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sábado, 7 de junio de 2008

Héroes anónimos (reos de insurrección)


Sí, sintieron un pánico atroz. Como casi todos. Sabían que iban a morir, y la perspectiva les fue llenando de terror, a medida que se iba acercando el momento final. Se habían portado como valientes, y se habían levantado contra lo que consideraban una injusticia. Es verdad que se equivocaron en el juicio de la realidad, pero ello no resta un ápice de importancia a su gesto. Ellos no murieron bajo los cascos de la caballería imperial, ni tiroteados por los fusileros alsacianos. Sólo fueron detenidos, e iban a ser utilizados para dar un escarmiento. Morirían fusilados, en la oscuridad, al día siguiente, teniendo por testigos a sus mismos verdugos, al relente nocturno y a su propia dignidad. Pero, sí, tuvieron miedo. Notaron cómo la sangre se les iba acelerando conforme los minutos pasaban, cómo nada iba a interrumpir la maquinaria militar en que habían sido introducidos por fuerza. Tuvieron mucho miedo, aunque nada ni nadie fue a impedir su muerte. Pero en el último momento, la luz de un fanal reflejada en un pecho abierto, nos dejó en la retina una imagen más nítida de lo que sucedió, para ayudar a la memoria a construir un símbolo imperecedero, que reconoceremos de inmediato, para siempre.

domingo, 27 de abril de 2008

Nemini parco

A nadie respeto, es verdad. Siempre ha sido el reproche que me han arrojado quienes han alcanzado categoría social, fama, dineros. Pero, por contra, quienes padecieron en vida los rigores de la injusticia, la desigualdad y el abuso, sonreían en el último momento, sabedores de que sus opresores correrían igual suerte, a mi lado. Soy la gran igualadora, la única seguridad para todos, la temida por doquier. Mi condición me envuelve en un sudario permanente que tiene más de castigo que de poder. A nadie respeto, y a todos alcanzo. Todos me respetan, y nada ni nadie pueden contra mí. Mi alma podría resentirse, es verdad, aquejada de soledad o de rutina y monotonía; también, de inabarcable eternidad. Pero, no. Soy el ser más feliz que ha sido creado. Mi existencia -concédaseme el recurso poético- es plena, absoluta, incesante, llena de momentos cumbre y también de trabajo duro, que me impide pensar demasiado. Ahí tal vez radique la causa de mi éxito, de la felicidad permanente que me embarga: en mi carencia de tiempo, en mi escasez de pensamiento, en mi ausencia de vida.

sábado, 15 de marzo de 2008

Recordatorio manriqueño



(...) Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

(...) Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

(...) ¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

(...) Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos (...).

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