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miércoles, 7 de mayo de 2008

De a tres


Ella no quería. Él se negaba. Pero el crío se empeñó. "Un beso los tres, sí, venga, los tres. Una vez sola". No lo habían vuelto a hacer desde hacía meses; y menos en medio de la calle, con todo el mundo mirando. Los adultos decían que no. El niño amenazó, chilló, pataleó, hasta lloró un poco. No le hicieron caso. Al final, decidió cambiar de táctica. Mientras su padre lo sostenía en brazos, se quejó de que algo se le había metido en el ojo. El padre, muy atento, aproximó su cara para mirárselo bien. La madre se acercó también a ofrecer su ayuda. Cuando tuvo sus cabezas a tiro de sus manitas, los agarró a los dos del pelo y los aproximó a su cara. Entonces los besó a los dos, primero a él, luego a ella. Al final, sin soltarlos, y con una voz dulce pero firme, exigió: "Venga, un beso los tres, los tres, como antes". Los tres juntaron sus bocas; casi sin mirarse los adultos, con los ojos muy abiertos, el niño. "¿Veis qué fácil? Como antes, como antes". Y, como había ocurrido hacía meses, los dos adultos volvieron a llorar, pero esta vez sin ansia, muy despacito, casi sin ruido, comprendiendo, cediendo, perdonando, mientras se abrazaban cada vez más.

jueves, 1 de mayo de 2008

Jodía niña


-Niñaaaa. Venga, a comeerrr.
-No, no, no y no. Ya os dije que no iba a comer nunca más.
-Venga, que como tenga que ir yo ahí, no te va a quedar culo con que sentarte.
-He dicho que no, que no y que no. Y además, voy a entrar en la despensa, y voy a abrir las bolsas de la harina y a mezclarla con el azúcar, y a abrir la tripa de los chorizos, pa'que le cague la mosca, y a echarle sal al jamón, pa'que bebáis mucho cuando lo comáis; y también voy a desparramar las alubias por el suelo, y así os caeréis cuando entréis.
-Pero qué jodía niña. ¿A quién habrá salido con esa maldad en el alma?
-A ti, abuela, que envenenaste al abuelo, para quedarte con su dinero.
-Pero, ¿qué dices, niña? ¿Cómo le contestas así a la abuela?
-Porque es verdad: me lo contó papá, antes de que le echarais de casa.
-Hay que ver cómo está de educada esta niña. Ya podrías ponerle más atención, que cualquier día te pega.
-Usted, métase en sus asuntos, que ya tiene bastante con
lo suyo.
-Bueno, hija, bueno, no dije nada. Pero luego pasa lo que pasa.
-Venga, a comer se ha dicho, que ya está bien de tanta tontería.
-Nooooo. Y si me obligáis, llamaré a la tele para que me entrevisten, y les diré que me maltratáis, y así os meterán en la cárcel, como a la tía de Arancha. Ya veréis, ya.
-¡Qué bárbaro! Lo que nos faltaba. ¡Qué jodía niña!

martes, 22 de abril de 2008

Paciencia, impaciencia


Se los ve, y enseguida piensa uno que pese a su parecido tamaño, estos dos seres pertenecen a mundos distintos, con actitudes por completo diferentes, cuando no opuestas. A la niña se le ve un rostro triste, acaso obligada por los padres a sacar al perro, porque es domingo; y muestra una pasividad que llama la atención todavía más porque el perro, al lado, no deja de dar vueltas a su alrededor, como urgiéndola a que lleve a cabo su cometido, pues sus necesidades no admiten más demora. La niña parece paciente, por enfado y por indolencia. El perro se muestra impaciente, por fisiología y por instinto. Ambos se encuentran en el portal de la casa donde residen, sobre el escalón que da acceso a la vivienda. Pese a todo, algo ha llamado la atención del perro. Debe ser cualquier grito, o un movimiento de coches, o el tránsito de personas corriendo, u otro perro, o quién sabe qué. La niña, sin embargo, permanece impasible, absorta en su mundo personal, ajena a todo, desvinculada de una tarea que no ha pedido, pero que se le ha impuesto sin condiciones. El perro poco a poco irá perdiendo los rasgos que lo identifican como un animal bien educado. Acabará ladrando fuerte o tirando de la correa, cuando no pueda más, para lograr que la niña salga de su ensimismamiento, y lo lleve al parque, ahí enfrente, a retozar en la hierba unos minutos, los suficientes para poder ver a la perrita que conoció la semana anterior, y que se vuelve loca de contento cada vez que lo ve.

lunes, 14 de abril de 2008

De mayor, niño rico


-Así que tú, ¿de mayor?
-Rico, seré rico.
-¿Y eso?
-Es la mejor profesión.
-Ah, ya. ¿Y no te vas a preparar o estudiar para tener un oficio?
-¿Pa'qué?
-No sé, para...
-Mis padres tienen dinero.
-¿Y?
-Mira, este polo es de Jilfiguer. Y las sandalias, Geox, Y el balón es oficial.
-Anda, mira.
-Y además, soy guapo. Me lo dicen mucho.
-Y modesto.
-Y eso ¿qué es?
-No, nada, déjalo.
-Pues eso, que con el dinero de mis padres y siendo guapo, ¿pa'qué voy a estudiar?
-Sí, claro, visto así...
-Y larga, que mis padres están a punto de llegar, y no les gustan los extraños.
-¡Qué niño tan rico!
-Sí, eso también me lo dicen bastante.

domingo, 6 de abril de 2008

Promesa temporal


Sus padres eran amigos, y salían siempre juntos. Tenían una diferencia de edad muy apreciable, a sus años: cinco ella, dos él. Pero desde el principio, el uno no tuvo más ojos que para la otra, y ésta le correspondió como sólo puede hacerse en ese tiempo. El día de la fiesta, en la cabalgata, los dos críos fueron puestos en primera fila, pero esto no les gustó. El niño le susurró a la niña que pidiera a su padre que la subiera a hombros. Cuando lo consiguió, él hizo lo propio, y cuando los dos estuvieron en las alturas, todo cobró otro color, aunque los colores se difuminaran, ante la presencia del otro. En un momento dado, felices por la proximidad que su privilegiada situación les otorgaba, se cogieron de la mano por primera vez. Aquellos dedos estaban calentitos y era una delicia poder tenerlos pegados. "Ya somos novios, ¿no?", preguntó él. "Pues claro", respondió ella. "Y ¿para siempre?". Ella tardó unos segundos en contestar: "Pues claro, tonto, para siempre".

lunes, 17 de marzo de 2008

Uauuuuuuu


La chiquilla no había dejado de berrear en toda la tarde. Sus padres lo habían intentado de todos modos, con regalos, con chucherías, con promesas, con amenazas, con algún azote (reprimido severamente por las miradas de algunos mirones cercanos). Nada. La cría no callaba, porque ¡quería volar!, y nadie le hacía suficiente caso. Por fortuna, se me ocurrió la solución. La familia me tenía ley, y me hice cargo de la situación, porque todos estábamos a punto de estrangular a la preciosa criatura, a quien se le habían ido consintiendo demasiadas cosas en sus escasos años de vida. Le ofrecí volar de un modo que no se podía imaginar. La mocosa se sorbió los mocos de la llantina, me miró curiosa, y debió pensar que por fin alguien la tenía en cuenta. Al final, accedió a mi propuesta. Ya en el columpio, le dije que yo la empujaría hasta cierto nivel y que, cuando le indicara, se soltara: comprobaría entonces la maravilla de volar que tanto había ansiado. Muy contenta, mientras ascendía, su humor iba mejorando poco a poco, y su cara se iluminó en el punto álgido de una de las subidas. Un grito de júbilo precedió a mi orden, y ésta, a un grito de horror. Cuando la recogí desde lo alto, poco antes de que se estrellara contra la hierba, su cara estaba contraída de pavor y palidez. Al final me contó que lo de volar no molaba nada. Esa tarde, ya más tranquila, no volvió a pedirlo. Nunca más lo hizo.

jueves, 14 de febrero de 2008

La casita linda


A la casita linda llegaron los dos hermanos, exhaustos y con hambre. El uno, preguntaba sin parar y no dejaba de moverse; la otra husmeaba el ambiente intentando ventear algún posible peligro. Los dos eran ávidos lectores de cuentos, y se imaginaban que dentro habría seres extraordinarios. Ella, brujas crueles y ogros enormes, monstruos horribles y vampiros inmortales. Él, caballitos voladores y gnomos dulces, mayordomos de caramelo y hadas luminosas. Sin embargo, ambos dudaron si deberían entrar. Dudaron también sobre si asomarse a las ventanas sería una buena idea. Al final, e instantes antes de que se echaran a temblar por la emoción, la voz tonante de su madre, instándoles a entrar y a lavarse las manos para la cena, los dejó paralizados y sin capacidad de reacción. Lo que les hizo reaccionar por completo, fueron las manazas del padre, que pellizcando sendas orejas logró arrancarlos de su mutismo y hacerlos ingresar en el delicioso porche de la casita linda.

martes, 12 de febrero de 2008

Complicidad


A la nena le habían dicho siempre que a los santos (y a sus estatuas) había que rezarles mucho, porque así le concederían sus favores, si se lo pedía con la humildad y la inocencia debidas. Pero ella se conformaba con mirarlas y seguir con sus ojos las curvas, los rizos, los rostros, los huecos cincelados o devastados por el tiempo, la policromía sutil de la piedra. Ese domingo, sin embargo, una voz en su interior le pidió con urgencia ayuda. Desconcertada, por unos instantes no supo cómo reaccionar. Pero después no le cupo duda, aquella estatua le hablaba. Y le pedía que le tocara el pie, pues quería sentir de nuevo el calor humano, que ahora se le hurtaba tanto. Sin pararse a pensar en cómos ni porqués, se adelantó de donde se hallaba y se acercó a la escultura que se encontraba exenta en el medio de aquel claustro. La miró, se sintió extrañamente muy próxima a ella, y sin mediar más palabra, colocó su manita sobre el pie desnudo del santo. La dejó allí un ratito, mientras no dejaba de mirarle el rostro barbado y serio, esculpido hacía siglos. Después, la apartó con suavidad. Cuando la niña regresaba, urgida por los padres, un pequeño rictus de la estatua dulcificó la expresión por un instante. La niña no necesitó darse la vuelta para captarla en toda su intensidad.

domingo, 10 de febrero de 2008

Gregarismos


Después del agotador día de visitas, la profesora se compadeció de los alumnos y les dijo que disponían de una hora libre donde podrían ¡por fin! hacer lo que quisieran, siempre que se comportaran con el civismo esperado y, transcurrido ese tiempo, se encontraran todos en el mismo lugar en que se hallaba aparcado el autobús. La alegría cundió en las filas de los chicos, que se iban a ver libres de las imposiciones y de la obligación de ir todos juntos a todos lados, oyendo explicaciones no pedidas y visitando lugares que se les daba una higa. Después de un rato de un nervioso y alegre desconcierto, los muchachos hallaron el mejor modo de sentirse bien, libres, sin ataduras y estando donde habían decidido voluntariamente estar.

jueves, 7 de febrero de 2008

Manipulando emociones


El papá se había ido hacía unos meses, pero la madre, antes de separar sus destinos, había hecho una copia en color de su carné de identidad, que llegó a plastificar, no sabía bien por qué. Sus hijos lo recordaban casi siempre mirando de frente, pero la pequeña tenía grabada la imagen de su cara. Nadie sabía cómo, pero aquellos rasgos resultaban nítidos en su recuerdo, donde aparecían con una expresión adusta, pero serena. Un día, mientras lloraba con desconsuelo, su madre comprobó por azar que dejarle aquella copia en plástico duro entre sus manitas tenía un efecto balsámico y reparador. Poco después su hermano también aprendería que quitársela tenía unas consecuencias contrarias, y que le otorgaba un excitante poder. Pero lo suyo ya nada tuvo que ver con el azar.

jueves, 24 de enero de 2008

Hasta el pífano


-Que sí, tío, que vamos detrás de Gaspar
-¿Otra vez? Joé, como el año pasado.
-Noooo. Como hace dos
-Es igual, ¿qué más da?
-Bueno, en realidad...
-Tú, calla, que con el peta ése ya tienes bastante
-Bueno, vale...
-El caso es que este año es la última vez, lo juro
-Anda, no digas bobadas, qué va a ser la última vez, si tu madre es concejala
-Mira que...
-Y calla, que voy por la cuarta pantalla y es mi récord
-Joé, no hay derecho, estoy hasta el pífano de tanta gilipollez
-¿Hasta dónde, dices?
-Mira, déjalo, anda, y acaba de una vez, que, a este paso, nos llega antes el costo que encargamos al Charli en Ceuta
-Costo, costo... ¡Qué ceporros sois! Ya veréis, ya, cuando me traigan la Wii de Nintendo

martes, 22 de enero de 2008

Huyendo de lo oscuro



Cuando una niña escapa de manera tan rotunda, sin atender siquiera a que tras ella no hay nadie, es que el miedo se encuentra en lo más profundo de su cabeza, en los relatos que acaso le hayan contado con prisa y mala gana, en los gritos de unos padres que incluso es posible que los acompañen de violencia física, en las imágenes que pueda haber visto en una pantalla de televisión o en un brutal videojuego.
Las posibilidades de huida son siempre infinitas, tantas como las causas que las provocan, pero todas ellas parten de lo más profundo, de lo más oscuro, de ese lugar del que la niña pretende alejarse (ojos cerrados, trote veloz, decisión firme) sin darse cuenta de que lo lleva consigo misma allá donde sus piernas la desplacen.

domingo, 13 de enero de 2008

Juego, felicidad


Los gestos más puros son de quienes no nos miran, de quienes no se sienten observados. De entre ellos, los de los niños son los más sinceros, los más naturales, los más dignos de admiración.
Contemplar las evoluciones de un grupo de niños mientras juega es una gozada para los sentidos, en el más puro, estético (y humorístico) sentido del término.
Esta instántánea no fue, en cambio, tomada por mí, sino por otra persona que comparte mis gustos y algunas de mis principales aficiones, y que atiende por Isabel Fraga. El mérito es, pues, suyo. Yo sólo resalté un poco el resultado final.

sábado, 12 de enero de 2008

Soborno confidente


Se conoce que la chiquilla no se fiaba de los Reyes Magos, que la carta enviada días antes no le ofrecía suficientes garantías de que lo solicitado llegaría algún día a sus manos. Por ello, nada mejor que ejercer presión sobre algún protagonista que asegure el encargo con mayor fiabilidad. Nadie mejor que uno de los camellos reales para hacer las mejores migas y, a cambio de quién sabe qué prebendas, asegurarse el botín ansiado. Los gestos son bien evidentes. Ella, vigila intromisiones. Él, se solaza ante el atrevimiento y sonríe ante el previsible soborno. Un adecuado tráfico de influencias, muy acorde con los tiempos que vivimos.

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