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domingo, 31 de enero de 2010

MICRORRELATO

LA CERILLERA Y EL SOLDADITO DE PLOMO
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La cerillera se moría de frío en la noche invernal. No había vendido nada, por lo que estaba de muy mal humor. Un niño, que pasaba con su padre de la mano, le arrojó en la faltriquera un soldadito de plomo viejo con el que iba jugando. Lo miró y lo palpó con los deditos que asomaban por los mitones. Estaba caliente, pero no le confortó lo más mínimo, pues estaba muy enfadada, así que se dedicó a darle repetidos golpes contra el suelo. Como la sonrisa del soldadito siguiera siendo la misma, pese a la deformidad del resto del cuerpo, se propuso castigar tamaña insolencia. Cogió una caja de cerillas, y una a una las fue encendiendo y aplicando a la cara del muñeco. Éste, poco a poco fue desfigurándose y deshaciéndose hasta que múltiples gotas fueron cayendo al suelo. Ella se dedicó a derretirlo por entero, y tanto empeño invirtió, que las gotitas de plomo quedaron esparcidas a su alrededor. Agotada y sin que hubiera cambiado su humor, se recostó sobre el quicio de la puerta donde se encontraba. Sería su última noche. Aterida, moriría cerca del amanecer con un horrible rictus en su cara. Él la había precedido sólo unas horas antes. Su eterna sonrisa planeaba ya sobre ambos.
Del libro Micrólogos

martes, 28 de abril de 2009

...Y CON LA ESPADA DANDO

viernes, 6 de marzo de 2009

jueves, 26 de junio de 2008

Envidias


-Vamoh, niñaaaa, que yevah tóa la mañana con el puto luná pa'rriba y pa`bajo.
-(...)
-Si, total, no te ha cresío de ayé a hoy.
-(...)
-Ademá, no é feo del tó. Te sienta bien. Paresse que puéh mirá de espalda.
-(...)
-Ay, nena, qué pesaíta ehtá con la cosa física. Si totá, er chico ése te quiere lo mihmo. ¿No vé que sólo te quiere pa'una cosa, tonta'l pino?
-(...)
-¿O qué te crée, que ese tío te quiere?
-(...)
-Mira, a esoh gachó, me loh conoc-co yo, Si yo te contara, hiha.
-¿Tú? ¿Qué vah a contar tú, si no te comeh ná?
-Ezo é lo que tú te crée. De todoh modoh, no hablamoh de mí, sino de ti, bonita, y te digo yo que ese tío, no te quiere máh que pa'l seso.
-(...)
-Y pa'eso, da iguá que ehtéh gorda que flaca, porque... ya me entiendeh.
-(...)
-Y lo de lah manchita, máh de lo mihmo.
-(...)
-Si, totá, pa'lo que te va a dá ese muertodhambre.
-(...)
-Que zeguro que hahta foya má, como zi lo viera.
-Mira, guapa, mi novio me quiere, me guhta y me foya de vissio.
-Ah, ¿sí?
-Sí, ¿y zabeh otra cosa?
-¿Qué? A vé...
-Pueh que te den por culo, bien dao, pero bien, a ver si así deha de jodé al personá, que no hay dioh que te aguante, tontalnabo, envidiosa de mierda, que si tuvierah algo que yevarte a la entrepierna, a lo mehó se te quitaba eza cara de malfollá que yevah siempre, bonita. Ale, condió.

martes, 24 de junio de 2008

Petición final


-He acudido a ti pensando que atenderías mi ruego. No lo he hecho antes porque sabía que sería difícil que me perdonaras. Aun con todo, no puedo evitarlo, me es imprescindible tu ayuda. Eres el único que podría entender mi estado. Nadie más puede ponerse en mi lugar. Sólo tú, que pasaste por lo mismo. Entonces recibiste mi ayuda, ¿recuerdas? Es verdad que luego traicioné tu confianza, y te arrebaté lo que más querías. Durante dos años, el espejismo cobró fuerza y yo me creí vencedor. Ella ya se ha ido, como podrás haber imaginado; no hay mucho que explicar, y tampoco me apetece darte detalles. Mi vida era un asco antes de ella, y sin ella es sólo el fósil de un recuerdo, que lacera mi mente a cada latido que me impulsa adelante, sin quererlo. Pero ya no me apetece continuar viviendo. Sólo me resta ya confiar en que atiendas mi petición de auxilio. Apelo a que tu sentido del honor y de la venganza me puedan facilitar el camino que tengo decidido. No tengo valor para hacerlo solo (casi nunca lo tuve para casi nada). Te ruego, pues, que me ayudes en mi deseo y satisfagas de paso tu desquite. Necesito que alguien cortante como tú me dé el corte definitivo. Del modo que prefieras, como tú quieras, con el objeto que esté en tu mano. No te ahorres crueldad, si eso te satisface. Eso sí, no falles, como me sucedió a mí.

sábado, 7 de junio de 2008

Héroes anónimos (reos de insurrección)


Sí, sintieron un pánico atroz. Como casi todos. Sabían que iban a morir, y la perspectiva les fue llenando de terror, a medida que se iba acercando el momento final. Se habían portado como valientes, y se habían levantado contra lo que consideraban una injusticia. Es verdad que se equivocaron en el juicio de la realidad, pero ello no resta un ápice de importancia a su gesto. Ellos no murieron bajo los cascos de la caballería imperial, ni tiroteados por los fusileros alsacianos. Sólo fueron detenidos, e iban a ser utilizados para dar un escarmiento. Morirían fusilados, en la oscuridad, al día siguiente, teniendo por testigos a sus mismos verdugos, al relente nocturno y a su propia dignidad. Pero, sí, tuvieron miedo. Notaron cómo la sangre se les iba acelerando conforme los minutos pasaban, cómo nada iba a interrumpir la maquinaria militar en que habían sido introducidos por fuerza. Tuvieron mucho miedo, aunque nada ni nadie fue a impedir su muerte. Pero en el último momento, la luz de un fanal reflejada en un pecho abierto, nos dejó en la retina una imagen más nítida de lo que sucedió, para ayudar a la memoria a construir un símbolo imperecedero, que reconoceremos de inmediato, para siempre.

lunes, 2 de junio de 2008

Pescas divergentes


-Mira, Manolo, yo no doy más de mí.
-Pero, mujer, y ahora, ¿qué pasa?
-Pasa, que ya me cansé.
-Y ahora ¿de qué te cansaste? Porque la semana pasada fue de jugar al tute a dos bandas.
-Pues me cansé de venir a pescar contigo.
-Y eso, ¿desde cuándo?
-No me gustó nunca, hijo, nunca.
-Pues me entero ahora mismo. Parecía que venías con ganas.
-Era por darte gusto, pero siempre me aburrí como una osa. Y además, estoy cansada de todo lo restante.
-Pues mira cuándo me voy a enterar...
-Siempre hay un momento primero para todo.
-Claro, pero ya podías haberlo dicho antes. Habrías ahorrado disgustos
-Eso se dice muy fácil, pero a ti cualquiera te lleva la contraria, hijo.
-Ni que hubieras acabado en el hospital conmigo.
-Bueno, porque no fui a dar parte nunca, pero...
-Pero ¿qué?
-Nada, nada. Que me aburro, vamos, y que no vengo más. Te quedas con la caña y todo, y así pescas tú el doble.
-Pues tú verás lo que haces, porque yo en casa sola no te pienso dejar.
-Pues tú verás lo que haces, porque a esta altura ya me da igual todo.
-Y con eso, ¿qué quieres decir?, a ver.
-Quiero decir, que ya me cansé, ya te digo. Y no sólo de pescar, sino de todo lo que tiene que ver contigo.
-Ya, y eso lo decides tú solita, ¿verdad?
-Pues claro.
-Pues no está nada claro. Y ya te estás yendo para casa, que cuando
yo llegue ya aclararemos esto mismo y más cosas. Y con la cena puesta, por supuesto, que empiezo a tener gazuza.
-Faltaría más.
-Menos cachondeo, que la tenemos.
-La vamos a tener igual, así que...
-Que ¿qué?
-Que allí te espero, y que la tendremos; y gorda, te lo garantizo.
(Y seguro que va a ser la última, de eso me encargo yo).
-Pues a lo mejor es la última que tenemos.
-Pues sí, mira, eso también lo pensé yo. Ya era hora de que coincidiéramos en algo. Aunque igual no, porque mi final seguro que es diferente al tuyo.
-Bueno, anda, tira pa'casa, que ya voy yo dentro de un poco.
-Sí, sí, no te demores, que las cosas en caliente, mejor.
(No sabes lo caliente que estoy, pero no para la cama, sino para clavarte un hierro entre los ojos, animal)
-A ti te voy a calentar yo el morro todavía.
-Venga, en casa te aguardo; mientras, tendré todo a punto
(la cena, la lumbre, la escopeta...).

lunes, 19 de mayo de 2008

Remedio cristiano, mano de santo


-Que en serio se lo digo, Sor Tea, de mañana no pasa.
-No se lo tome así, Sor Prendida, estas cosas, ya se sabe...
-Que no. Le digo que a esto hay que ponerle coto, porque lo siguiente sólo el Señor sabrá en qué quedará la cosa.
-Exagera, como de costumbre, hermana; la cosa no es para tanto.
-¿No? ¿Cree vuestra reverencia que lo de esta mujer es normal?
-En fin, normal, normal...
-Sí, normal. Desde luego, a mí no me lo parece; porque que cada vez que salimos del convento (por la razón que sea) tengamos a la pelma ésta tras de nuestros pasos, vayamos donde vayamos y hagamos lo que hagamos...
-Desde luego, pero es que la pobre debe tener algún retraso, digo yo.
-Bueno, pues si lo tiene, que sus responsables la tengan controlada, que alguien así no se puede dejar suelta.
-Pero, ¿y si en realidad quisiera decirnos algo?
-¡Qué va a querer, hermana, qué va a querer! Si así lo deseara, ya lo habría hecho, que tiempo y oportunidades no le han faltado. ¡Que la cosa ya va para un año así!
-Sí, ya. No, si bien mirado...
-Esto lo arreglaba yo en un abrir y cerrar de manos. La mandaba al infierno sin escalas ni absolución posible.
-Madre, qué cosas tan terribles dice, Sor Prendida.
-Nada de terribles, Sor Tea. Sería mano de santo, nunca mejor dicho.
- (...)
-Sí, como se lo digo. Allí mismo la mandaba yo, si pudiera. Al infierno de cabeza.
Lo que pasa que no está en mi mano, que si no...
-Ay, ay, ay. Ave María purísima...
-Sin pecado concebida.
-Por Dios, por Dios.

viernes, 2 de mayo de 2008

Falsedades


-Estoy harto de falsedades. Demasiados errores jalonan mi vida, y soy el desgraciado producto de todos ellos. En primer lugar, no me llamo Frankenstein. Ese fue el malnacido (él se autodenominaba doctor) que me creó juntando y cosiendo, a modo de remiendos, los penosos restos de otros hombres. Fue tan infame, que ni nombre me dio. Soy su creación, sí, pero en realidad soy el monstruo que dio a luz su cabeza monstruosa. Por otro lado, tampoco tengo tuercas ni tornillos saliendo de mi cabeza y cuello: la creadora de mi historia jamás ideó que fuera un ser con partes de metal, sino un amasijo de vísceras y miembros humanos. Ha sido el cine el culpable de que hoy todos me identifiquen con la imagen de ese famoso actor de los años treinta, que tan bien daba en pantalla, pero que tan poco se me pareció nunca. También ha sido el cine el responsable de la imagen hasta cierto punto edulcorada que ese ser transmite. Yo soy mucho más malvado que él, a quien se muestra como un ser que comete maldades sin darse cuenta de ello. Yo, no. Yo las he cometido consciente y gustosamente. Y seguiré cometiéndolas por siempre. Tampoco buscaré el diálogo con mi creador para que ese bastardo me dé la vida que merecí o me asigne la muerte digna de los desheredados. Estoy harto de falsedades. Hora es de que diga la verdad. El impostor ya no existe: yo mismo lo estrangulé. Nadie de su familia existe, tampoco: uno a uno fueron cayendo. Me he vengado como procedía. Siempre fui exactamente el monstruo que los demás fueron creando en su imaginación, justo eso. Y no quiero dejar de serlo nunca más. Es mi esencia real, la única, sin falsedades.

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