miércoles, 23 de mayo de 2018

ATACANDO LOS PREJUICIOS POR LO MUSULMÁN


De acuerdo, lo confesamos no sin reticencias. Esta cúpula no pertenece a la Alhambra, ni a alcazaba alguna. Es una obra realizada bajo auspicio cristiano. Fue construida en el primer cuarto del s. XV en Sevilla. Pero no es musulmana. Sólo es mudéjar. Se trata de la cúpula del Salón de Embajadores de los Reales Alcázares sevillanos, en concreto a la parte mandada construir por Pedro I. 

A veces, pruebo a mis alumnos, poniéndoles sin cartel ni aviso de ningún tipo, una obra como ésta, u otras, bien musulmanas propiamente dichas, bien corregidas por el tamiz cristiano en la mixtura mudéjar. La mayoría, hasta los más ceporros, suelen alcanzar la expresión “¡qué pasada!”, que es justamente lo que pretendo con el experimento. Luego, les comento que todo eso tiene su origen en el Islam, y en la prohibición de mostrar personas o animales, y cómo la decoración bajo múltiples formas y expresiones alcanzó con ellos cotas magníficas de belleza, que solemos desconocer. Pero también les azuzo para que acaben reaccionando en contra, para que salgan sus críticas a todo lo musulmán. Suelo hacerlo en horario tutorial más que en clase de Arte, porque conociéndolos y conociéndome, la clase “oficial” se iría a tomar viento. La idea es que reaccionen. ¿A qué? A las ideas preconcebidas de que todo lo musulmán es atrasado, sucio o malintencionado.

A continuación, les cuento que en el año 1.000 la ciudad más populosa de la España cristiana era León, y que tenía sólo 10.000 habitantes, y un nivel de higiene deplorable y una cultura por lo común limitada a los monasterios, como bien indicara en famoso libro Sánchez Albornoz. Acto seguido, les refiero que en ese mismo año, Córdoba, capital del califato homónimo alcanzaba los 500.000 habitantes (¡medio millón, sí!, sólo superada por la Constantinopla bizantina), con un nivel impresionante del control del agua y del alcantarillado, y una red increíble de baños públicos, teniendo en cuenta que se trataba de una ciudad con un clima cálido buena parte del año; que la traducción de obras antiguas, filosofía, la poesía, la medicina y otras disciplinas brillaban con una luz propia que en toda Europa reconocían los pocos fanáticos que en ella había. Todo lo cual les hace mover el ceño. Unos, extendiéndolo, rendidamente admirados. Otros, frunciéndolo, visiblemente molestos.

A los primeros, la explicación les dará otro punto de vista, otras plataformas desde las que ojear nuevos horizontes. A los otros, inasequibles a las orejeras del fanatismo educativo familiar, o de la religión, o de los prejuicios, cuando no a todo ello junto, a ésos, insisto, la clase sólo habrá servido para afianzarles un poco más en que su profesor es poco patriota, un débil multiculturalista como Rodríguez Zapatero, y quién sabe qué cosas más que no me dicen, aunque a veces adivino. Pobres. Jamás adivinarán que únicamente hablo para los otros, que son quienes en realidad me escuchan, y no sólo me oyen. Eso sí, las imágenes se las tragan. Quieran o no.

Cúpula del Salón de Embajadores de los Reales Alcázares  (Sevilla, Andalucía, España)
Enero, 2018 ----- Nikon D500

martes, 22 de mayo de 2018

101 DILEMAS ÉTICOS (INTRODUCCIÓN PARA HACER BOCA)

Como siempre estoy comprando libros, alguno ha de haber con la etiqueta de prescindible o innecesario. El que me compré ayer puede que tenga esta calificación, o puede que no. Recuerden quienes esto leen que en su momento me gasté una ridícula cantidad de pesetas (no sé si 25 ó 50) en comprarme el Libro de las preguntas, de Gregory Stock, que lo adquirí como parte de un lote de más volúmenes, y que luego, a lo tonto, acabó generando un libro de mi parte -por completo prescindible, éste sí- en respuesta a todas y cada una de sus preguntas, y que yo aquí voy ofreciendo al respetable en espaciadas y poco agobiantes entregas. O sea, que nunca se sabe. El que me llamó la atención ayer hasta el punto de comprarlo per se, y sólo ése (es raro que yo salga de una librería con un libro “sólo”), se titula 101 dilemas éticos; la editorial: Alianza; su autor, Martin Cohen.

Dicho así, no parece mucho, a pesar de sus 650 páginas en formato octavo. Pero a mí me encantan los retos. Y el primero que me pasó por la cabeza es que si me lo leo, y la cosa me gusta, podría proponer aquí los dilemas que me resultasen más atractivos, enrevesados o dignos de debate. Porque la ética se las trae. Parece que estamos jugando con hipótesis, con futuribles o con ucronías, y resulta que se está dirimiendo en este caso concreto la posibilidad de ser un canalla o alguien honesto... así, en la misma página, y dependiendo de lo que se responda.

En realidad, nos pasamos la vida eligiendo entre opciones no demasiado separadas entre sí, pero cuya respuesta determina los caminos por donde circulemos en nuestra existencia. Parece una tontería, pero nada hay más importante que la ética, a mi modo de entender. Parece una tontería, sí, pero de qué respondamos, de cómo actuemos, de qué elijamos, dependerá nuestra suerte, nuestra desdicha, nuestro bienestar o nuestras pesadillas más recurrentes. Muchas veces, todo parte de una mala elección, de una postura más arriesgada, o menos convencional. Y, de repente, todo cambia: a mejor, a peor; difícilmente todo queda como estaba. Siempre hay consecuencias.

Ya iremos viendo qué depara este volumen. Pero, para muestra y golosineo del personal, ofrezcamos un ejemplo sencillo y reciente. 

Dos líderes de un partido político minoritario pero creciente en apoyos, acaban uniendo sus vidas en lo sentimental y en lo económico. De resultas de sus debates amatorios, ella acaba embarazada, y de común acuerdo, deciden cambiar su lugar de residencia. Y compran una buena, espaciosa y bien resguardada de la primera línea de espionaje ciudadano. Una casa de esas que generan envidias. Como entre los dos sueldos de diputados, tienen un nivel de vida medio-alto, y se pueden permitir solicitar una hipoteca a un banco por el resto del dinero que precisan, por lo que se endeudan para 30 años, como cualquiera. Sin embargo, hay que añadir como datos relevantes que ambos pertenecen a un partido que lleva abogando desde el inicio por la limpieza, la transparencia y la lucha contra la corrupción, constituyendo un partido de izquierdas (sic); además, hay que saber también que  él, hace un tiempo criticó severamente a un ministro conservador por comprarse un inmueble de valor parecido e hizo veladas alusiones a la procedencia de los dineros necesarios para adquirirlo. Por lo cual, ahora mucha gente de los partidos rivales, de los medios de comunicación y de su propio partido, consideran gran falta de coherencia el asunto de la casa, y durante unos días acaban siendo la comidilla de los mentideros nacionales. Por ello, harto de tal situación, él decide dar un golpe de timón y solicitar a las bases de su partido que se pronuncien en referéndum (sic) sobre si han actuado bien y por tanto está legitimada su posición, o si por el contrario deberían dimitir por el despropósito.

Y aquí vienen las dos preguntas. 1ª) El primer comportamiento ¿es éticamente honesto? 2ª) ¿Debe un líder político someter al juicio de sus bases los aspectos de su vida privada?

lunes, 21 de mayo de 2018

LA CIRCULARIDAD IMPOSTADA DE LAS NORIAS


Las norias nos fascinan por su forma. Por su movimiento circular, repetitivo, que parece alejarse, pero siempre retorna. Las norias nos inquietan, pero siempre nos tranquilizan, al final. Nos permiten simular que viajamos, que nos instalamos en las alturas. Pero es un engaño en el que entramos con voluntariosa alegría. Esa circunferencia que dibujan las norias no tiene que ver con la simbología del infinito asociada a las religiones. Es más bien una particularidad de la impostura del juego a que nos prestamos siempre con ellas: simulamos viajar, sentados, pero lo único que logramos es ver lo mismo de siempre, pero desde un lugar más alto, y con un intervalo corto de tiempo; con otra perspectiva, eso sí. Pero no es más que un sucedáneo. Aunque con los colores que le añaden por la noche, resulta un sucedáneo apetecible y por momentos hermoso. 

Parque del Prado de S. Sebastián (Sevilla, Andalucía, España)
Enero, 2018 ----- Nikon D500

domingo, 20 de mayo de 2018

MAGNÍFICA FARIÑA

Ayer terminé de ver Fariña, la serie producida por Antena 3, que fue precedida del escándalo referido a la censura y prohibición del libro de Nacho Carretero en que está basada. ¡Censura! ¡Prohibición! Tal como suena. En pleno siglo XXI, en un país de la Unión Europea. Pero, sí. Aunque de eso hablaremos otro día. Digo que ayer acabé de beberme (de un tirón corto) los diez largos episodios -más de una hora cada uno- de esta serie española. La mayoría ya sabe de qué va, así que ahorraré los detalles del argumento. Me centraré en la impresión que me ha dejado cuanto vi.

Lo primero que me impactó de una serie que hace historia sobre el narcotráfico patrio es la ausencia de violencia armada, el hecho de que aparezcan poquísimas pistolas o rifles, y los que hay se disparan muy pocas veces. No es eso a lo que estamos acostumbrados con las series yankies, donde el realismo de las balas y de los muertos es la desagradable nota común. No es lo más importante que se puede reseñar, pero admito que es de lo más llamativo que uno contempla, capítulo a capítulo.

Lo que más impacta, sin embargo, es la sensación agridulce que queda después de toda la peripecia de un esforzado sargento de la Guardia Civil, ayudado sólo al final por el hoy inhabilitado juez Baltasar Garzón. Las más de 12 horas de metraje nos muestran el intento de este policía -interpretado con inmenso oficio por Tristán Ulloa- de acabar con el narcotráfico de las Rías Bajas gallegas, primero con el contrabando de “tabaco de batea”, luego con el hachís norteafricano y más tarde con la cocaína colombiana. Por supuesto, en medio de un aislamiento y falta de medios vergonzantes. Y aquejado de una enfermedad pulmonar que avanza sin remedio. Por eso mismo, su perseverancia es el nexo común que hilvana toda la trama y lo que más admirable resulta.

Otro aspecto llamativo es la conciencia de los capos de ser “benefactores” de la sociedad, a la que proporcionan trabajo y una conciencia “especial”. Para Sito Miñanco (Javier Rey), Manuel Charlín (Antonio Durán “Morris”) o Laureano Oubiña (Carlos Blanco), sus actividades no son delincuencia, son actividades empresariales, que benefician a toda la población y que deberían ser tan respetables como las que más. Lo que no cuentan es la rapidez con la que se enriquecen a costa del mismo pueblo al que dicen favorecer, ni los muertos que la droga ocasionará, a medida que la cocaína y la heroína sean las drogas distribuidas. Los papeles de estos tres (hay más, pero éstos son los que llevan un papel principal) son sobresalientes, aunque sobre todos destaca la figura de Sito Miñanco que, de ser un don nadie, pasa a dirigir el negocio, a medida que la cocaína se impone como droga más consumida y por tanto más rentable.

La sensación que la muy bien hilada trama deja en el espectador, ya digo, es agridulce. Porque si por un lado, la constancia del trabajo humilde y callado de unas escasas fuerzas de seguridad (no contaminadas ni sobornadas) lleva a ciertos éxitos con respecto a los narcotraficantes, por otro el panorama se ensombrece. A lo largo de todos los episodios cala la impresión de que prácticamente cualquiera puede ser comprado de algún modo, policías y altos políticos incluidos, que luego sacarán provechosos réditos políticos y económicos de tales “miradas a otro lado”. De algún modo es desesperante comprobar cómo un entramado delincuente se puede extender como una plaga, sin demasiado trabajo y con el concurso de la sociedad, al tiempo que los esfuerzos por detenerla siempre encuentran obstáculos o cosechan fracasos parciales, que por acumulación generan desánimo y ganas de claudicar. 

Por fortuna, siempre quedarán policías honestos y perseverantes, y jueces y fiscales que cumplen con su tarea, con independencia de dineros y de las tramas corruptas de que se ocupen. Fariña muestra esto con una brutal claridad, con magníficos actores (la mayoría, de la tierra donde se ubica la historia), con un excelente guión que entremezcla muchas subtramas familiares y sociales, sin que se pierda un ápice el interés por la principal. Excelente producción, a fe, que nada ha de envidiar a las provenientes de otros pagos.

sábado, 19 de mayo de 2018

DISTANCIAS DE PEREGRINO


Son distancias kilométricas. Ignoro si han sido medidas en línea recta -es probable- o son referencias de tortuoso camino real. En cualquier caso, sobre todo las de Roma y Jerusalén, resultan gigantescas para cualquier mente que las intente asumir en su cabeza, una vez repuesta del asombro de encontrarse semejante indicador al lado ¡del Canal de Castilla! a su paso por Frómista. En comparación, las distancias a las dos localidades de peregrinaje más famosas de nuestro país (con el permiso de la Virgen del Rocío y la de Caravaca de la Cruz), parecen pequeñas. Pero, aun así, si uno se las imagina recorridas a pie, la mente empieza a calibrar gestos raros y a sentirse perdida por la falta de referencia.

El peregrinaje comenzó siendo una actividad religiosa, que suponía un viaje físico y un viaje mental, hacia uno de los puntos considerados santos por la religión que se profesara. En el caso del Islam resulta obligatorio (es uno de sus cinco pilares básicos, aunque sólo si se dispone de medios económicos suficientes) en el caso de La Meca; también la ciudad natal de Mahoma, Medina, además de Jerusalén, ciudad que comparte sacralidad con las otras dos religiones monoteístas. En el caso cristiano no hay obligación preceptiva, pero sí se considera un mérito a sumar a lo largo de una vida piadosa y observante de las normas: Roma y Santiago de Compostela, serían sus destinos más sobresalientes, sin olvidar tampoco los lugares santos de Palestina. Los judíos disponen de sus propios lugares, que no pueden competir en dimensiones -salvo la mencionada Jerusalén-, pero sí en intensidad asumida desde dentro de su propia creencia.

El peregrinaje se inició como actividad religiosa que buscaba expiación, méritos, purificación, conocimiento, mortificación. Hoy, algo de ello queda. Pero, más que nada, hoy el peregrinaje tiene mucho de negocio del que salen beneficiadas muchas personas, empresas e instituciones. No objetamos nada. Sólo lo contemplamos como lo que es. Cada uno invierte su tiempo en lo que le parece más rentable, apetecible o sugerente. Y si en su ejecución sufre para expiar, disfruta con la belleza y la recompensa de los logros, conoce mejor al ser humano y a sí mismo, y crece como persona, nadie puede oponer nada. Y si para su desarrollo es necesario el concurso de empresas de servicios diversos, que obtienen beneficios jugosos por ello, y a mayores amplían el número de personas trabajando, ¿quién puede argüir nada en contra? Y si determinadas instituciones publicitan sus logros, amplían sus contactos, agrandan sus arcas y refuerzan sus influencias y esferas de poder, ¿podría alguien reprochárselo? Bueno, sobre este punto cabría mucho que comentar, dependiendo del uso público que se hiciera de dichos beneficios, y suponga la creación de un huerto donde robar a espuertas; o dependiendo de si la institución es política o religiosa o civil sin ánimo de lucro: ahí la cosa dependería de la coherencia con que se enfocase el asunto. Pero en esto, seguro, ya habría mucha más polémica con que abonar las sobremesas. Y seguro que quien me lea, me está entendiendo.

Frómista (Palencia, Castilla y León, España)
Mayo, 2018 ----- Nikon D500

viernes, 18 de mayo de 2018

SUEÑO DE CERVANTES (MICRORRELATO)

Cuando posó la pluma, y dejó de soñar El Quijote, Alonso Quijano todavía estaba allí. Conversaron.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

jueves, 17 de mayo de 2018

EL ASPECTO CANALLA DE LAS BANDERAS

                                                          

En un pueblo palentino han encontrado una manera original de cuidar (sic) a sus árboles, y de paso protegerlos del frío. A una docena de plátanos de la calle principal del pueblo, los han abufandado, valga el palabro, con una serie de tejidos de punto con los motivos más curiosos (telas de araña, abstractos, azulejados, motivos de tapete camero, hules de mesa camilla, y otros motivos igual de modernos). Me sonreí de inmediato ante dicha propuesta. Pero en uno de ellos, también, la bufanda recogía las diecisiete banderas autonómicas de España. De súbito, se me ensombreció el ánimo.

Luego di en pensar sobre la tristeza de dicha situación. En el hecho de que unos colores, unas barras, unos elementos variados, tengan para sí la capacidad de ser los símbolos de determinados pueblos, no debería ser motivo de sensaciones negativas: ni odio, ni asco, ni indiferencia; tampoco, de tristeza. Pero el caso es que es así. Los seres humanos somos así. Somos el único animal simbólico, que atribuye unos valores a ciertos elementos materiales, cambiando su significado y aumentando connotaciones a su estrecha denotación. Sí, somos simbólicos, pero esos símbolos suelen ser signos de diferenciación, en vez de servir de unión.

En clase suelo explicar el acierto que tuvieron los diseñadores de los siete billetes de euro, cada uno de los cuales presenta en su anverso una ventana y en su reverso un puente, en los diferentes estilos artísticos que no han supuesto movimientos locales, sino aquellos que se dieron en amplias zonas europeas. Se trata aquí de aprovechar dos elementos arquitectónicos a los que los humanos les hemos dotado de un significado de luminosidad, unión y concordia.

Pero las banderas, que deberían servir para lo mismo, por el mal uso que determinados humanos hacen de ellas, se están convirtiendo en marcas excluyentes, separadoras, identificadoras de la diferencia. Eso es lo que a mí me produce vergüenza, asco, impotencia. Un inglés ilustrado llegó a decir que el patriotismo es el último refugio de los canallas. Yo añadiría que las banderas son los vestidos con que se enfundan los cuerpos cuyas mentes resultan más vacías. 

Cervera de Pisuerga (Palencia, Castilla y León, España)
Mayo, 2018 ----- Nikon D500

lunes, 14 de mayo de 2018

MI PALABRERÍO CANALLA (34)

COTILLEO: Actividad del despelleje y la murmuración sublimadora, que tiene como fin cohesionar con solidez a quienes no hallan otros temas de conversación. Une con tan alto nivel placer y realización personal, que se lo considera deporte nacional en varios países.
CREACIÓN: Prodigio capaz de lograr obtener algo donde antes no había nada; nadie lo ha logrado todavía, pero ello no ha impedido que muchos se arroguen la etiqueta de creadores (puesto que se considera una actividad de gran reputación) y que se dediquen a intentarlo de continuo multitud de nuevos aspirantes al fracaso.
CREDULIDAD: Tendencia de las personas ingenuas, candorosas y poco inteligentes a creer todo aquello que se les diga, desde cotilleos de última hora hasta la última novedad de temporada en sectas, pasando por la idea de que This is a wonderful world (entónese con rasposidad luisarmstronguiana).
CREENCIA: Certeza (v.) a la que se la añade una idea religiosa, lo que la convierte en una idea potencialmente letal.
CREMACIÓN: Combustión poco ecológica de los restos de un pariente que evita un gran número de visitas forzadas al cementerio, por lo que es una actividad en auge. Lo de poco ecológica es porque no tiene en cuenta que se priva de ese modo del sustento de varias docenas de microorganismos que también tienen derecho a la supervivencia, según las últimas tendencias del ecologismo (v.) en auge.
CRIMEN: Liberación de tensiones propias (deseos largamente soterrados, ambiciones difícilmente ocultadas, cruces de cables diversos, etc.) sobre otros sujetos que no sean uno mismo, o bien en sus propiedades materiales y/o conyugales.
CRIOLLO: Chorizo de carne blanca oriundo de Hispanoamérica. Por si están pensando en otra cosa, me refiero, obviamente al embutido; aunque toma el nombre de los otros...
CRISTIANISMO: Secta numerosa de quienes se atribuyen el título de seguidores de la doctrina de Jesús de Nazaret, llamado el Cristo, sin importarles demasiado lo que aquél pensara o hiciese. Como dicha doctrina fuese casi imposible de seguir, fue interpretada y readaptada de muchas maneras o variantes distintas, para hacerla exportable y propagandizable, porque muchas y distintas son las sendas del dominio mental y de  la credulidad humana.
CRÍTICA (Literaria o de Arte): Inutilidad clamorosa que alimenta a un nutrido y creciente número de cretinos que recomiendan a los demás lo que está bien hecho y lo que está mal, como si eso pudiera hacerse sin revolcarse en el cieno del resentimiento.
CRÍTICO: Ejerciente venal de una entelequia utópica: intentar explicar con palabras lo que el propio artista, músico o literato no ha podido realizar ni queriendo, y encima permitirse la arrogancia de pontificar sobre ello, recomendando, vetando, ridiculizando o animando con paternalismo a proseguir por la vía del crecimiento que todo proceso artístico requiere.

domingo, 13 de mayo de 2018

ARMONÍA ENTRE LO GÓTICO Y LO ABSTRACTO


Una de las cosas que me gustan más del arte, es la convivencia en armonía de estilos y obras diferentes. Y una de las que más me desagradan, por contra es la mala unión de estilos y obras diferentes. Este que muestro aquí es, felizmente, un ejemplo de lo primero.

He visitado varias veces Aguilar de Campóo, y su Monasterio de Sta Maria la Real, rehabilitada con tino y mucho amor por el dibujante-arquitecto Peridis, gran impulsor de todo cuanto suceda en esta su tierra. Sin embargo, la omnipresente colegiata de San Miguel, es difícil de ver, porque o está cerrada, o está cerrada. Ahora, en cambio, ha abierto sus puertas de un modo continuado porque alberga la décimo tercera convocatoria de Las Edades del Hombre, de título Mons Dei (Montaña de Dios), a la que le deseamos la mejor de las suertes, que últimamente andaban algo esquivas. Pues bien, en la imagen contemplamos la portada gótica (s. XIII) de este templo con varios estilos posteriores añadidos. Aunque no la traigo a colación por esos estilos de siglos posteriores, sino por la escultura que han colocado delante.

Como he estado por la zona norte palentina, puedo afirmar que no es la única obra de acero cortén que hemos visto. Es más, pareciera haber sobrevenido una fiebre "colocadora" de obras de carácter preferentemente abstracto en esta localidad de Aguilar, en Cervera de Pisuerga, etc. Pero ante una portada gótica han colocado dos esculturas (la foto sólo muestra la de la izquierda) abstractas del siglo XXI. A mi juicio, con absoluta armonía y encaje la una con las otras. Es como si las líneas curvas de las arquivoltas del templo se comunicaran de algún modo con el volumen compacto y las líneas sinuosas de la escultura (obra de José Luis Sánchez, de 2014, titulada "Cruz de Término"). Cuando ese traslado de líneas, de masas, de energías -si se quiere-, se produce, algo mágico surge donde antes el espacio era más plano. Ahora, esta fachada ha ganado, a mi juicio, presencia, interés, diálogo con el pasado desde el presente. Vamos, que esa fachada ahora ha merecido unas cuantas fotos y una entrada en este blog. Y con eso queda todo dicho.

Aguilar de Campóo (Palencia, Castilla y León, España)
Mayo, 2018 ----- Nikon D500

viernes, 11 de mayo de 2018

EL CASO DE FERNANDO ALONSO

Nunca me han gustado de verdad los deportes de grupo. El motivo no es igual que el que me hizo despreciar los juegos de azar, pero en esencia se trata de lo mismo: no me gusta depender. En un caso, del azar; en el otro, de los demás compañeros. Soy un individualista, ya lo sé. Tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Como todo. Pero a mí me compensan más las ventajas. De ahí que mi deporte/juego supremo sea el ajedrez. Pero ésa es otra historia.

Venía lo anterior a cuento de que Fernando Alonso acaba de ganar, después de muchos años, una carrera. Esto, que hace tiempo no constituía una noticia, ahora sí, después del calvario personal, escudería tras escudería, de los últimos años. Aceptando que el automovilismo sea un deporte, el caso del piloto asturiano demuestra bien a las claras que se trata de uno cuya dependencia de la tecnología y del trabajo en equipo es máxima. Por tanto, no contaría entre mis gustos o intereses. No obstante, he de confesar que durante unos años seguí sus evoluciones, circuito a circuito, campeonato a campeonato. La razón es que su caso, para mí, fue un ejemplo. De lo extraordinario. Y de la estupidez.

Nunca fui adepto, ya digo, al automovilismo. Pero me gustan mucho las peripecias personales de los deportistas, y de hecho las utilizo mucho en clase, para explicar conceptos éticos, psicológicos, vitales, etc. Y la de este ambicioso muchacho hizo mis delicias durante algunos años. Para resumir, lo que yo solía poner como ejemplo a mis alumnos era cómo unas cualidades extraordinarias (del tipo de Miguel Induráin en ciclismo, Rafa Nadal en tenis o Javier Fernández en patinaje sobre hielo), podían desarrollarse hasta lo máximo, ayudado por una ambición sin límites y una capacidad de sacrificio fuera de lo corriente. De hecho, sin existir en nuestro país tradición previa (como les pasó a Ángel Nieto en motociclismo o a Carolina Marín en badminton), Fernando Alonso logró no uno, sino dos campeonatos del mundo en una disciplina gobernada desde siempre por escuderías británicas, italianas o alemanas. Y en un equipo francés; estupendo, sí, pero no el mejor de esos años (ni a nivel técnico ni presupuestario). Resultaba admirable. Y, sí, lo fue.

Sin embargo, dos campeonatos mundiales, en situación de inferioridad técnica y presupuestara, compensadas por sus excepcionales capacidades para la conducción, no le quitaron el hambre de gloria. Quiso, pues, dar el salto a una escudería grande, desde donde asaltar el Olimpo para siempre, y desbancar a los grandes que en ese mundo habían sido. Fue una decisión legítima. Y hasta valiente. Pero fue una decisión estúpida. Porque lo que funciona, no se cambia. Y él se marchó cuando todo funcionaba a las mil maravillas. El calvario -impensable para nadie, es verdad- que ha sufrido este piloto sólo él lo sabe, pero también es verdad que todo partió de una muy mala decisión inicial. Por lo visto, ganar dos campeonatos del mundo con Renault (pájaro en mano), para él no tenía comparación alguna con la posibilidad de ganarlo con McLaren o Ferrari (ciento volando).

El hecho de que ahora, con un buen coche, un buen equipo y sus magníficas dotes de conducción intactas, haya obtenido un triunfo de nuevo, mueve a pensar que su perseverancia y su elevada autoestima no resultaron dañadas en el transcurso. También nos induce a plantearnos ucronías sobre lo que habría sido su trayectoria de haber tenido mejores condiciones a su servicio. Pero todo, todo, partió de una mala decisión, de la que es probable que con su carácter no se arrepienta nunca, pero que fue el origen de todo lo que vino después.

miércoles, 9 de mayo de 2018

A MÍ ME NACIERON AQUÍ


El monasterio se refleja en el agua caída la noche anterior. Las cúpulas invierten su gravedad y sus agujas apuntan hacia nosotros, amenazantes, acusadoras. El granito, reinante por doquier, nos señala Galicia como la zona donde se halla este grandioso recinto, que además de monacal, tiene funciones docentes y también litúrgicas. Se encuentra en una localidad que hace bastantes años fue importante nudo ferroviario del norte de España, pues en ella se dividían las vías provenientes de Madrid y la Meseta, en dos ramales: uno hacia La Coruña y Ferrol, y otro hacia Pontevedra y Vigo. En esta zona no llueve tanto como en otras partes más próximas al océano Atlántico, pero aun así lo hace con cierta asiduidad, como nos muestran esos charcos que nos reflejan la realidad al revés.

Esta imagen no es más que una excusa para deciros que a mí me nacieron en esta localidad de la provincia de Lugo. Y que si fue aquí, cabe señalar enseguida que podría haber sido en cualquier lugar de la península, pues mi padre trabajaba en una empresa que suministraba material a RENFE, y lo mismo podría haber nacido en Galapagar, que en Vitigudino o Palafrugell. Que fuera en esa ciudad concreta, fue producto de la casualidad. Como les pasa a la mayoría, que les traen al mundo donde cuadra, y no donde se elige. Por eso -entre otras muchas razones- deploro cualquier nacionalismo, lo cual no quiere decir que no respete amores por el terruño patrio. Que yo no los tenga, no significa que los demás no puedan sentirlos. Ahora, los nacionalismos, no; y cada vez más vómito me provocan. Que alguien atribuya más valor a su persona por haber sido traído al mundo en un lugar concreto, es una estupidez -cuando no una canallada- que ni me digno a discutir siquiera. Que alguien desprecie a los demás, por no haber tenido esa suerte, merece idéntica opinión de mi parte. Pero era una excusa, ya digo. El recinto se llama Colegio de Nuestra Señora de la Antigua. La ciudad, Monforte de Lemos.

Monforte de Lemos (Lugo, Galicia, España)
Diciembre, 2010 ----- Nikon D300

LA IMPRESIONANTE "PATRIA", DE FERNANDO ARAMBURU

Nunca me gustaron las modas. Ya desde pequeño, tuve reticencia a que se me marcara desde fuera lo que tenía que llevar puesto, la música que tenía que escuchar, el aparato que instalar, la película que ver, el libro que leer. No es que no incurriera nunca en ello. Humano soy, pero yo nunca me caractericé por “ir a la moda” en casi ningún aspecto. Siempre tardaba en hacerme con aquella prenda, con aquel disco, atender a aquel director, considerar a tal autor. Cuando pasaban las modas, llegaba yo. Más o menos. Ha habido quien me tachó de “clásico”. No les faltaba razón. Siempre me gustó apostar sobre seguro. Quizá porque no me gustó nunca perder el tiempo probando. Prefería acceder a las cosas cuando ya hubieran demostrado su utilidad, su calidad, su necesidad. Por eso, he leído tarde Patria, de Fernando Aramburu. Mi ejemplar muestra en su portada la etiqueta de 26ª edición, camino de su medio millón de ejemplares vendidos. Que se dice pronto.

Había leído dos libros de relatos suyos. Me gustaron bastante, sobre todo Los peces de la amargura. Pero no lograron que lo elevara a autor de referencia, ni a incluirlo en mis imprescindibles. En cambio, ahora, en el mínimo lapso de seis días, he devorado Patria. Lo he hecho a un ritmo frenético, para lo que en mí es habitual, que no leo novelas largas y leer más de una hora seguida me da problemas de espalda. No va a revolucionar la Historia de la Literatura española (pese a los premios recibidos, ni siquiera la vasca. Pero este guipuzcoano trasplantado a Alemania ha creado desde su lejana atalaya una obra espléndida.

Y lo es por varios motivos. En primer lugar, por la valentía de abordar el conflicto social del País Vasco con una objetividad que habrá escocido a unos y a otros. Es una de las primeras cosas que llama la atención. Hay buenos, y hay malos. Hay víctimas e indiferentes, y hay agresores y verdugos. Pero si unos muestran rasgos de mezquindad, los otros albergan también sentimientos nobles y generosos. De modo que ninguno de los nueve personajes principales es absolutamente bueno, ni tampoco pasaría por monstruo en ningún escaparate.

En segundo lugar, porque la división estructural de la novela, en pequeños capítulos de tres o cuatro páginas, que a veces prosiguen en el siguiente y otras son una isla que comunica con otras partes, consigue que la lectura sea muy ágil, que te arrastre hacia adelante sin notarse siquiera. En tercer lugar, porque los registros lingüísticos empleados dan un amplio panorama de cómo piensa la sociedad teniendo en cuenta que el lenguaje es un protagonista más en el conflicto vasco. Se usan palabras vascas, pero no con profusión, sino las suficientes para no resultar ni cargante ni impostado. También llama la atención el empleo de varias expresiones coloquiales, que se dejan incompletas, pero cuyo sentido se capta a la perfección. El esfuerzo en el manejo de la lengua castellana para intentar desenvolverse en todos los ámbitos en que se desarrolla la acción, es más que notable, porque -he ahí lo bueno- apenas se nota el trabajo de pulido, que de seguro habrá sido intenso.

Y en último lugar, porque los treinta años, grosso modo, por los que discurren estos personajes -con múltiples idas y venidas en el tiempo- nos muestran la esencia de lo que ha constituido el conflicto vasco en su realidad más cruda. Una realidad trufada de muertes, ideales, segregacionismo, odios, rencores, racismos, venganzas, exclusivismos, malentendidos, utopías, y sobre todo dolor por todas partes. Esos personajes se nos aparecen atormentados, doloridos, equivocados, tozudos, alimentando odios que se traspasan a la siguiente generación, pero también en su cotidiana complejidad de maridos, esposas, padres, madres, hijos, hijas, con sus divorcios, sus amores, sus sociedades gastronómicas. Y por encima de todos, ondeando sin disolverse: el omnipresente miedo. El mismo que dominó una una sociedad enferma, enquistada, encerrada en sí misma, donde los unos bregan hacia los otros, y los otros actúan contra esos unos, aunque por diferentes razones. Todos han salido perdiendo en ese conflicto. Y quien no quiera verlo, es que no tiene ojos o sensatez para captarlo. Aunque, eso sí, unos perdieron mucho más.

Patria me ha dicho muy pocas cosas que no supiera, tras más de medio siglo de noticias, acciones, palabras y opiniones en los que todos hemos llegado a hacernos una idea, más o menos sesgada de lo que ha supuesto el nocivo impacto del nacionalismo llevado a sus más suicidas e irracionales consecuencias, la más llamativa y conocida de las cuales ha sido el terrorismo de ETA. No he aprendido mucho. Pero el modo en que me lo ha expuesto me ha parecido soberbio.

martes, 8 de mayo de 2018

EL HOMBRE QUE REZABA


Este hombre entró solo en la catedral de Albi. No portaba maletín, ni libros, ni bolsa alguna. Pese a no ser el momento adecuado, pues el recinto estaba lleno de turistas arrobados por la exuberancia interior del templo, este hombre llegó, se sentó, inclinó la cabeza, y se puso a rezar. O eso parecía. También podía estar pensando, o meditando. Pero resultaba claro que no había entrado allí para contemplar bóvedas o esculturas. Estuvo así un buen rato. Yo, mientras recorría las naves y hurgaba el interior de las capillas, le vigilaba cada poco.

De pronto, frente al altar se colocaron dos filas de críos, que ocuparon dos escalones en el presbiterio. Frente a ellos, un hombre de barba, algo entrado en carnes, los alineaba con paciencia. Sus manos se movían rápidas, mientras intentaba que la voz no se escuchara más allá de unos pocos metros a su alrededor. Cuando los chicos estuvieron listos, dejó una carpeta sobre un asiento, levantó los brazos y miró hacia un lado: localicé a un clérigo que se encontraba sentado ante el teclado del órgano. A una señal de su cabeza, las notas del Ave Verum Corpus de Mozart comenzaron a desgranarse por el espacio. Las voces blancas siguieron obedientes los dictados del organista y de su director de coro. Fueron unos minutos deliciosos, que nos dejaron a todos pasmados. En ese lapso de tiempo dejé de estar pendiente del hombre que rezaba, o pensaba, o meditaba. Cuando volví a reparar en su presencia, me encontraba a pocos metros por detrás de él. Parecía abstraído, relajado, y su cabeza miraba a los niños con gran concentración. Fue cuando tomé esta imagen. Pero seguí caminando hacia adelante, hasta ponerme a su altura. Pude entonces mirar su cara. Humedecida por las lágrimas, que brillaban al contraluz de las vidrieras. Sonreía con una dulzura contagiosa.

Robado en la catedral de Albi (Tarn, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 1995 ----- Nikon F601

lunes, 7 de mayo de 2018

HOY CUMPLO AÑOS

Cuando a alguno de mis alumnos se le ocurre -bien en broma, bien en serio- aludir a lo viejo que soy, siempre le respondo del mismo modo. Le digo que “viejo, sí, por suerte”. A continuación, surge la pregunta que yo espero: “¿cómo que por suerte?”.  Y luego, desarrollo el breve argumento, que suele dejarles patidifusos, al menos unos instantes. Les digo: “Sí, por suerte. Porque si ahora tuviera lugar un terremoto o una inundación aquí en Asturias, y por desgracia muriéramos los dos, yo habría vivido muchos años, y tú sólo unos pocos”. Y aprovechando su desconcierto inicial, continúo. “Claro, porque yo he vivido más de 50 años, con mis alegrías (muchas más) y mis penas (muchas menos), he conocido muchas personas, paisajes, ciudades, literatos, artistas. Pero ¿tú? ¿Cuánto te ha dado tiempo a conocer?”. Por supuesto, se lo digo sin acritud, y siguiendo un guión que me conozco bien, pues lo escenifico todos los cursos alguna vez. Y siempre con una sonrisa cómplice, pícara e inclusiva... salvo en un caso que tuve hace años, que insistió algo más de lo habitual, y con desvergüenza inaceptable en un ternasco de la ESO, que reprimí como procedía y que no retomaré ahora, por su excepcionalidad.

Viene esto a cuento de que hoy cumplo años. En concreto, 55. Creo que es un número bonito. O al menos a mí me lo parece. Siempre que podamos atribuirle belleza a algo abstracto y matemático a la vez. Pero, sí, me parece uno de esos números a los que señalamos “redondez”. Otro año más, puntualmente, cada 7 de mayo. 

La edad es algo a lo que le damos por lo general demasiadas vueltas. Como tema de conversación, es imbatible, sin dejar de ser estéril; es uno de los más recurrentes, sin que se llegue a ninguna conclusión, como no sean las más tópicas. Lo que resulta más difícil es asumirla, comprender que tenemos un tiempo limitado y que por fortuna desconocemos su final. Ningún animal lo conoce, pero nosotros tenemos el inconveniente de que sabemos que hay un final. Es eso lo que más angustia la existencia. A mí, en cambio, me la alivia. La inmortalidad es la tortura más dolorosa que se le podría infligir a alguien. Y como no albergo idea alguna de trascendencia, tomo de la mano a los estoicos para aceptar mi condición humana sin desgarro ni exigencia infundada. Bebo también de los epicúreos para hacer del placer (en su más amplia acepción) el bien supremo, y aprovechar cada momento como si fuera el último. Claro que también se me entreveran las ideas de los escépticos creyendo que todo cuanto sé se basa sólo en mi experiencia subjetiva y que, por descontado, mis conocimientos podrían constituir un monumental mausoleo de errores. Me dará lo mismo: para cuando llegue el momento, espero estar lo suficientemente sereno como para que el terror no me invada ni me induzca a caer en incoherencias trascendentes o decisiones miedosas propias de ese momento final.

Aún aguardo la crisis de los 30, la de los 40 y la de los 50, que no se presentaron a la tópica cita. Por tanto, imagino que, conociéndome, no hayan querido gastar energía en balde, y que no hagan acto de presencia a estas alturas. Perderían el tiempo de manera miserable. Justo lo que yo intento no hacer cada día.

domingo, 6 de mayo de 2018

PARA IMAGINAR LA MÚSICA


Unas manos ante un piano, inmovilizadas por el artificio de la cámara, no nos indican la naturaleza del sonido que están produciendo al pulsar las teclas. A pesar de la lenta velocidad de obturación, al imprimir una suerte de movimiento difuso a la mano derecha, que parece llevar la iniciativa, no escuchamos nada. Debemos imaginar. 

Así, dependiendo de la naturaleza emocional del momento, podremos imaginar el texto abstracto que el pianista interpretaba entonces. Tal vez una alegre danza húngara de Brahms, puede que un triste nocturno de Chopin, un contrastado concierto de Beethoven, o un fragmento metafísico de Satie. O, también, puestos a imaginar ¿por qué no?, unas escalas jazzísticas basadas libremente en Bach, unos arpegios de soul norteamericano, o una interpretación para teclado de algún éxito contemporáneo de la guitarra de Carlos Santana.

Pero si la imaginación falla o nos resulta esquiva, también podemos recurrir al recuerdo personal, o al deseo íntimo. De tal modo, podremos escuchar lo que queramos. Sólo tenemos que concentrarnos en la imagen, cerrar los ojos a continuación, et voilà, brotará en nuestro interior el fragmento elegido. Y en color, además, para mayor deleite.

Manos de Francis García (Madrid, España)
Julio, 1995 ----- Nikon F601

sábado, 5 de mayo de 2018

TRAS EL DESAYUNO, ESTE SÁBADO

Ya los árboles del parque lucen sus hojas que me impiden contemplarlo a voluntad. El verde se impone cubierto del azul sorpresivo, iniciático. Las gaviotas y las urracas desayunan cada una como puede, encontrando, capturando, robando. Por la calle, nadie todavía (es demasiado pronto). Ni una gota de viento. Todo en calma. Todo por suceder. Todos los libros del mundo a mi disposición, aunque sólo pueda leer dos o tres a la vez. Todas las fotografías de mi archivo personal, solicitando mi atención. Dos o tres montañas de suplementos atrasados me recuerdan mi desidia. Algunos exámenes todavía por descifrar me indican a lo que dedico casi un tercio de mi existencia. El edificio, en absoluto silencio. Sólo se oye el zumbido monótono del ordenador, donde escaneo negativos antiguos. En la cadena, coloco un compacto con la obra más conocida de Vivaldi, aún no sé por qué. El salón se inunda de música descriptiva y de arpegios muchas veces escuchados. La imaginación se excita. Tecleo un relato corto. Tras una hora de zascandileo informático, me levanto. Como una manzana. Miro desde la terraza. Me hago algunas preguntas que no tienen respuesta individual. Pienso en lo que haría si no estuviese aquí. Pienso en lo que haría hoy si no estuviese solo. Pienso en lo que estarán haciendo aquellos que más quiero. Pienso en lo que tal vez suceda la semana pasada. Pienso. Regreso al salón, y ahora el sofá lector toma el relevo para acoger mi cuerpo. Conversaciones de una periodista argentina con veintiséis personalidades de las letras, las artes... Me imagino asistiendo desde un lado de la habitación a esas charlas, entreveradas de silencios. Me sonrío, de nuevo, fascinado ante la magia que procura un libro. Y continúo.

(Así comenzaba este sábado, hace unas horas. Tras el desayuno, tras las abluciones, tras el periódico del día.)

viernes, 4 de mayo de 2018

CUANDO NO HACE CALOR EN SEVILLA


A nadie se le oculta que la lluvia en Sevilla es una maravilla, pero cuando en esta ciudad luce el sol (lo que sucede la mayor parte del año) y no hace un calor inhumano (lo que puede suceder en invierno y en algunos días de primavera o de otoño), la maravilla se multiplica, porque la pureza de esos cielos intensos aliada con un patrimonio arquitectónico extraordinario, puede generar sensaciones deliciosas, como en pocos lugares se logra alcanzar.

Yo, por mis particulares aversiones ante los calores excesivos, voy conociendo el sur y el Mediterráneo, a base de vacaciones navideñas y en algunos casos semanasenteras. Por el verano, no se me ocurriría acercarme a estos lugares, pues podría morir en el intento, como casi ocurre un año que fui a Cádiz en julio. Pero 2018 comenzó sevillano, y con tiempo espléndido. Y así, el sur se va viniendo al norte, poco a poco, en forma de recuerdos, en forma de fotos, y con algunas palabras escritas tiempo después.

Plaza de España (Sevilla, Andalucía, España)
Enero, 2018 ----- Nikon D500

jueves, 3 de mayo de 2018

ASCO, HORROR, HARTAZGO

La silla vacía entre Cospedal y Soraya. La disolución forzosa de ETA, en modo propagandístico. La salida de la cárcel de un violador confeso, sin reinsertar. Los muertos por atentados terroristas de estos días. La tranquilidad de un juez que vota de un modo particular. La muerte de un pequeño, desconectado de la máquina que le unía a la imposible esperanza. La desvergüenza y el cinismo de que hacen gala cualquier político ante un micrófono, sea del partido que sea. Las disputas cainitas en cada uno de esas agrupaciones, por mantenerse en el poder. La isla de plástico que se acumula en el Índico. La confusión entre abuso sexual y violación que plantea la ley, o sus intérpretes, los jueces. La hostilidad europea hacia los refugiados de la guerra en Siria. El embrutecimiento de la mayoría por la ingesta masiva de deportes televisivos o series banales. La necesidad de escribir cualquier cosa para rellenar un espacio en un periódico. La pertinacia del serial catalán, sin visos de solución de ningún tipo. Las risas pueriles de los dos mandatarios coreanos jugando de la mano sobre una línea fronteriza. La muerte de quien más defendió la muerte digna en España. El hartazgo, el horror, el asco.

miércoles, 2 de mayo de 2018

EL CREPÚSCULO COMO REMEDIO


A veces, cuando todo en el día ha ido mal, cuando la desesperanza cunde, cuando hasta las conversaciones con los libros fallan, cuando la vergüenza por cuanto nos rodea nos impide respirar, cuando todo se adivina negro, cuando hasta el amor se antoja lejano (o en decadencia, o inexistente); a veces (sólo a veces) el crepúsculo acude en nuestra ayuda y nos permite redimir la existencia con una amalgama de colores que parece dispuesta para nuestro deleite, en exclusiva. Y a veces (es posible) respirar de nuevo, en la ilusión de que al día siguiente (quizá) todo cambie, todo sea diferente, y vivir no sea una carga insoportable. A veces.

Atardecer desde la playa de Riazor, en La Coruña (Galicia, España)
Septiembre, 2015 ----- iPhone 6 Plus

martes, 1 de mayo de 2018

LARGA CARTA AL JUEZ (MICRORRELATO)

Se acabó suicidando, sí. Pero desde que comenzó a escribir la larga carta al juez, hasta el día en que la terminó, pasaron muchas jornadas de escritura, de correcciones, de modificación del plan inicial, de nueva elección del tipo de letra, de compra del balduque y el lacre, de más correcciones, de introducción de nuevos temas y personajes, de correcciones infinitas y reduplicativas, etc. La causa de su suicidio tenía que ver con sus impotencias literarias. Publicada al poco por una editorial oportunista, la larga carta al juez se convirtió ese otoño en la obra más vendida, y traducida enseguida a más de una docena de lenguas. Pero se acabó suicidando, sí. Al final. Al principio.

Del libro inédito Micrólogos, 2012

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