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jueves, 5 de marzo de 2009

DONDE LA LUZ SE ACABA

martes, 3 de marzo de 2009

SOLO UNA LAJA DE ALABASTRO

sábado, 21 de febrero de 2009

lunes, 2 de febrero de 2009

FUEGO DE FUEGOS

lunes, 26 de enero de 2009

EFECTOS ANTIGRAVITATORIOS DE LA FE

sábado, 31 de mayo de 2008

Luces vigilantes


Ante la mar, las farolas vigilan cualquier cosa que se aproxime al paseo marítimo. Les gusta iluminarlo todo convenientemente. Pero ni tienen la potencia de un faro, ni la nitidez que una lectura atenta puede requerir. Son confidentes mudos, estáticos, bienintencionados, del paso del tiempo, de las nubes, de las aves, de las tormentas, de los crepúsculos. Pero, también, son testigos discretos de repetidos requiebros amorosos, de sistemáticas ebriedades juveniles, de juegos infantiles y discusiones políticas o matrimoniales. Entre tanta tarea asignada, las farolas no saben en qué punto quedarse, entre lo que pueden, lo que saben, lo que deben o lo que les gustaría. Mientras, aguardan: a las gentes, a los navíos, a los elementos.

miércoles, 23 de abril de 2008

Catarsis


Cuando se produjo la explosión, nadie estaba atento. Era de noche, y nos habíamos concentrado para otro evento ruidoso y multicolor. Pero, de repente, se escuchó el estampido que nos sacó a todos de nuestra actitud distendida y festiva. Pudimos confundir la deflagración con la de los fuegos artificiales que estaban teniendo lugar frente al mar. Pero la violencia del sonido, la lluvia de cascotes que dejó sembrada la playa de heridos, y los dos coches que volaron por encima de nuestras cabeza, no nos dejaron lugar a dudas. La fiesta devino tragedia. Como siempre, a traición. Poco antes de producirse la explosión aquella noche, bolas y palmeras de puntos de luz surcaban el cielo y el olor a pólvora festiva lo inundaba todo. La imagen que tenemos impresa de aquel momento es horrible, sanguinolenta, caótica, pero la hemos ido borrado nuestras mentes, por prevención terapéutica. Si queremos recordar lo que sucedió aquella noche, recurrimos a imágenes como ésta, que nos reconcilian con la vida sin aludir a la muerte. Los más habilidosos ya no recuerdan nada. A algunos nos cuesta algo más, pero no dudamos de alcanzar el gozo de esos pioneros, maestros del olvido metódico, catártico, liberador.

sábado, 29 de marzo de 2008

5:30 AM, al salir, y acabar


-Uauuu, qué cebollón, madre, puffffff, qué noche llevo, joé, si es que lo de este sitio no es normal, vamos, aaahh, sí, sí, síiiii, es que esa plataforma que subía y bajaba era tope, joder, y el pincha, súper-total, cómo se lo monta, claro que para montadas la del Kepa con la Charo en el váter, qué gritos, uuuuuuaaaauuu, dios, qué flipada, qué buen material nos pasó el Manu, tupitupitupi, vamos, coño, arranca ya que pareces mongol, sí, a ti te digo, qué passssa, mira, porque ahora estoy medio flotando, anormal, que si noooo, uiaiauuuaiii, y meto primera, segunda, raum, raum, tercera, cuarta, brom, brommmm, y quintaaaa, toma, toma, toma, uauuuu, cómo pasan esas luces, qué rápidas, qué curvadas, yyyyayyayy, qué bien voy, coño, como nunca, qué lineas tan chulas, yakayaka, cómo se mueve todo, cómo voy, cómo vengo, ahhhhhh...

martes, 4 de marzo de 2008

Concierto flamígero


Con la catedral iluminada desde fuera, y ya sentados, con todo el coro dispuesto, y los instrumentistas en su sitio, intuimos que aquella noche iba a ocurrir algo para lo que nuestras mentes no estaban preparadas. El concierto de órgano y trompeta inició su andadura, y las notas fueron ocupándolo todo, hasta los resquicios más solemnes y recónditos. Nuestra emoción, también en aumento, contribuyó a que todo pareciera una hipérbole inenarrable, inmensa, necesaria. Cuando las naves se incendiaron a partir del triforio, nadie se dio cuenta, de tan embebidos que nos hallábamos en aquel océano de melodías entrecruzadas. Nadie cesó en la ejecución de aquella obra suprema, y ni siquiera el coro se movió, a pesar de que no cantaba nadie en ese instante. Nadie, pues, sintió las lenguas de fuego mordiendo nuestras carnes. Aquello fue un momento de éxtasis completo, que el ulular exterior de las sirenas de bomberos y ambulancias no logró traspasar. Quienes sobrevivimos, no pudimos declarar apenas. Aun seguíamos traspasados por la trompeta de Maurice André, extasiados por Ricardo Muti, incendiados definitivamente por Telemann.

sábado, 9 de febrero de 2008

Inspiración


Apoyado en un banco contra un pajar, el joven caminante buscaba afanoso las palabras que le faltaban para acabar una canción que estaba componiendo. Mientras, rasgaba su guitarra con más mecánica que técnica, y con la mente más puesta en las rimas que en los acordes. Al rato, maldijo. Era normal, pensó, que en un pueblo tan horroroso, con las casas medio derruidas, sin apenas un alma, con más barro que hormigón, con más suciedad que líneas rectas, era normal que no pudiera inspirarse con la suficiente calidad. Así estuvo un par de horas. Hasta que pasó un campesino, que le hizo un ademán no tanto de indicación como de saludo, pero que con la mano dirigió su mirada hacia la calle más ancha. Y entonces contempló la conjunción sencilla y exacta de una farola antigua atravesada por un níveo contraluz, de la nitidez del primer plano y de la borrosidad del fondo, y del cromatismo terroso y uniforme del adobe. Se sonrió. Lamentó las maldiciones precedentes. Y la letra de la canción comenzó a surgir con fluidez y aliento, sin que nada la estorbase en su brotar.

martes, 29 de enero de 2008

Los surferos


Los surferos se adelantan a todos. Por encima de las cabezas de quienes les observamos atónitos, sus tablas divergen en su carrera infinita sobre la ola eterna. No se mueven, pero todos les vemos cómo se deslizan, cómo compiten por tomar mejor la entrada, por arquear mejor su musculatura de metal, por equilibrar sus proporcionados miembros. Día tras día, los surferos nos deleitan en una carrera que nadie inició, pero a la que se vieron abocados sin posibilidad de elección. De día y de noche, con sol y bajo el agua, su simétrica asimetría no nos mueve a una reflexión, sino a seguir contemplándolos, imaginando quién antes, quién más tiempo. Los surferos, es evidente, nos llevan mucha ventaja: se nos han adelantado a todos.

viernes, 25 de enero de 2008

La iglesia sobre el castillo


Dicen que es verdad, que de noche el frío invernal se infiltra en la ciudad amurallada, y que cuando todos duermen, algunas zonas se llenan de movimiento, pero nadie alcanzó a a ver con nitidez las formas que se mueven como centellas.
Dicen los más viejos del lugar que el castillo está encantado porque se construyó sobre una iglesia, donde había enterrada una comunidad de monjes, que en las noches gélidas de invierno se desperezan y se revuelven, filiformes, por toda la ciudad, observando los desafueros de quienes les sucedieron en el solar donde ellos moraron un día no tan lejano.
Dicen también que la fortaleza, acosada por las almas en pena, cede siempre al asedio y que, mientras sus lienzos de muralla se derrumban uno tras otro, emerge, imponente y deslumbrante, la espadaña de aquel templo donde un día rezaron a su dios sus antiguos propietarios. Los más atrevidos afirman que su color es de un rojo sangre, ajado por el tiempo, por la melancolía de la reaparición cíclica, nunca completa ni definitiva.

domingo, 13 de enero de 2008

Burbujas de navidad


Todo el mundo odia la Navidad, pero todo el mundo se sumerge en ella. Yo ya no digo ni Pamplona, pero procuro aprovechar las cosas hermosas que la misma nos procura. La iluminación suele ser hortera, repetitiva, gastosa, por no hablar de las connotaciones religiosas de la misma.
Pero si uno se mueve un poco, y mira con atención, a veces se encuentra uno con cosas distintas, que al fin y al cabo son las que nos emocionan más porque combaten mejor la sensación de rutina o monotonía.
Esto bien podría ser un ejemplo de ello.

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