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domingo, 6 de abril de 2008

Promesa temporal


Sus padres eran amigos, y salían siempre juntos. Tenían una diferencia de edad muy apreciable, a sus años: cinco ella, dos él. Pero desde el principio, el uno no tuvo más ojos que para la otra, y ésta le correspondió como sólo puede hacerse en ese tiempo. El día de la fiesta, en la cabalgata, los dos críos fueron puestos en primera fila, pero esto no les gustó. El niño le susurró a la niña que pidiera a su padre que la subiera a hombros. Cuando lo consiguió, él hizo lo propio, y cuando los dos estuvieron en las alturas, todo cobró otro color, aunque los colores se difuminaran, ante la presencia del otro. En un momento dado, felices por la proximidad que su privilegiada situación les otorgaba, se cogieron de la mano por primera vez. Aquellos dedos estaban calentitos y era una delicia poder tenerlos pegados. "Ya somos novios, ¿no?", preguntó él. "Pues claro", respondió ella. "Y ¿para siempre?". Ella tardó unos segundos en contestar: "Pues claro, tonto, para siempre".

jueves, 3 de abril de 2008

Bueno, entonces ¿qué?


-Hace bueno, ¿no?
-Pues sí, sí que hace.
-(...)
-Y, lo de tu madre ¿se arregló?
-Sí, está mejor, gracias.
-Vaya, menos mal.
-Sí, un alivio
-(...)
-Y tu jefe, ¿qué?
-Nada, ahí sigue, encabronándolo todo.
-¡Qué tío!
-Sí, no me hables.
-(...)
-Y... ¿pensaste lo del otro día?
-¿Lo de casarnos?
-Eso.
-Pues sí, claro.
-Sí, ¿que lo pensaste o que aceptas?
-Las dos cosas.
-Ah, genial.
-Sí, claro.
-Oye, de verdad ¡qué buen tiempo hace! ¿Que no?
-Sí, sí, estupendo.

jueves, 27 de marzo de 2008

Reniegas


-Que sí, Eufrasia, que sí, te pongas como te pongas, y digas lo que digas, esta vida es una mierda, coño, si lo sabré yo, que llevo años y años notándolo, y diciéndotelo además, pero tú, nada, oídos sordos, y mira que te lo tengo dicho, vete al otorrino, Eufrasia, que no te me enteras de nada, y si no te enteras de lo que te digo yo, qué te vas a enterar de lo que pasa por ahí... Pero no lo dudes, no, insisto, todo es una mierda: yo soy viejo, y casi no me puedo mover, tú, gorda y fea, que lo eres un rato, hija, los niños del parque no dejan de chillar y de decir tacos, nuestra hija ya no nos escribe, por culpa de su marido, claro, a ver por qué si no, la pensión casi no nos llega, y tú te enrollas cada día más en el supermercado, y no digamos nada cuando vas a la peluquería, y además los maricones se pueden casar y hasta tener hijos, y lo del divorcio y lo del aborto... qué bárbaro, si ya sólo les queda que los perros y los canarios puedan heredar, y la leche está muy cara, y la gasolina, ni te cuento, ya, ya sé que no tenemos coche, pero es igual, que yo sé muy bien que todo va a peor, si ya lo dice en la COPE ese ángel que lleva la santidad hasta en el apellido, y para más, van y ganan otra vez los comunistas éstos, que no hay quien los saque de ahí, Diosssss. ¡Qué mierda de vida, coño, qué mierda todo!

domingo, 9 de marzo de 2008

Cuestión de oficio


Bueno, allá vamos. Otra parejita más. Estos parecen algo mayores. Superan los treinta y tantos los dos, vamos. Lo habitual, en estos tiempos. Si es que no queremos salir de casa ni a tiros. Como los míos, que, claro, ¿dónde van a estar mejor? Con el imbécil de su padre y con la tonta de su madre. Yo llevo el dinero, ella lo distribuye, y ellos se lo montan estupendamente, pero ni dios se larga cuando está mandado. ¿Y estos de hoy? Ahí los tengo, tan juntitos, esperándome, con más prisa que ganas. ¿Qué pensarán? Me verán como un mal menor. Ahora, las fotos, luego, el banquete, los invitados. Madre mía, parecido a cuando me casé yo. Puffff. ¡Qué agobio! Para bodas estoy yo. Si ya hacerles los fotos me cuesta un triunfo, no quiero imaginar casarme de nuevo. Y, ahora, en breve: "rodéala de frente", "poneos así", "detrás de ella", "miraos con una sonrisa"... Total, para lo que les va a servir, dará lo mismo. Al final, lo único que quedará será el álbum de fotos, eso sí, dividido o con hojas arrancadas por uno u otro. Ay, qué vida. Menos mal que yo tengo mucho oficio, y esto, como todo, es una cuestión de oficio.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Excesiva demora


Y ya van más de tres cuartos de hora; en tu línea, vamos, aunque progresando. No sé por qué he aceptado tus disculpas por teléfono, una vez más. Si siempre haces lo mismo...; pero aquí estaba dispuesta a hacer las paces otra vez más. Aunque, ¿para qué? Ya sabemos cuáles son las condiciones, cuáles los efectos. ¡Qué imbécil! Aunque, si bien se mira, no sé quién de los dos lo será más. Pero hoy la cosa ya ha sobrepasado lo tolerable sin que el decoro pierda su dignidad. Hoy te vas a encontrar aquí solito cuando llegues, y ya no me vas a volver a ver. Te dejo, eso sí, dos de los regalos-trampa que tuviste a bien entregarme en otro tiempo, para comprar una prórroga suplementaria de tiempo. Los guantes, te los puedes introducir por do más pecado hubiere. En el bolso hallarás, además de este escrito, una tijerita con que practicarte un piercing en cada tetilla y una lima con la que poder desangrarte a conciencia, si logras clavártela en el lugar preciso; como conoces muy bien la anatomía humana, dejo a tu elección la zona. También dejo unos cuantos pañuelos de papel que pueden servir para que la sangre no escandalice demasiado a los viandantes o, también, adecuadamente introducidos en la boca, para que puedas llegar a asfixiarte, si lo anterior fallare, que espero que no. Claro, que como eres tan cretino, igual no entiendes estas instrucciones. Pero, bueno, en cualquiera de los casos ¡muérete!

martes, 19 de febrero de 2008

Fidelidad



Sé que nadie me querrá como tú, porque cada día, cuando paso, tu mirada siempre muestra la expresión entre dulce y adusta que tanto me gusta, y que me hace imaginarte en la intimidad, donde poder acariciar esa desnudez que ahora me enseñas de improviso, pérfidamente, tras haber llevado esta semana un vestido sin escote alguno. Sé que te inclinas para poder verme bien al pasar, para recordarme tirándote un beso, o caminando hacia atrás, e incluso tropezando a veces con alguien, mientras me alejo. Sé que tu fidelidad es lo más grande que tengo, que tu mirada es lo más inamovible de mi mundo, y que conseguirte por fin es mi meta más elevada.
También sé que todo esto es una ilusión que alimenta mi mentira, pero ¡compréndeme, amor mío! es mi única verdad.

Desnuda ensoñación


Cuando acabó el libro, la invadió una dulce languidez. Como le sucedía siempre, no podía dejar de pensar en la heroína de la novela, en las muchas y terribles vicisitudes por que el autor la había hecho pasar. Comparaba todo ello con su vida muelle, aburrida, desocupada, de esposa de un hombre sin atributos que lo acreditaran como tal. Sin saber por qué, el tacto de las sábanas tibias se le tornó demasiado áspera para sentir su cuerpo, que comenzaba a sentir una nerviosa desazón. Poco a poco, se fue despojando de todas las prendas nocturnas que cubrían su piel, hasta que sus formas fueron brotando en toda su desnudez, iluminada por el resplandor que entraba por el amplio ventanal. Se sorprendió de encontrarse bella y armónica, en contraste con la tapa rugosa del libro. Con la yema de los dedos se recorrió las piernas, y se sonrió al hallarlas intactas. El sosiego la fue meciendo poco a poco, y el sueño la envolvió por completo. En él, imaginó que su marido era aplastado por una campana que caía de una torre. Se despertó empapada. Pero no supo determinar si de terror o de placer.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Asomados al balcón



Asomados al balcón, contemplaban la vida con la placidez de los amantes eternos y correspondidos. Todo se desarrollaba allí debajo, a sus pies, mientras permanecían ajenos a todo su bullicio. Creyeron que nadie los veía, que su felicidad era invisible, que podían amarse a la vista de cualquiera. Pero la gente murmuraba, muchos criticaron, y para alguno incluso llegó a resultar insoportable que dicha unión fuera exhibida sin pudor. El concejo deliberó en una sesión secreta. Contrataron a un hechicero, que lanzaría un conjuro para destruirlos para siempre sin dejar huellas. Y así lo hizo una noche de luna nueva, pero su amor era tan grande y su inocencia tanta, que el embrujo chocó con tan grandes sentimientos, que dio lugar a una masa en relieve que todos reconocieron, que todos siguieron viendo, condenados a la eternidad de la piedra.

martes, 22 de enero de 2008

Diálogo de pareja


Después de haber aguantado más de lo que figuraba en el guión de inicio, y de monumentales disputas conyugales decidieron que lo mejor era dirimir las diferencias de un modo civilizado e igualitario, como en los antiguos tiempos, que siempre serán nuevos. De modo que se calzaron los guantes de boxeo y salieron a la playa, al atardecer. Diez asaltos, con algún descanso, y el aviso de que el que antes se rindiera acababa de pagar la hipoteca, y el otro se quedaba con todo.
Los viandantes que por allí pasamos no dábamos crédito a lo que veíamos. Quienes más aguantamos allí contamos más de diez asaltos de una ferocidad sin límites.
Los periódicos nos contaron a la mañana siguiente que el resultado fue combate nulo, pero que ninguno de los dos iba a poder solicitar la revancha.

martes, 15 de enero de 2008

Aproximación


Se fueron acercando poco a poco, con cierta timidez, pero arrojo creciente,hasta que ambos sintieron que no podían ir más allá. La conversación derivó de lo banal a lo superficial, con alguna incursión en lo íntimo. Cuando el más atrevido de los dos se dispuso a darle un beso al otro, éste adujo que eso era imposible, que qué se pensaba, que estaban a la vista de todos. "No hay nadie, estamos solos. La playa está desierta". El otro, con todo, no alejaba sus recelos. "Nadie nos verá. Será un piquito tan sólo, rápido y fugaz". Cuando parecía que la resistencia iba a ser vencida, alguien llegó por detrás, abrió sus enormes bocazas y depositó una bolsa de paella en mal estado, en uno, y dos más con bolsas de patatas fritas y envases de botellón, en el segundo. Después del estrépito de las tapas al cerrarse, se pudo ver cómo poco a poco se fueron alejando, dejando un hueco razonable y reglamentario entre ellos, como mandan las ordenanzas municipales de higiene en la playa.

lunes, 14 de enero de 2008

Aviso contundente


La cosa empezó con una historia de amor cualquiera, todo muy bonito, todo estupendo, todo felicidad. Todo muy de cuento, vamos. El matrimonio, todo lo convencional que en una villa de la Galicia profunda puede ser. Pero después de ese momento, todo cambió, como en las películas. Ella, moderna, demandaba libertad de movimientos. Él, chapado a la antigua, dijo que por encima de su cadáver. Ella dijo que si no quedaba más remedio, que por ella estaba de acuerdo. Él respondió que si era preciso la ataría bien fuerte para que no se moviera de casa. Ella tomó a chacota sus palabras. Él fue a hacer unas compras, y a la vuelta, colgó sobre la puerta un particular aviso. Desde entonces, no se oye un ruido en las inmediaciones de la casa.

domingo, 13 de enero de 2008

Ángulo recto, perfecto


Caminaban lentamente, cuando el sol declinaba. Sus caras estaban serenas, pero serias. Sus manos no iban entrelazadas y sus cuerpos caminaban el uno al lado del otro, sin pegarse. Cuando llegaron a la rotonda, se sentaron sobre el pretil, frente al mar, dejando la gente a sus espaldas. Hablaron muy poco, apenas unas palabras de cada vez, en dos ocasiones. Luego callaron. Se dejaron arrullar por el rumor del manso oleaje y acariciar por el sol que iba bajando cada vez más. De repente, él se inclinó suavemente y se echó sobre su costado. Ella no se inmutó, y permaneció sentada como estaba, sin mirarle, con la vista perdida lejos, en el horizonte. Formaron de ese modo un ángulo recto, el único instante perfecto de una tarde -es de imaginar- bastante imperfecta.

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