaginar con facilidad, entre la comodidad y la realización personal completa. Y ahora, cuando ya peino canas, hago balance y rememoro, comprendo que ha llegado el momento de quitarse de enmedio, pues nada más resta por hacer. Había decidido llevarlo a cabo de un modo algo original, pinchándome en diversas partes del cuerpo con un abrecartas impregnado en curare. Pero mi amigo el farmacéutico me desaconsejó el método, por extravagante y lento, y me facilitó la cantidad precisa de arsénico para proceder en consecuencia, lo que aceleraría el proceso a cambio de algunas convulsiones violentas. No convencido del todo, cuando le planteé mis objeciones a otro de mis mejores amigos, me las disolvió de un plumazo; no sin antes recomendarme con insistencia la redacción de una breve autobiografía, como corolario final de mucha mayor elegancia. Y aquí queda.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

miércoles, 30 de enero de 2019

MANIOBRA DE ATERRIZAJE




Y sin avisar, con la pericia adquirida en tantas horas de vuelo, sin que nada lo anticipe, ni ruido alguno la delate, inicia la maniobra para posarse en el tejado que le servirá de atalaya apenas unos instantes, mientras otea el panorama, intuye posibilidades, escucha lo que le rodea. Todo con suavidad, girando el cuerpo silencioso, grácil, con esa perfecta armonía que da la experiencia de haberse leído de una sentada, cuando polluelo, aquella obra que dignificó a su especie para siempre: Juan Salvador Gaviota.

En Cudillero (Asturias, España)
Abril 2005 ----- Nikon D100

martes, 29 de enero de 2019

ESCRIBIENDO, DE NOCHE, HACE AÑOS, COMO AYER MISMO

Leo, leo. Docenas de entrevistas pasan ante mis ojos y revueltos por mis dedos, años después de haber sido seleccionadas y guardadas. Es uno de mis modos de suplir mi “carencia de interlocutores válidos”, tantas veces aludida. Sin embargo, si no supiera que ese tipo de actividad podrá —podrá— tener alguna concreción material, algún objeto a un plazo más o menos largo, es muy posible que yo no desarrollase esa tarea. 

Ahora, de noche, siento dos músicas en el exterior, una música interna y una música de esferas futuras.

En el exterior, la lluvia me avisa de su virulencia en los cristales e intenta distraerme de las sensaciones que me produce la audición del adagietto de la 5ª de Mahler, sin conseguirlo sino sólo parcial y momentáneamente. (Para siempre, esta música irá unida a Visconti y a Bogarde en la versión cinematográfica de Muerte en Venecia. De modo imperecedero, mi espalda se contrae al ritmo cansino, ascendente de una de las melodías más hermosas que se hayan podido componer, y cuya feliz asociación con una de las obras literarias más hermosas —también— y terribles que se hayan escrito nunca.)

En el interior, unas notas de índole agridulce. El ordenador marca ya buena parte de mis pulsos diarios, pero su ausencia no me tiene maniatado, ni mucho menos. Aprovecho para inmiscuirme en pulsiones distintas de mi contradictorio yo, cuya inestabilidad sorprendería a más de uno y de dos si la pudieran comprobar por sí mismos.

En el futuro, unas esferas de curva imperfecta a simple vista, de prodigiosas tonalidades en una segunda aproximación, de atractivo suficiente a través de la distancia como para ejercer de reclamo natural hacia el que tender mi transcurso, sin aspavientos o prisa alguna, tan sólo prosiguiendo la marcha sin pausa que la dilatase en exceso con riesgo de que el interés se evapore y todo lo demás entre en crisis estructural o existencial.

Entre medias, yo aguardo.

En el diario Escorzos de penumbra, entrada de 4 de Marzo de 1999

lunes, 28 de enero de 2019

CHICA CON PERRITO



Bajaba por la Praza da Liberdade. Sus movimientos no eran corrientes. Se desplazaba con grandes pasos, impropios de quien pasea simplemente, o de quien anda con tranquilidad, máxime siendo mujer. Eran movimientos erráticos, casi en zig-zag. No parecía loca, pero tampoco parecía muy cuerda. Pero eso no trae sustancia a la historia. Lo que sí lo da era la relación con su perro, a quien seguía con la mirada, tirando con suavidad de la correa, cuando se alejaba un tanto, diciéndole palabras suaves. El perro la miraba de vez en cuando con unción. Ella no pronunció una palabra en todo el rato, aunque a veces sonreía tímidamente. Él no ladró en ningún momento, ni produjo más sonido que el de sus patas recorriendo el suelo. Por un momento, me despisté. Otros motivos atrajeron mi atención. Cuando los volví a enfocar, se encontraban en un banco. Ella, vestida con sorprendente elegancia, sostenía sobre su regazo al perrillo, que, muy quieto, parecía vigilar todo cuanto los rodeaba. Ella, con la cabeza baja, sin hablar nunca, ni siquiera susurrarle algo de cerca, no dejaba de acariciar su lomo, lo que parecía encantar al animal. Eran unas caricias largas, sentidas, intensas. Me transmitieron tanto, capté tanto cuanto les unía, que no pude menos que sentirme partícipe de aquel enlace. Y de hacerle una fotografía robada para dar constancia de ello a quienes no les baste sólo con las palabras... y para ayuda -algún día- de mi propia memoria.

Mujer con perrito, en un banco de la Praza da Liberdade (Oporto, Portugal)
Enero, 2013 ----- Panasonic Lumix G3

sábado, 26 de enero de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (35)

A cualquiera con dos dedos de frente y escaso sentido patriótico o localista, León se le queda irremediablemente pequeño enseguida. Ya el hecho de que me coincidiera la fundación de la universidad con el inicio de mi carrera fue un hecho penoso con el que hube de cargar tres años, aunque eso sólo lo supe tiempo después, cuando pude comparar con otra institución, otra facultad, otros profesores. Pero cuando estaba en 3º, yo comprendí que en León sólo podría estudiar Historia general, cuando yo deseaba una especialidad, en concretel el mundo contemporáneo. Por ello, hube de plantearme primero a mí mismo la posibilidad de efectuar esa rama de la Historia. Una vez asumido que en mi carrera, sólo se podía lograr algo si destacabas con claridad, y acepté el reto que me suponía cambiar mi vida, el siguiente paso era plantearlo a mis padres. Eso ya fue otro cantar.

De primera mano, mi madre planteó serias objeciones: económicas, umbilicales, egoístas. En aquella no sobraba el dinero en casa, y mi hermano aún no trabajaba, por lo que la aventura de “estudiar fuera” se planteaba peliaguda, cuando no inviable. Por otro lado, mi vinculación emocional con mi madre era alta, pues de aquélla era su único apoyo en casa, con un hermano en plena adolescencia salvaje y un padre que se desentendía de demasiadas cosas. Por último, mi madre no comprendía que para estudiar lo que me gustaba hubiera de hacerlo fuera. O lo comprendía, pero le fastidiaba todo lo que iba a perder con ello.

En segundo lugar, mi padre, parco en comunicación como siempre, preguntó los porqués y los cómos. Yo los expliqué de todas las formas posibles. Y teniendo en cuenta que yo había elegido mi carrera, en franca oposición al Derecho que habría preferido él, esperaba que ahora pudiera desquitarse, limitando mis posibilidades de expansión. La verdad es que lo habría tenido fácil, pues ya digo que sólo con la cuestión económica podría haber justificado una negativa de lo más razonable. Pero, no. Ésa fue la primera gran sorpresa (la segunda la sabría tiempo después, cuando tuvo que tomar un empleo para las tardes, para compensar los gastos del "exiliado"). No sé cómo lo decidió ni cuándo, pero dio su consentimiento. Y a mi madre ya no le quedaron argumentos ni fuerzas (estaba en una etapa muy delicada, muy depresiva, sufriendo mucho por muchas causas), como para oponerse frontalmente, lo que en otras circunstancias podría haber sucedido, y yo me habría quedado en León y sin especialidad.

Admitida por la magistratura gerente -con reservas- mi matriculación en otra universidad, había que decidir cuál. Eché tres instancias, por orden de interés. La Complutense y la Autónoma (Madrid), y la de Valladolid. El plan de estudios que menos me gustaba era el pucelano, pero también era la ciudad que más cerca estaba, y eso siguió pesando hasta muy al final. Y allá por mayo del 1983, en vísperas de un tardío y ya casi irrelevante estupendo expediente académico en ese curso último en León, contestaron las universidades. La Complutense denegó el traslado, pues no admitía en esa facultad a gente que no hubiera realizado el COU en Madrid. Las dos restantes contestaron afirmativamente.

Me decidí por la Autónoma de Madrid (y mis padres acabaron aceptándolo, al final) por varias razones. La primera, el prestigio de dicha entidad (iba a recibir clase de D. Miguel Artola, nada menos, y yo quería recibir la mejor enseñanza posible). Luego intervinieron otros aspectos. Huir de León lo más lejos que fuera posible resultó casi una necesidad, teniendo en cuenta lo que estaba sucediendo en mi familia por aquel entonces, haciendo gala del más absoluto egoísmo que me caracteriza. El atractivo cultural del Madrid de la Movida era absoluto y con un potencial incontestable, con el añadido que en aquella época del socialismo de los inicios, todos los museos estatales eran gratuitos. La posibilidad de “volar” del nido familiar, y desenvolverme por mí mismo sin el control paterno, se mostraba como muy tentadora. Y la excitación propia de cualquier cambio de etapa, que si bien convivía con las zozobras, era más poderosa que los miedos. Todo ello junto concluyó con mi matriculación en la Facultad de Historia de Universidad Autónoma de Madrid, en la especialidad de Hª Moderna y Contemporánea de España, 4º curso. Hacia allí dirigí mis pasos el curso 1983-84. Era octubre. Había cumplido 20 años hacía 5 meses justos.

viernes, 25 de enero de 2019

HOMBRE INVISIBLE


Ahí lo tienen. Agazapado. Oculto. Tal vez pensando en su hipoteca, tal vez añorando un poco más de abrigo, acaso sudando y deseando tomarse un buen trago fresco. Pero de momento, ahí se encuentra, en mitad de la calle bien flanqueado de transeúntes sorprendidos que, una vez identificado el truco, se sonríen y pasan de largo, o tras arrojar algunas monedas, quizá con foto mediante, claro.

Pero el hombre invisible en lo que realmente piensa es en que tuvo tiempos mejores, en los que incluso su caso interesaba a los literatos y a los productores de cine. Aunque los tiempos lo mejoran todo, también estropean muchas cosas, o casi todo, piensa él, embutido falsamente en un traje de ejecutivo con que embaucar a la concurrencia. Humillado, vencido, pero superviviente de otra época, se adapta, se transforma en lo que ahora pueda permitirle un remedo de modo de vida. Mientras piensa en cómo escapar, en cómo disolverse sin que  le vean. Mientras piensa en cómo parecer invisible, siéndolo.

Robado en Vigo (Pontevedra, Galicia,España)
Mayo 2009 ——- Panasonic Lumix g6


jueves, 24 de enero de 2019

REESTRUCTURANDO PARA GANAR ESPACIO

Como buen neurótico de los "cuántos", los "cómos", los "cuándos" y los "porqués", voy acumulando uno a uno los volúmenes que, leídos o inconclusos, van pasando por mis manos cada año. Luego, cuando llega enero, paso todos esos títulos a una lista que será incluida en una carpeta que lleva ya unos algunas décadas de antigüedad. Hecho eso, toca reubicar dichos libros en sus correspondientes anaqueles para que queden perfectamente localizables, consultables, acariciables, etc.

Pero dicha tarea no está exenta de problemas, que cada año se incrementan. Sí, lo habéis adivinado: el espacio. El saber no ocupará lugar, pero los libros, las revistas, las carpetas de apuntes y de materiales sí. ¡Y de qué modo!. Por eso, los meses de enero suelen ser épocas de reestructuración de los diferentes espacios de mi piso que, no se os ocultará, está muy mediatizado por las implicaciones derivadas de mis dos ocupaciones favoritas: mi biblioteca y la "habitación de las fotos". No hablo de la habitación de los libros, porque no hay pieza de mi vivienda donde no haya ninguno, incluidos los dos cuartos de baño. Por eso hablo de la "biblioteca". Y ésta, año a año y kilo a kilo, sigue aumentando. Y el espacio no pare ni se expande como el universo. Ya quisiera yo, ya, que la relatividad que descubriera Einstein se pudiera aplicar a mis anaqueles. Pero, no, no. Nada de eso. Por eso, en enero, toca hacer cábalas de dónde esto, dónde eso, si tiro esto o si lo conservo, si cambio eso o lo subo al trastero, y otras disquisiciones muy irrelevantes ahora.

Pues bien, el año pasado no pude reestructurar nada, por diversas circunstancias que no vienen al caso. Pero éste sí, aprovechando la baja laboral que me ha procurado mi maltrecha espalda. Y aunque lo he ido haciendo de a poquito, pues no podía forzar los movimientos, al final lo he podido concluir. Los resultados han sido espectaculares. 

Pero a cambio de poder ver bastantes huecos donde ubicar futuras adquisiciones, y de racionalizar aún más dónde se encuentra cada elemento, he tenido que tirar unas cuantas cosas, reubicar varias más, regalar otras, y lamentar no poder usar ya bastantes otras. De ese modo, por mis manos han pasado apuntes de hace años, docenas de cintas de cassette que no sé por razón habían quedado al fondo de un armario, cientos de diapositivas de cuando hacía fotografía analógica (de las de clase y también personales -algunas de las cuales ya habían sido escaneadas con anterioridad), libros de los que ya poseo copia en tapa dura para mi "SELECCIÓN MAGNA", carteles, posters, acumulaciones y una nutrida miscelánea de basuras variadas. Fui comprobando, en definitiva, cómo se iban en muchas bolsas de basura, cientos -por no hablar de miles- de horas de trabajo autodidacta, tenaz y entusiasta; cómo desaparecían de mi vida muchos momentos clave de mi existencia reciente; cómo se llenaban mis ojos de agua cada poco, lo que ralentizaba mi tarea más que el cuidado puesto en no realizar movimientos extraños con mi espalda. Pero, bueno. Sé que no será la última vez que esto suceda en mi vida. Aunque sí que ha sido la que ha adquirido mayores proporciones de los últimos tiempos, y cuyas deleitosas consecuencias espero empezar a disfrutar de inmediato. Espero.

miércoles, 23 de enero de 2019

UN GUARDIÁN DEL HARÉN MUY CURIOSO


El animal que se halla en primer término era el custodio de un harén gallináceo en un pueblo de Toledo. Se supone que sus funciones, además de las copuladoras y generatrices, tienen que ver con el cuidado y la protección de su elenco (14 gallinas a su cargo, que pululaban por un corral casi a pie de calle, de unos 50 m2). Ello debería implicar luchar contra los intrusos, atacantes o curiosos, fueran quienes fuesen. Se supone. Debería. Pero, no. O al menos, no me quedó tan claro en aquel momento.

Cuando me acerqué a la endeble valla que separaba la calle del corral, el mismo gallo que aquí vemos en claro contraste cromático con dos de sus protegidas, no osó enfrentarse a mi avance en ningún momento -como ya me sucedió otras veces-. Sólo retrocedió unos pasos lentamente, y  mantuvo la posición, desde la que no dejó de observarme en ningún momento, pues su curiosidad resultó superior a la obligación de defensa de su serrallo. Como mi interés en hacerle alguna foto decente era muy superior a mi propia curiosidad sobre su comportamiento algo anómalo, me quedé sin saber qué habría hecho de haber proseguido mi avance. Por ello, su curiosidad quedó en el mismo punto que la mía. Él sólo vio un humano abrigadísimo con prendas negras al que algo negro le tapaba la cara y que a veces reflejaba destellos de luz. Yo únicamente llegué a ver de verdad a este trío protagonista y al conjunto  más desordenado de aves, a quienes también fotografié. Pero de esas imágenes no se ha podido salvar ni una.

En Guadamur (Toledo, Castilla-La Mancha, España)
Diciembre, 2018 ----- Nikon D500

domingo, 20 de enero de 2019

PESAR POR LA BIBLIOTECA

Me encantan las estanterías de las bibliotecas, pero también me frustran, al igual que lo hacen las librerías, incluso las de internet. Hay algo que tiende a producir angustia en el hecho de estar rodeados de todos esos pensamientos y voces distintos que nos recuerdan que, por mucho que vivamos, nunca conseguiremos leer ni una ínfima parte de los libros que ya existen, por no hablar de los cientos de nuevos volúmenes que se publican cada día. La sola idea de pensarlo puede resultar agotadora y deprimente; me recuerda que cada uno de mis pensamientos, cada combinación inusual de ideas que me viene a la mente, por sesgadas o particulares que éstas, ya han sido pensadas, sentidas, expresadas, publicadas y analizadas en otro lugar y tiempo y, por supuesto, de una manera mucho más elocuente de la que yo jamás seré capaz de ofrecer.

Sí, ya sé que podría haberlo escrito yo. Hasta las comas. Pero se le ocurrió antes a Mikita Brottman. Lo leí hace unos años en su obra Contra la lectura, editada por Blackie Books en 2017, en su página 69. Hoy sólo dejo aquí constancia -respetuosa- de ello.

sábado, 19 de enero de 2019

APARIENCIA, SÓLO APARIENCIA


Cuando vi a aquellos cisnes negros, lo primero que me llamó la atención fue el brillo del sol sobre su plumaje y el contraste que prendió entre ambos. Luego, absorto en sus evoluciones, comprobé que nunca nadaban juntos, que iban por lugares distintos, y sólo ocasionalmente llegaban a acercarse cuando confluían en el centro. No podía saber cuál era su género, aunque he de reconocer que el morbo de un posible encuentro me demoró en exceso en el estanque. Una vez, en el mismo centro que aproximaba sus recorridos, se detuvieron uno frente al otro, y sus cuellos subieron y bajaron dos o tres veces, casi al unísono, lo cual se me antojó una especie de cortejo o, al menos, un saludo amistoso. Después, hundieron en el agua al mismo tiempo esos largos cuellos con sus cabezas; en mi ingenuidad, llegué a imaginar un largo beso subacuático y que sus formas al unirse semejarían un corazón. Y, sí, durante un segundo, al salir, formaron dicho corazón, pero de seguido, mientras cada uno tiraba de una parte de la bolsa de plástico, la violencia se adueñó del estanque, y sus bellas formas se transformaron en plumas rotas, carnes desgarradas y aguas sucias teñidas de sangre. Al llegar a casa, anoté dos apuntes nuevos en mi diario: uno sobre mi irredento romanticismo; otro, sobre etología aplicada al ser humano. Con el primero logré mejor prosa; con el segundo, más credibilidad.

Parque de Ferrera (Avilés (Asturias, España)
Julio, 2004 ----- Nikon D100

viernes, 18 de enero de 2019

MI PALABRERÍO CANALLA (41)

DESVARÍO: El que tú me produjiste, cielo, ¿te acuerdas? ¿No? ¡Qué lástima! ¿Sí? Menos mal, ya pensaba que sólo había sido un sueño.
DETERMINISMO: Mentalidad que entiende que el poder divino es tan enorme que incluso determina o prefigura lo que cada uno va a hacer a lo largo de la vida, por lo que la libertad (v.) o el libre albedrío (v.) serían meras aguas de borrajas. Lo fascinante del caso es que quienes creían en esto no se suicidaban de inmediato, lo cual movía a sospechas de insuficiente coherencia.
DEVALUACIÓN: Medida financiera macroeconónmica que se toma para intentar que los demás paguen las ineptitudes o los monumentales desfalcos de sus gobiernos respectivos; consiste en dictaminar la pérdida de valor de la moneda propia, con el señuelo de que así se exportará más y los dineros afluirán como por vía de encantamiento, lo cual es creído por la gente.
DÍA: Porción de horas consideradas suficientes como para agotarse, aburrirse o desesperarse (en la fase denominada vigilia) y recuperar fuerzas para continuar haciendo lo mismo (en la fase denominada como sueño).
DIABLO: Ideólogo del mal que ante la falta de prosélitos hubo de reconvertirse en amante nocherniego, de gran reputación e inagotable resistencia, logrando así mucho éxito entre determinadas mujeres y algunos hombres. 
DIÁLOGO: Maravilloso descubrimiento griego que se ha venido degradando con lentitud ineluctable a través de los tiempos. Hoy su influencia ha decaído mucho, merced a la influencia del fútbol, la televisión, la internet y otras drogas tendentes al soliloquio.
DIAMANTE: Disfraz curiosísimo del elemento más proteico, o sea, el carbono, que se presenta con unas características morfológicas muy  interesantes que no suelen interesar a quienes los poseen tan sólo como inversión económica o como exhibición sublimadora de carencias de amplio espectro.
DIARIO: Escrito de cariz personal o íntima que obedece a la falacia de que uno es  lo más maravilloso que existe y la única persona de quien merece la pena ocuparse. Los únicos que merecen la pena ser leídos son aquellos pocos en los cuales dicha falacia no es tal, sino verídica realidad. Y no todos, no se vaya a creer.
DICCIONARIO: Forma convencional de ordenar el desorden o de desordenar el orden de las palabras; tiene su utilidad, aunque a tenor de las consultas que recibe, no debe tener demasiada, al menos para el común de los mortales.
DIFERENCIA: Cualidad o característica que distingue una cosa de otra, un animal de otro, un hombre de una mujer, un violín de un ornitorrinco, un protozoo de una ballena, una catedral de un tornillo, un antifonario de una cassette...

Del libro inédito Palabrerío canalla1999

jueves, 17 de enero de 2019

INUSUAL TRAMPANTOJO LITERARIO


Aquí, donde se ve, esto fue la entrada a un colegio de jesuitas muy relevante, construido a finales del XVI en una localidad de la provincia de Toledo. En ángulo recto con esta fachada sencilla, se halla todavía la imponente aunque austera iglesia de dicha institución. No viene al caso que el colegio fuera de jesuitas, que la iglesia siga siendo muy alta, que en el muro de la entrada mezcle ladrillo con sillar o sillarejo o que al lado hayan erigido una escultura del famoso Francisco de Toledo, oriundo de esta villa que llegó a ser virrey del Perú unos cuantos años de ese mismo siglo. No. Eso ahora no importa.

La foto se trae aquí porque, inútil como ya es el antiguo edificio, pero aún en pie, alguien tuvo la feliz idea de crear un trampantojo que cualquiera que pasa al lado, obligatoriamente ha de ver. Se localiza en dos ventanas de la parte baja y en la puerta principal. Y como se puede apreciar, se han pintado sobre los muros macizos (rellenos para evitar deterioros mayores) nada menos que !estanterías, libros, anaqueles, bibliotecas¡ Como ya no las hay, porque la incuria del tiempo y de los hombres se lo llevó todo, ¿por qué no simularnos y alegrarnos un instante la vista? Algo así debió pensar alguien perspicaz, inusualmente culto en los pastizales políticos o eclesiásticos. Vaya, pues, desde esta humilde bitácora un sentido agradecimiento a dicha persona, sea quien sea, fuera quien fuera, exista todavía o no.

Oropesa (Toledo, Castilla-La Mancha-España)
Diciembre, 2018 ----- Nikon D500

miércoles, 16 de enero de 2019

LA PERSONAL VITALIDAD DE VÁZQUEZ-FIGUEROA

Había leído antes opiniones de Alberto Vázquez-Figueroa en revistas, periódicos, incluso en algún documental. Sabía cosas de su vida, de modo que lo que ahora buscaba, con el libro que me acabo de leer (Siete vidas y media), era corroborar, falsar, o completar lo ya sabido. Siendo consciente, eso sí, de algo esencial para mí en los últimos tiempos: leyera lo que leyera, no me iba a aburrir. Y no me equivoqué en mis previsiones.

La propia estructura del libro ya dice mucho de lo que este hombre es y ha sido. Cuando le propusieron que escribiera una autobiografía, memorias o algo similar, teniendo en cuenta lo dilatada, variada y aventurera existencia que ha llevado, replicó que le daba mucha pereza ponerse a ello. Pero cuando a instancias del editor se le planteó si aceptaría realizar un recorrido por dicha vida a base de preguntas, como si fuera una larga entrevista, no lo dudó un instante, y entonces dijo que sí, que si estaba continuamente hablando de lo mismo en conversaciones cotidianas, no habría problema ninguno en que lo que tuviera que decir por propia boca se plasmara en forma de libro escrito.

Antes hablaba de corroborar o falsar. Pues bien, todo cuanto se lee corrobora al cien por cien lo que ya sabía. Lo cual indica que, una de dos, o se sabe el guión perfectamente, y siempre dice lo mismo, o en realidad su vida es como él la cuenta (o lo más parecido a como la cuenta). Yo me inclino por la segunda opción, puesto que si algo me gusta de su persona es que no le gustan las medias tintas y le gusta la claridad, la franqueza, aunque pueda doler o ello le acarree disgustos, fracasos, y no pocos enemigos.

Un tipo que puede decir que de las muchas facetas que ha abordado en su larga carrera, la de escribir guiones o dirigir dos películas ha sido de las más penosas, o que de los muchos libros que ha escrito, sólo merecen consideración real media docena, ese tipo es alguien confiable. Su forma de exponerlo, carente de máscaras ni falsas modestias, con contundencia, sin ahorrarse durísimas críticas a los estamentos culturales y a los dirigentes políticos en general, no permite albergar dudas sobre él: ha sido una persona cuyo grado de coherencia es muy superior a la  media, que ha hecho casi siempre lo que le ha dado la gana, que ha apostado a muerte en cada empresa que ha creído, que pese a que ha vivido a golpe de impulsos, atesora una buena cantidad de sentido común cuando aborda los problemas, que se ha dado muchos batacazos, pero también, como él mismo dice, ha vivido una vida plena, y eso, ya lo justifica todo a su entender.

Alguien que podría vivir como un maharajá, por lo que sus libros le han reportado en concepto de derechos de autor, pero que vive al día, porque lo que ha ganado lo ha invertido en sus empresas utópicas, pero según él muy reales y realizables, es en el fondo un idealista, a pesar de que la vida le ha producido serios desconchones y grietas en su estructura de pensamiento. Sólo por la insistencia de que ha hecho gala en el tema de las desaladoras reversibles por presión natural, merecería que alguien con algo de dinero le hiciera caso, y ver si tiene, como afirma, la solución a muchos problemas humanos, que si no se resuelven es por los intereses económicos de determinadas empresas. Como él mismo dice: “Si desean saber cuál será el nivel de aceptación de su invento, no se pregunten a quién beneficia; pregúntense a quién perjudica, porque del poder del perjudicado dependerá que salga o no adelante”.

Tal vez no sea el más fino relatando sus andanzas, ni el más humilde mencionando sus virtudes, ni el más austero en sus apetencias, ni el más realista de los mortales en sus propuestas, pero lo que sí que queda bien claro escuchando/leyendo sus palabras en este libro, es que sería una delicia pasarse una tarde o una noche conversando con él o, si me apuran, sólo escuchándole.

martes, 15 de enero de 2019

OTRA FORMA DE AGARRAR LA PUERTA


El ser humano no se conforma con lo sencillo. Como la evolución biológica, el hombre tiende a la complejidad. De ese modo, busca extraer de donde no hay, a crear. Algunos buscan denodadamente. Algunos de ellos, en ocasiones, encuentran.

Manija saurimorfa, en Castrillo de los Polvazares (León, Castilla y León, España)
Agosto, 2015 ----- iPhone 6 Plus

lunes, 14 de enero de 2019

MEJOR QUE NO VINIERAS NUNCA, OH, MUSA (MICRORRELATO)

De siempre me hablaron de ti. Ya de pequeño. Pero nunca te veía. Fui leyendo desde chiquito, y cuando el mundo griego se apareció ante mí, tu ausencia pesaba lo suyo, presa quién sabe dónde. Por los 18, comenzó todo. Unas veces me impulsaba una energía irresistible. Otras, no sabía por qué lo hacía todo. Pasaba del entusiasmo más extraordinario, al abatimiento más lacerante. Pero, conforme al consejo de mi tía, no dejé de escribir jamás. Ni un solo día. Jamás te vi, no obstante. Me gustaría haberte conocido. Acaso para intimar, no sé. Por la curiosidad de tantos años oyéndote nombrar. Hubo quien me dijo que escribiera con ese objetivo, precisamente: el de conjurarte y obligarte a aparecer. Pero gracias a mi tía, el número de volúmenes salidos de mi mano aumentaba año a año. La pluma, la máquina, el ordenador, todos ellos reflejaron mi perseverancia sin desmayo. Quizá alguien lo tilde de pertinacia, pero poco importa ya. Nadie me dijo si aquello era bueno o no, ni yo tampoco pregunté demasiado. Tú seguías sin surgir, pero eso parecía cada vez menos relevante. Y ya a mis años, si no acudiste nunca, no creo que ahora aparezcas al final. Por eso es mejor que te quedes donde estés. Con mi edad, no deseo cosechar un sucedáneo de triunfo que arrumbe el edificio de mi sólido fracaso. Mi espera infructuosa ha cosechado por contra un pleno lleno de materia. Si hubieras llegado a mi vida, ¿quién sabe cuánto habría tardado en depender de ti y sentirme despechado, a poco que me abandonases? Si te hubiera conocido, puede que habría destacado más en algún momento concreto. Pero no habría sido mi obra. Habría sido la tuya. A la larga, te habría odiado por ello.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

domingo, 13 de enero de 2019

PAVAROTTI, SALVADOR DE LA TARDE


Una tarde plomiza, húmeda, aburrida por los cambios de postura producidos por mi lumbalgia, que no me deja hacer lo que me gustaría, puede tener remedio. Si después de hacer varios intentos lectores, cinéfilos o siesteros, aún se sigue en la misma línea, se puede colocar un cedé en el reproductor y escuchar algunas de esas arias que justifican el tiempo invertido, los pensamientos trastocados, las pupilas temblorosas. En este caso, el tenor gordo, tonante, excelso.  Italiano. De Módena. Nada que ver con el vinagre. Luciano Pavarotti.

Cuadro de la exposición de J. P. Blanchard, en Saintes (Charente Maritime, Nueva Aquitania, Francia)
Julio, 2015 ----- Panasonic Lumix G6

sábado, 12 de enero de 2019

UN LECTOR DE LIBROS ELECTRÓNICOS

Como tengo pocos vicios, confieso que en ellos suelo gastar algo más de lo que la media o la prudencia aconsejaría. Así, en fotografía, informática, telefonía y biblioteca no suelo escatimar demasiado, pues me gusta disponer de aparatos que proporcionen calidad y, sobre todo, no resten tiempo (en averías, obsolescencias, garantías, mandangas...). Pero es que este año, a mayores, el cuarto rey, que no me falla nunca ante lo que le pido, me ha traído un lector de libros electrónicos, vulgo e-reader, o así. Las dimensiones del artilugio son las que podéis suponer, pero un poco más grande, porque yo cuido mucho mis ojos, ya que no hago lo propio con la espalda y la musculatura general. Lo importante es que se puede sujetar en una mano pequeña como es la mía. Luego tiene todas esas mandangas que hacen del trasto algo muy conectivo, poco fatigoso en la lectura, y tal. Por si alguien quiere más detalles, diré que no me rebajé a cogerlo a los prepotentes amazónicos y su asqueroso, enano y exclusivista quindel, sino que me encomendé a los hados de la marca Kobo, modelo Aura One. Ahí es nada.

El asunto es que el año pasado rocé el récord de lectura de la época pre-internetera, y me dije que por qué no probaba a ver si compartiendo ambos formatos, podía realizar tareas lectoras en más ámbitos y no únicamente en mi sillón lector. El asunto prosigue con que antaño, cuando yo era pirata, di en bajarme miríadas y miríadas de libros electrónicos a los que no había dado uso alguno, salvo el de poder decir que tenía "tantos mil" en tropecientas carpetas, bien clasificadas, eso sí. El asunto concluyó en que seleccioné entre toda la mierda que me había descargado fraudulentamente, y reduje la cosa a 1207 libros que a mí me parecieron supremos, conservables, releíbles y etecé. Y fue entonces cuando caí en la cuenta.

Después de haber introducido en las tripas de ese nuevo disco duro esa cantidad salvaje en el lapso de varios días de proceloso trabajo con el ordenador, comprobé, pasmado, que el lector pesaba lo mismo, ocupaba lo mismo, y sólo me había dado dos o tres dolores de cabeza mientras me ocupaba en la tarea introductora. Vamos, que una cuarta parte de mi biblioteca real, cabía en una superficie de 19'5 cm de largo, por 13'5 cm de ancho y 7 mm de grosor. Me dije ¡manda huevos!, asombréme, demudéme, pasméme y decidíme (a contar esto por escrito). Y es lo que estoy haciendo ahora mismo. Quede, pues, inaugurado el cachivache, que espero que no sólo no reduzca cantidades ni calidades, sino que incremente lugares, momentos, posibilidades, y otros etcéteras, que iré narrando, si la ardua tarea lectora me dejare tiempo para ello. Amén.

viernes, 11 de enero de 2019

ELLA ES INALCANZABLE PARA MÍ


(Advertencia traidora: Si después de leer el título de esta entrada y contemplar con detenimiento la imagen, se considerare que fuere necesario una aclaración o comentario al respecto, es que o bien la foto falla, o bien que quien observa no sabe ni mirar ni ver (una de las dos opciones, sin posibilidad intermedia alguna).

(Propuesta vergonzante: Si entre el público asistente hay alguien que no haya sentido alguna vez en la vida lo que ese niño refleja ante la niña, que se arme de valor y levante la mano -o la voz-, y se retrate).

(Aclaración identificadora: la foto se realizó en el llamado Miroir de l'eau -mirador de agua- de Burdeos (departamento de Gironde, región de Nueva Aquitania, país de Francia), en el mes de julio de 2010, con una Nikon D300, a las 19:27).

jueves, 10 de enero de 2019

LAS MIGAJAS DE LOS MUY, MUY RICOS

Me cayeron las dos noticias casi al tiempo, y aunque no son simultáneas, sí son las dos muy recientes. Tratan de la generosidad de los ricos. De las donaciones que llevan a cabo los muy, muy ricos. La primera es de esta misma semana, y el protagonista es Amancio Ortega, presidente de Inditex, que ha donado otra máquina más -ya lo ha hecho otras veces- para realizar la radioterapia en el hospital (HUCA) de Oviedo. Como no es algo novedoso, parece que salvo en Asturias no se le dio mucha difusión al asunto. La segunda tampoco es que tuviera letras de oro y titulares de grafeno en los informativos, pero era muy colorista y se hizo cargo de ella el suplemento más leído en España los domingos, el XL Semanal.

Quien redactó el suelto, lo tituló “El ‘padre’ de todas las novias”, y en él refiere el padrinazgo que el multimillonario hindú Mahesh Savani llevó a cabo esta vez -pues ha habido más, desde 2008- con 251 novias huérfanas con problemas económicos, que se casaron a la vez. No con él, claro. Él sólo ejerció de padrino de todas ellas al tiempo, y de pagador oficial de los gastos de todas esas bodas que, si hacemos caso a lo que se dice en el suplemento, asciende a unos 6.000 € por chica. El hombre no impone nada, pues deja que cada una elija vestido, maquillaje, invitados... Por no imponer, no impone ni la religión, pues igual apadrinó a una cristiana, tres musulmanas y el resto, hinduistas. Preguntado por tal dosis de generosidad, siempre responde que lo hace para ser bendecido por Dios. Y las dos noticias te dejan turulato, como es natural. Pero sólo al principio. Luego, si se piensa...

Es notorio que aun pensándolo, cualquier acto de generosidad de estos niveles de gasto -no de los cotidianos, de los que hay más de los que imaginamos-, venga de quien venga y en la situación que sea, es algo que hay que agradecer siempre, porque lo común no es eso, sino la situación contraria. Es decir, que los muy muy ricos no sólo no reparten sus infinitas fortunas, sino que las acumulan sin poder gastar tan increíbles cantidades, de un modo inexplicable y patológico. De modo que hay que dar las gracias, de mano. Siempre.

Pero, luego, uno siempre se pregunta los porqués, y las razones últimas que impulsan a estas acciones, que acaban siempre ocupando algún lugar de los noticieros cada cierto tiempo. Y ya sean religiosos, vanidosos, expiatorios, interesados, desgravadores, anecdóticos, etcétera, la pregunta clave es: ¿por qué en esa ridícula cantidad? El multimillonario asiático, que ha amasado sus inmensos caudales con el comercio de diamantes, tendría para pagarles la boda a toda la casta de los intocables de ese gigantesco país. El caso del multimillonario español, cuya fortuna es todavía mayor, y ha sido lograda construyendo el emporio textil más grande del mundo, podría dotar con los más avanzados medios técnicos a todos los hospitales españoles, en cada uno de sus departamentos, y así paliar los abundosos recortes que los políticos patrios han venido aplicando a tan noble actividad desde el inicio de la crisis de 2008. Y, si lo hicieran, ninguno quedaría después en situación de pobreza extrema, sino que aún les quedaría tal cantidad de millones, que su cabeza, como la de cualquier mortal, seguiría sin captar la verdadera realidad de tanto dinero. Entonces, ¿por qué esa cantidad? ¿Por qué esas migajas? 

Si se tuviera una apetencia real de redistribuir rentas obtenidas a lo largo de una vida con procedimientos que sólo con eufemismos podríamos tildar de irregulares, ¿no cabrían muchísimas más oportunidades de aplicar dicha generosidad? Porque hablamos de la fortuna personal, no de la que la empresa dispone para reinvertir, comprar, vender, negociar, ampliar. No. Hablamos de la fortuna que estos señores tienen para su propio uso y disfrute. Y si tomamos dichas fortunas en conjunto, y miramos después lo gastado con sus operaciones generosas,  y comparamos, sigue apareciendo la misma palabra: migajas. Y, a continuación, la misma pregunta: “¿Por qué?” De un modo inevitable, siempre, siempre, me respondo lo mismo tras analizar mis sospechas que siempre enfocan al mismo punto. Ese mismo punto y esas mismas sospechas que estás teniendo tú también al leer esto.

miércoles, 9 de enero de 2019

VIDRIERA DEL LEÓN RAMPANTE



Cuando se realizan obras de restauración en algunas catedrales, a veces es posible acceder de forma temporal a zonas que están vedadas al gran público. En la catedral de León, hace unos años dieron con una idea que también se había aplicado en otros templos famosos, como el de la catedral de Vitoria: consiste en aprovechar dichas tareas restauradoras y sus andamiajes, para que el visitante pueda ver muy de cerca lo que habitualmente ve desde abajo y con muy poco detalle. En el caso de la Pulchra Leonina, se erigió una estructura en la zona oeste, justo encima de la fachada principal, y desde allí se contemplaba todo el templo a la altura del triforio, lo que acrecía la espectacularidad de la línea ritmada de la nave principal hacia la cabecera y también (y aquí viene el asunto que nos trae a esta entrada) se podían contemplar las vidrieras del triforio a una distancia reducidísima, casi a medio metro tan sólo; y hasta el punto de que uno de los rosetones principales de la catedral, el occidental, se hallaba sólo a unos pocos metros por encima de las cabezas de los que accedimos a la nueva posibilidad visual ofrecida por la principal iglesia leonesa.

Es entonces, cuando uno se pasma al tener a pocos centímetros de los ojos las justamente afamadas vidrieras de la catedral de León. La transparencia, la limpidez -una vez llevada a cabo la limpieza a que las sometieron en el proceso-, la apariencia de relieve, quedan bien a las claras a poco que la luz exterior sea suficiente. Para ilustrarlo no elegí la más bella, desde luego, pero sí la que más ilusión le hizo a un amigo querido (virtuoso de la heráldica y amantísimo de lo histórico en mayor medida que quien esto escribe -valga la hipérbole, que no lo es-), cuando se las mostré en su día. Lo sé, algo patriota en exceso, si acaso. Pero magro defecto señala a tan excelente persona, que carece de la mayoría de los otros.

Vidriera del triforio de la Catedral de Sta. María (León, Castilla y León, España)
Marzo, 2008 ----- Nikon D300

martes, 8 de enero de 2019

HITOS DE MI ESCALERA (34)

En julio de 1983, con 20 años cumplidos, comencé a escribir un diario. No sin sonrojo, transcribo sus primeras líneas, para que se entienda que si bien comencé tarde -como en muchas otras cosas-, mi mentalidad en lo concerniente a esta actividad no deja de ser la de un adolescente que dejó de serlo pero que aún lo era, en lo esencial: 

“Querido Diario: Empiezo hoy, tras 20 años sin contacto alguno contigo, a entablar un diálogo con tu espíritu. Será un diálogo en el que sólo hablaré yo; tú no existes más que en función de mí. Sin embargo, mentalmente y dentro de mí, una parte de mi personalidad responderá por ti.”

Al poco de empezar, con el rigor que me caracteriza, las intenciones, las causalidades: 

“Porque yo empiezo tu existencia por una gran falta de comunicación que anida dentro de mí. De modo que ya lo sabes: existes por y para mí. No tendrás una vida propia; estarás fatalmente predestinado a los altibajos de mi estado de ánimo y a la tinta de mi bolígrafo (nunca he usado pluma).”

¡Qué menos! La soledad, el sentimiento de distinción, de diferencia, no hallar con facilidad personas con quienes conectar en los estratos altos. Un clásico, vamos. Pero también las promesas, las intenciones:

“Por el mismo hecho de que nunca tendrás una luz pública afirmo que estas letras manuscritas por mí, nunca serán impresas como lo han sido otros diarios de personajes famosos. Puede que te lea alguien. Tal vez, incluso con mi consentimiento. Pero su cometido será única y exclusivamente íntimo.”

El diario como un “tú” interlocutor, con tanto peso como si fuera una persona real. Sería el traslado del “amigo invisible” de los niños a la edad casi adulta. Casi un despropósito enternecedor, visto desde mis 55. Y, luego, por supuesto, las presentaciones: 

“Mi nombre ya lo sabes, no es preciso que te lo repita. Nací en Galicia, en una ciudad por entonces medianamente importante y hoy venida a menos...”

En fin, ¿a qué seguir? El pudor ante dicha inocencia lo desaconseja. Pero lo importante, y por eso lo traigo a colación como uno de estos Hitos de mi escalera, es que durante muchos años, esa bisoñez inicial se convirtió en una obsesión que fue testigo de todos mis vaivenes, deseos, vivencias, fracasos, andaduras. Testigo de mi evolución mental, emocional, académica, literaria, artística. De mi volubilidad puntual en algunas cuestiones, de mi solidez estructural en muchas otras, de mis transformaciones inevitables para convertirme en quien soy ahora. 

Los beneficios que me procuró desde el punto de vista terapéutico me parecen incalculables. Los que me brindó como campo de pruebas de mi siempre guadianesca escritura, insustituibles. Los que puede aportar como prueba documental de mi existencia, únicos.

Y por esa razón lo menciono aquí. Porque ningún documento de cuantos poseo podría ofrecer una panorámica más completa de cuanto he sido. Desde ese comienzo el 5 de julio de 1983, hasta el 9 de diciembre de 2008, fecha de la última entrada “oficial”, hay más de 25 años de unos pocos miles de páginas manuscritas, mecanografiadas tecleadas a un ordenador (pues cualquier medio llegó a valer). Mucho tiempo, desde luego. Casi la mitad de mi vida actual. Casi nada. Lo repito en voz alta, y me asombro. Y si me sucede a mí, quizá a quien lea esto también le ocurra.

En mi estado de vida actual (mental y físico) no hay perspectiva de que vuelva a escribir un diario. Con todo, no descarto nada. ¿Quién sabe qué pensaré dentro de unos años, cuando me prejubile con júbilo a los 60? ¿Cómo poder prever mis necesidades de comunicación cuando la vejez física (y acaso la mental) me envuelvan progresiva o velozmente? No descarto nada, como digo. Será muy, muy improbable. Aunque, claro...

lunes, 7 de enero de 2019

CHORROS DE AGUA CONGELADOS


Podría parecer que los chorros que efectúan esas elegantes parábolas se hallan congelados, y si nos atenemos a las temperaturas del exterior habidas en las últimas dos semanas, no sería una imagen tan imposible de lograr. Pero, no. La congelación de ese agua entubada y dirigida tiene que ver con la velocidad de obturación con que se tomó la fotografía, gracias a que la abundante luz existente lo pudo permitir. Además, era verano.


Como en tantas situaciones de la vida cotidiana, no vemos lo que en realidad hay. Sólo captamos lo que nuestros limitados sentidos nos transmiten, y esa información tiene muchas carencias. Si viéramos, escucháramos, oliéramos lo que algunos animales, seríamos unos seres con unas posibilidades mucho mayores de las que todavía tenemos. Pero en realidad, cuando vemos un chorro de una fuente, sólo vemos una continuidad de agua que en realidad es un rosario de "cartuchos" líquidos que nuestra particular retina une en una continuidad que sólo vemos nosotros, al igual que cuando contemplamos una película no vemos 24 ó 25 imágenes por segundo, sino un continuo movimiento. No debemos, pues, quedarnos con todo lo que veamos, ni todo lo que oigamos, ni todo lo que lleguemos a oler. Seguro que no es más que una parte de la realidad, y con seguridad no la mejor (ni la más interesante).

Fuente en Valladolid (Castilla y León, España)
Julio, 2007 ----- Nikon D100

miércoles, 2 de enero de 2019

LAS PREGUNTAS DE GREGORY STOCK (23)

Pregunta 63

Supongamos que existiera un importante avance tecnológico que permitiera a la gente viajar entre continentes tan fácilmente y a tan bajo costo como entre ciudades. Lamentablemente, ese medio de transporte provocaría cien mil muertes por año. ¿Trataría usted de impedir su utilización?

No. Pero aunque lo intentase, sería inútil, ¿quién soy yo para intentar frenar  al mar, al viento, al calor, al frío? Además, supondría navegar en contra de la lógica, de la historia y de las necesidades de la gente. Todo avance tecnológico tiene sus costes, es inevitable. Y que se sepan sus riesgos y sus tributos en vidas, no ha arredrado a la humanidad a poner en práctica ninguno de ellos. Tal vez porque los beneficios generales compensan de las pérdidas. Tal vez.

Pd/ Los textos que responden a las cuestiones formuladas en El libro de las preguntas de Gregory Stock, fueron creados entre 1998 y 1999

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