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miércoles, 13 de mayo de 2009

LOOR AL LINAJE GLORIOSO

jueves, 30 de abril de 2009

AHORA, SÍ, YA PARA SIEMPRE

sábado, 25 de abril de 2009

VIVIR ES IR PERDIENDO

sábado, 18 de abril de 2009

domingo, 8 de febrero de 2009

martes, 27 de mayo de 2008

Ancianidad sin esperanza


El viejo ha notado la brisa fresca de la mañana y se ha decidido a salir de la residencia donde pasará el último tramo que le resta de vida. Ha paseado un poco por el centro, con un ritmo cansino, despreocupado, sin prisa, porque no la tiene. Ahora, lo que le sobra es tiempo. Tiempo y recuerdos, que moldea a su gusto, porque el cerebro debe ayudarlo a vivir y no a castigarlo con la conciencia de una vida que unos podrían tachar de inútil o perdida, demasiado entregada a los demás, sobre todo a unos demás que ahora no miran por él. El viejo recorre la ciudad por las partes más bulliciosas, pero siempre acaba en una pequeña plazoleta interior de una manzana de edificios. Allí se sienta siempre a una hora en que no hay demasiado ruido porque los críos aún están en la escuela. Hay silencio y hay soledad. Justo los ingredientes que ahora son su temática más recurrente. ¿Qué le queda? La paciencia, la experiencia que le permite valorar las pequeñas cosas, y saber que sólo lo que construya día a día será tu tesoro vital, su alimento diario hasta que el final sobrevenga, más pronto que tarde. El viejo, al final de la caminata, se sentirá un poco más viejo, pues cuando uno piensa en exceso en sí mismo, vive más aprisa, lo que no quiere decir que viva más, ni mucho menos. Su realismo le impide hacerse idílicas ilusiones de mejora, pero tampoco le proporcionará duros desengaños para cuya defensa cada vez se tienen menos recursos. Sentado en su banco de frío metal pintado de blanco, destaca sobre el entorno por sus vestimentas oscuras pero elegantes. Dentro de poco, se levantará y deshará el camino andado de vuelta al único sitio que le queda, la residencia donde ha aprendido que las palabras "hogar" y "esperanza" puede cambiar radicalmente de significado y también de sentido.

viernes, 16 de mayo de 2008

Volar cansa


-Sí, volar me cansa. La edad no perdona; ni siquiera a mí. Aunque mi cara no lo aparente, varios son los siglos que he podido contemplar con mi mirada. Y también es verdad que cuanto contemplo cada vez me resta energía. Los conjuros son cosa del pasado, las venganzas se materializan de muchas otras formas y mi forma de vida nocturna no tiene cabida en este mundo al que hemos llegado no se sabe cómo. Nadie cree en nada ya. O, mejor dicho nadie cree en lo que se creía. Ahora todo es más banal, menos profundo, menos intenso. Podría ser que no fuera así, y que lo que siento sea algo subjetivo, personal. Daría igual: si soy yo quien lo siento, soy quien lo padezco. Y estoy cansada de volar. Pero es que ya me cansa hasta estar inmóvil sobre este pedestal de mimo que me he agenciado. Y ejercer esta tarea para obtener tan sólo unas monedas con las que poder subsistir supone una humillación para mí, que he sido tanto. Los recesos cada vez me alivian menos, y pienso más, a medida que los años me restan vitalidad. Tal vez lo mejor sería emplear las fuerzas de que aún dispongo en un último encantamiento. Con él me convertiría en algo imperecedero, imposible de olvidar, con el que alcanzaría la memoria de las gentes y mi existencia sería recordada por los siglos, al menos por tantos como he vivido yo. No sé. Puede que sea buena idea. O puede que no. Estoy cansada, muy cansada. Y he de levantarme enseguida, que ahí viene un nutrido grupo de turistas japoneses, que ésos sí que dejan buenas moneditas siempre. Y tengo la despensa vacía...

sábado, 10 de mayo de 2008

Escaleras al recuerdo


Subí muchas veces esa escalera de pequeño, cuando me mandabas ir al desván a que descubriera por mí mismo que había mundos extraños que se podían juntar en un lugar lleno de polvo. Cuando te fuiste para siempre, mi memoria te recordaba en cada aspecto positivo que la vida me fue dando. También bajé en muchas ocasiones esos peldaños, cuando iba a la escuela, cargado con la mochila que me habías comprado al principio del curso, cuando ya no tenía esperanza de que lo hicieras; o cuando trasladamos la antigua biblioteca al salón que habilitamos tras tirar el maldito tabique. Subimos y bajamos ambos muchas veces esas escaleras. Ahora sólo se puede contemplar con la mirada la devastación que el tiempo ha llevado en lo que fue nuestra casa. Dos líneas quebradas oblicuas sobre la horizontal del suelo, unos colores sucios y terrosos que tienen más que ver con el tiempo y la memoria que con cualquier realidad presente. Unas manchas en zigzag que servirán para pintar tu rostro con la mente, ayudado por mi recuerdo. Porque, si me esfuerzo, sabría reconocer en todas esas grietas cada una de tus hermosas arrugas, y tus blancos dientes en la sombra de esos peldaños desnudos.

sábado, 15 de marzo de 2008

Recordatorio manriqueño



(...) Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

(...) Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

(...) ¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

(...) Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos (...).

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