sábado, 22 de marzo de 2014

¿Y SI SÓLO ME QUEDARAN UNAS HORAS?

Una persona muy querida me requiere para responder una de esas preguntas con mucha miga, futuribles sorprendentes, situaciones imposibles. “Si supieras que sólo te quedaran unas horas de vida, ¿qué harías con ellas?” Este tipo de interrogantes implica que la respuesta será siempre errónea o, como poco, insuficiente. Y, además, está el asunto de en qué edad tiene lugar la prueba. No es lo mismo formular la cuestión a alguien joven, que a alguien en su madurez -como es mi caso- o a quien ya se encuentra en el tramo final de su existencia.

Lo que apetece decir tal vez no sea lo procedente, y lo que procediera, tal vez fuera una aburrida estupidez. ¿Qué haría uno en tales circunstancias? Las opciones tampoco son tantas. O lo mismo de siempre (caso de que se tenga una vida plácida); o algo muy diferente (caso de que la existencia haya resultado pesada o dura); o algo excepcional o extravagante (restringido espacialmente a un radio kilométrico cercano).

En mi caso personal, debo confesar que siento tentaciones por las tres, pero no de manera intensa, sino vagamente difusa y alternativa. Mi amor por la rutina que no caiga en la monotonía destructora, y mi situación vital, que es lo suficientemente agradable como para llegar a suscitar alguna envidia, me decantarían de primera mano por la solución primera. Mi carácter poco social y escasamente amante de los riesgos no me abocaría a la segunda más que de un modo puntual, y después de haber pensado bien qué “diferencia” querría experimentar (y acaso no hubiera tiempo para ello). Y en un radio de acción razonable ¿por qué hecho o acción excepcional o extravagante me podría decantar? Algunos me vienen a la cabeza, pero...

Otra cosa es dilucidar si desearía estar solo o acompañado. Y también en este punto encuentro tentaciones en ambos sentidos. Mi vida solitaria me ha hecho asumir perfectamente una de las lacras para la mayoría de los humanos, y hacerla parte de mi vida cotidiana. Pero también, el ejemplo del Fedón platónico nos recuerda el goce intelectual de estar rodeado en los últimos momentos por quienes te amaron por tu persona y tu intelecto. Y ¿qué decir de hacerlo en la compañía de la persona amada? Si se trata de la persona elegida en el recíproco sentido, y esas horas no se convirtieran en un llanto anticipatorio de la desaparición, podría ser delicioso y acaso lo más recomendable. 

Pero ¿qué elegiría yo en particular? Pues bien: debo confesar que a las 11 horas 44 minutos del día 22 de marzo de 2014, en la ciudad de Avilés, no sabría responder con precisión. Si acaso resurgiera la pregunta, acaso me la replanteare.

domingo, 10 de noviembre de 2013

HOMENAJE AL MAESTRO












(Pincha en las imágenes para verlas en grande)




A María Morado, maestra

Aunque no deja de ser una modesta ciudad interior de provincias, Palencia resulta singular por varios motivos. Uno de ellos —y no el menor— es que se trata de una ciudad con muchísimas esculturas que poder admirar en la calle o en los parques. Otro, que es la única ciudad que conozco que ha erigido un grupo escultórico a una figura capital de la civilización de todos los tiempos: el maestro.

Yo siempre he distinguido entre profesores de primaria y maestros, aunque la denominación oficial habla de “cuerpo de Maestros”. Pero, para lo que viene al caso, se refiere a ese profesor que nos recoge en los albores de nuestra existencia y comienza a desvelarnos los secretos de la existencia. Para ello, usa de la palabra, de los gestos, de la ternura, de la seriedad, del ejemplo. Con ellos, instruye, moldea, educa, re-crea y crea. Y también, si de maestría se habla, abre ventanas, señala caminos, sugiere horizontes.

Hoy viven malos tiempos. Todos los profesores los vivimos. Ya están explicados los porqués. Demasiado se ha dicho y escrito en los últimos e infaustos años. No conviene desgañitarse más con quien no sabrá ni querrá escucharnos. En esta época en la que uno de los pilares de cualquier sociedad resulta vejada, despreciada y relegada, conviene acaso hablar menos y sentir más, pues ciertos sentimientos son a veces poderosos motores de despegue y de tránsito.

El que arriba se muestra es uno de ellos, y fue erigido en 2003, hace ahora 10 años. Se trata de dos figuras en bronce, colocadas una enfrente de la otra, sobre un basamento de granito blanco. Una niña de unos diez años, con coletas, sentada en el suelo, con las piernas cruzadas al modo indio y las manos apoyadas en la barbilla, escucha arrobada lo que un maestro de unos cuarenta lee en un libro sentado en un prisma cuadrangular. La escena no puede ser más conmovedora en su simplicidad. Los dos únicos protagonistas del proceso de la enseñanza (también de la educación, inevitablemente): el que sabe —que transmite con entusiasmo —y el que no sabe —que apura con unción lo que recibe —, ambos unidos en un espacio singular y por un vínculo de poder incalculable. El maestro, la niña, el aula, la palabra. La fascinación que alguien puede ejercer con su voz a quien tiene todo por delante.

El autor de la obra, Rafael Cordero, supo encontrar los menores elementos posibles con que narrar ese milagro: que alguien hable o lea, y alguien escuche y se beba ese discurso. Seguro que en su infancia tuvo la suerte de contar con alguien así para alimentar su mente cuando más hambre mostraba. Se encuentra en la Plaza de la Inmaculada, frente a la catedral de Palencia.

Homenaje al Maestro (Palencia, Castilla y León, España)
Marzo, 2011 ----- Nikon d300

jueves, 7 de noviembre de 2013

¿QUIÉN RESUELVE EL PROBLEMA?


En la ciudad francesa de Pau, mientras caminaba por uno de los barrios menos céntricos, me encontré con un escaparate curioso. En él se exhibían unos cuantos trofeos (copas, sobre todo, alguna medalla, alguno de forma apropiada sobre lo que se trataba). Los ventanales, la limpieza y la apariencia eran cualquier cosa, menos agradable o glamurosa; es más, si tuviera que calificar aquel local, diría que era algo más bien desarreglado y con poco cuidado.

Pero, en mitad de todos esos trofeos, había un tablero de ajedrez, con varias de sus piezas colocadas encima, y alguna que otra, desordenadas, fuera. Sobre el tablero, un cartel, que en traducción personal decía lo siguiente: “¿Cuál es el único movimiento de las blancas que NO hace mate?” De modo que lo que en aquel escaparate de un club de ajedrez de barrio de la ciudad de Pau, al sur de Francia, era un problema de ajedrez, a cuya resolución se invitaba al viandante o al curioso que hasta allí se acercara. Hay que remarcar que la palabra “pas” (la partícula negativa en lengua francesa) se encontraba en un tamaño muy superior al de las otras palabras, que también usaban la mayúscula.

Admito que allí mismo, no le presté mucha atención, pues llevaba ganas de ver otra cosa para la que sí tenía algo de prisa. Pero ahora, recalando en la imagen que arriba se muestra, he intentado resolverlo, y pese a su complicado análisis, creo haber dado con la única solución posible, aquella que reclama el cartel.

Se ha de tener en cuenta que la posición de las piezas es harto improbable, pero legal. Es una típica posición de problema, efectuada ad hoc. Pero las blancas mueven como siempre hacia arriba de la imagen, y las negras hacia abajo. El rey negro, rodeado en el centro de amenazas por todos lados, es el que lleva el bastoncito blanco sobre su cabeza. Y el rey blanco, arriba a la derecha, tuvo que llevar el suyo, pero carece de él, por habérsele roto seguramente. Las damas no intervienen en el problema. A buscar la solución del enigma también animo yo a quienes esto lean, y si en una semana nadie lo consigue, la comunicaré el día 15 del mes corriente. Veamos si hay alguien que lo logra.

Escaparate de un club de ajedrez en Pau (Pyrénées Atlantiques, Aquitania, Francia)
Julio 2011 ----- Nikon d300

martes, 22 de octubre de 2013

SUPERCHERÍA PERMISIBLE



Termina el mes de Libra. Uno más de los signos del zodíaco, que luego son usados con liberalidad en los horóscopos, para establecer curiosas previsiones sobre lo que les sucederá a los nacidos bajo dicho signo, teniendo en cuenta la posición de los astros, que influirán notablemente sobre los humanos. Es lo que conocemos como astrología (1), o conjunto de prácticas de observación de los cuerpos celestes encaminadas a predecir cómo éstos incidirán de forma ineluctable en los hechos humanos. Según la astrología, que un planeta se alinee con determinado satélite influye decisivamente en que unas personas se comporten (más o menos al unísono) de un determinado modo; o que la adición de dos órbitas complementarias de astros a millones de kilómetros tendrá más influencia sobre los destinos del mundo que la acción de algunos políticos o de los cambios climáticos; o que las figuras que la posición de algunas estrellas nos sugieren son el modo en que la vida o el destino se nos revelan. Para unos, su autenticidad está fuera de toda duda. Para otros, carece por completo de interés, no ya científico, sino de cualquier tipo. Sin embargo, si se juntara todo el dinero que este sector mueve en todo el mundo, las cuentas nos darían cifras de muchos miles de millones anuales. Y ante esto, si esta estúpida superchería hace más felices a cierto tipo de personas (siempre que éstas, de resultas de esa creencia, no influyan negativamente en nadie más que en sí mismos), ¿quién es uno para censurar, criticar, prohibir tal pérdida de tiempo? Las sugestiones creídas -vengan de donde vengan- siempre han sido útiles. Los placebos, también.
___________________
(1) No confundir con la Astronomía, ciencia que estudia la composición, movimiento y evolución de los cuerpos celestes, mediante procedimientos científicos y con el fin de saber y conocer.

Signo de Libra, en el Zodíaco que se encuentra en el suelo de la plaza del Capitole
(Toulouse, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2011 ----- Nikon d300

domingo, 29 de septiembre de 2013

POR FIN, AVIADOR


Querida madre, me alegra contarte que por fin he logrado mi sueño, aquel que tantas ilusiones me hizo concebir, aquel que no soportabais ver en mi cabeza, y por el que tantas palizas me disteis. Siempre quise volar, y vosotros lo sabíais de sobra. Era mi único sueño real. Mis condiciones mentales eran óptimas y mis características físicas nunca estuvieron en contra. Pero cuando os dije en casa cuál era mi aspiración, todavía recuerdo vuestras caras de enfado, que no eran sino otro rostro que ofrecía vuestro miedo. Lo que nunca supe ya es de qué temor se trataba: si de daño físico para mí (y, consecuentemente, para vosotros), si de comprobar que alguien salido de vuestro seno superara en mucho las expectativas que habíais asumido para vuestra vida; o tan sólo de comprobar que podía hacer aquello que deseaba, únicamente con proponérmelo, sin vuestra ayuda o consentimiento. Pero ya lo ves; papá no podrá saberlo ya, pero tú sí. Lo he logrado. Ya soy aviador, y aunque el avión es pequeño y antiguo, eso no me hace menos feliz. Ya surco los aires, ya veo la tierra desde el cielo. En silencio, pese al ruido del motor. En paz, pese a todas vuestras trabas.

Robado frente al Palacio de los Papas, en Avignon (Vaucluse, Provenza, Francia)
Julio, 2013 ----- Nikon d5200

domingo, 15 de septiembre de 2013

KENNY ELISSONDE, GANADOR DEL ANGLIRU 2013, ANTES DE QUE NI ÉL MISMO LO SUPIERA


Esta historia le hubiera gustado, con toda modestia, a Paul Auster. Pese a no tener que ver con el béisbol, sino con algo más lejano como el ciclismo. Por lo que contiene de azarosa casualidad.

Ayer sábado 14, salía la penúltima etapa de Avilés (Asturias), donde resido. Ni soy mitómano ni este año los nombres participantes eran de relumbrón. Es más, no reconocería por su cara más que a dos o tres corredores, y al famoso locutor que retransmite a diario el recorrido por la televisión. Pero una carrera ciclista es un espectáculo lleno de color, de formas inhabituales y de... gente. Así que hacia la salida me encaminé dispuesto a captar alguna foto interesante.

Pronto me di cuenta de que los ciclistas, la mayoría de los cuales se habían alojado entre Oviedo y Gijón, no aparecerían sino hacia el final, cuando el control de firmas y la salida hicieran obligatoria su presencia. Me dediqué, pues, a otras composiciones, a otros edificios, a otras personas. Y, sí, algo iba saliendo, pero el día no pasaría a la historia por mis excelentes capturas.

Por fin, la salida, fijada para las 13:30, aglutinó a los corredores en el punto de partida, ante la línea prefijada. Allí estaba el centenar y medio escaso de esforzados que aún permanecían en liza. En cuanto lo anunciaron por la megafonía, todos acudieron en tropel hacia la zona, haciendo prácticamente imposible su acceso, como no llevaras mucho rato allí sobre las vallas, aguardando el momento. Por tanto, sólo me pude acercar... de lejos. Aun así, no quería irme sin sacar alguna foto de alguno de los participantes. Sin embargo, desde donde me encontraba, pese a moverme algo, apenas podía encontrar algún hueco entre las cabezas y los móviles para poder enfocar algún torso o cabeza suficientemente llamativos. 

Ya dije que esta Vuelta apenas hay participantes de gran nombradía, y los que sí estaban no se hallaban a tiro de mi objetivo. Así que disparé quince o veinte veces para dejar constancia de que también yo fotografié a algún ciclista, y poco más. El único retratado que reconocí sobre el terreno fue el del bielorruso Vasili Kiryenka, que había ganado una etapa dos días antes, razón por la cual su cara me sonaba algo. Pero de los demás retratados sólo hubo fotos al azar de una forma, un color, un gesto. Nada, en definitiva.

El terrorífico recorrido de la etapa terminaba en un puerto demoledor, que sólo está al alcance de algunos muy escogidos. El temible Angliru fue este año hollado, en cambio, por un desconocido joven francés de 21 años, de nombre Kenny Elissonde, tras una meritoria escapada previa. Pues bien, cuando revisaba por la noche las fotos hechas por la mañana, su cara y su torso sobre la bicicleta había sido el personaje más retratado por mí del precario modo antedicho. Ahí arriba queda la muestra de ello. Y no intentemos sacarle ninguna otra explicación.

Robado en la salida de la vigésima etapa de la Vuelta a España 2013 (Avilés-Alto del Angliru, Asturias, España)
Septiembre, 2013 ----- Nikon d300

miércoles, 28 de agosto de 2013

CONTRADICCIONES JAPONESAS


Una buena mañana, una mujer de Kobe decide acompañar a su marido, en viaje de negocios, y llevarse alguna compañía además. La elegida es su madre, que además de los habituales, tendrá otros usos. La impedimenta no será exigua. Al fin y al cabo, es la primera vez que visita Europa. Acaso sea la última. El matrimonio no marcha muy bien en los últimos tiempos, y los hijos no acaban de llegar. Por eso, el equipaje es digno de una gran dama del lejano oriente, con varias valijas y baúles. Se lo pueden permitir. El ejecutivo, enfrascado en sus asuntos, no opone resistencia alguna: por lo general, no se ocupa, y ya en su destino tampoco lo hará.

El tiempo del que dispondrán las dos mujeres es total, hasta la hora de la cena. Por eso, decide comenzar por uno de los palacios de mayor solera mundial, de fama planetaria, pues hasta ella, de origen humilde, ha oído hablar de él: Versalles. Se viste con sus mejores galas, pero decide que se sepa bien su procedencia, si es que su genotipo no lo comunica a primera vista. Un kimono de seda de doble forro, floreado, como corresponde a la estación, unos zapatos-geta y unos calcetines-tabi, cubren su cuerpo casi por completo, bien entubado con su rosáceo cinturón-obi, al que no falta tampoco por encima el embellecedor-obijime, a juego; no puede faltar su bolso-kago, aunque sea Louis Vuitton y de un color muy intenso. No lleva reloj, aunque tiene varias docenas en su casa (pues su marido viaja mucho, y tiene la autoculpabilidad muy desarrollada), pero no importa: tiene un iPhone 5, que le proporciona muchas herramientas, al que lleva conectados unos cascos último modelo de Sony, donde escucha música espiritual de Kítaro. No contenta con el efecto, saca su minúscula Nikon 1 y le pide a su madre que la retrate dentro del palacio de la realeza francesa. “Que se sepa bien dónde estuvimos —afirma convencida con el gesto resuelto—, que los que nos rodean ya saben dónde estamos ahora”.

Robado en el Palacio real de Versalles (Île-de France, Francia) 
Julio, 2012 ----- Nikon d90

viernes, 23 de agosto de 2013

PODREDUMBRE DEL PODER


El poder va unido a la sensación de la prepotencia, de la inepcia, de la megalomanía, del egoísmo individual, del enriquecimiento ilícito, de todo tipo de corruptelas y ambiciones. Siempre ha existido esa sensación, fuera la época de la que se tratase.

Observemos este rostro, abrasado por la incuria del tiempo. Tal vez pudiera servir de símbolo de cuanto significa el poder. El retratado, César Augusto, primer emperador de Roma, fue uno de los hombres más poderosos de todos los tiempos, y reinó sobre un territorio vasto y diverso.

Casi dos mil años después de haber sido realizada, la colosal estatua que lo quiso inmortalizar ofrece todos esos huecos que aún dejan ver el rostro del emperador, pero abrasado del desgaste de la carcoma marmórea que la incuria del tiempo y las vicisitudes de su existencia la han acercado más a la realidad que los gobernados perciben, que al ideal que los gobernadores claman en sus demagogias. Huecos y carcomas que laceran la idea, y la acercan más a la realidad que a lo ideal.
 
 
 
Cabeza colosal de Augusto (Arlés, Bouches-du-Rhône, Provenza-Alpes-Côte d'Azur, Francia)
Julio, 2013 ----- Nikon d300

miércoles, 21 de agosto de 2013

LA MIRADA DEL FLAMENCO



Se agrupan por docenas, pues son animales gregarios, comunitarios, de grandes bandadas. Pero cuando se aparean, buscan alcanzar alguna intimidad. En un parque con visitas turísticas eso se antoja bien difícil; las riadas de curiosos que desean ver un remedo de lo que se da en estado salvaje son incesantes a lo largo del día. Por eso, buscan apartarse del barullo y la desconsideración de quienes piensan que se hallan en un parque temático. Así, se alejan o buscan algún cañaveral recóndito donde poder dar rienda suelta a sus instintos. Pero una lente de teleobjetivo puede romper esos propósitos, aproximando la lejanía con gran facilidad. Es entonces cuando la realidad de lo íntimo se hace cercana y real, casi al alcance de las manos y se pueden captar los arrumacos y todas las evoluciones del amor, en una suerte de voyeurismo no carente de cierta indecencia. 

Estábamos muy lejos, no menos de doscientos metros. Esa hembra se sintió invadida por completo. Su comportamiento así me lo dejó entender. Yo sé que me miraba desde su lugar apartado. Lo hacía con atención, inquisitorialmente. Ese ojo amarillo lo demuestra con nitidez.

Flamencos en el Parque Ornitológico de Pont de Gau (Santes-Maries-de-la-mer, Provenza, Francia)
Julio, 2013 ----- Nikon d300

viernes, 15 de febrero de 2013

PREGUNTAS SOBRE EL AMOR


El autor de la fotografía le ha puesto a esta imagen como título algo calculadamente ambiguo: "Alegoría del amor". Pero ante su contemplación, surgen varias preguntas.

¿Por qué el corazón (y aquí se observan tres) se asocia al amor? ¿Por qué hay tres corazones en la imagen? ¿Por qué uno de ellos destaca más? ¿Por qué, curiosamente, es el más pequeño y el de material más consistente? ¿Por qué es el único elemento que muestra brillo? ¿Por qué, incluso, el color rojo dominante de esta forma tiene más nitidez y resolución que el resto de los otros componentes? ¿Por qué casi todo se muestra bajo un curioso desenfoque? ¿Qué simboliza esa textura desconchada y agrietada que parece servir de fondo, y por qué es azulada y algo desvaída? ¿Por qué hay una cinta-cordel a la que va enganchado el corazón rojo? ¿Tendrá algún significado especial? Y los corazones elaborados con material más fragil, ¿significan algo concreto? ¿Por qué son dos y por qué razón se encuentran más difuminados? ¿Por qué llevan hilo rojo que cierra su estructura por arriba y por abajo? Y, por último ¿por qué su autor publicó esa foto-composición el 14 de febrero, día de San Valentín?

Una persona cuyo estado emocional careciera de los altibajos propios del amor-pasión diría que son interrogantes pertinentes. ¿Se haría las mismas preguntas ante esa imagen una persona enamorada por completo?

Fotocomposición en estudio, con edición posterior
Febrero 2013 -----Nikon D 300

viernes, 11 de enero de 2013

MIRANDO CÓMO SE HUNDE



El arte actual es muy extraño. O al menos, esa impresión da. Igual fue siempre así, y los viandantes de cada momento histórico se asombraban a cada paso, viendo las cúpulas florentinas o los frescos romanos o las ojivas francesas. Pero íntimamente uno siente que no. Que la extrañeza es, sobre todo, cosa nueva, contemporánea, coetánea a estos tiempos irreductibles al análisis o al deleite; a la contemplación a veces. 

Cuando uno pasea por Plasencia, ciudad de notable historia, pero algo avejentada para mi gusto, no se espera encontrar algo así en un rincón recoleto, sin demasiada belleza, de carácter cuadrangular, incluso con una tienda de delikatessen en una esquina. Pero enfrente de esa tienda cuidada y moderna, se encuentra el grupo escultórico arriba mostrado. Dirá alguno: “Pues vaya, pero al menos se reconoce lo que se ve”. Y, sí. Se ven dos hombres, uno de pie, otro arrodillado y con la cabeza hundida en la arena. El que tiene la cabeza con posibilidades de mirar y ser mirado es de mediana edad, obrero citadino, vestido ligeramente con pantalón, camiseta, boina. El otro, parece más joven, pero sólo lo parece, pues su cabeza, su rostro, conjunto de detalle esencial, se nos hurta a quienes miramos, y todo son conjeturas; si acaso, la tersura del cuerpo arrodillado nos permite aventurar que sí, que es más joven. El mayor observa impasible, con las manos en los bolsillos cómo el joven entierra su cabeza y brazos en la arena, o cómo los tiene enterrados, o cómo los quiere sacar. Eso sí, desde la mayor de las tranquilidades, con la curiosidad del indiferente, o con la indiferencia de quien tiene una curiosidad mal guarnecida o averiada hace tiempo. El conjunto, de resina plástica, se encuentra sobre una superficie de arena real, que sirve también para que cualquiera pueda escribir, marcar rasgos, dibujar, etcétera. Todo ello, contenido entre cuatro baldas de metacrilato transparente. La obra, intitulada con artera intención “Escena 3ª”, es obra de Morán Sociedad Artística, y no debe olvidarse que fue considerada ganadora del III Premio Internacional de Escultura “Caja de Extremadura”. ¡Natural! Lo de que es una escena, no se puede negar; ahora, ponerle un ordinal, ya, raya un poco lo pretencioso, o lo desdeñoso, o lo escrofuloso, si se apura. Lo de que quien la ejecutara fuera una Sociedad, lo explica todo: sólo entre varios se puede perpetrar la banalidad más aparente. Y lo de que ganara un premio otorgado por una caja de ahorros que ha acreditado problemas de liquidez, también se considera de lo más coherente, teniendo en cuenta los casos que los últimos tiempos nos procuran.

Pero, sí. Se reconoce lo que se ve. No se entiende nada, pero se reconoce a los dos fulanos. Se aprecia que las proporciones son realistas, así como la indumentaria y los diferentes rasgos anatómicos. Que la “escena” sea incoherente, inaprehensible, lista para lucubrar lo que a uno le llegue de los cielos, eso es lo de menos. Lo importante es que llame la atención. Y hay que admitir que, impactar, impacta. Uno va caminando con tranquilidad por la tranquila ciudad provinciana, sorteando iglesias, plazuelas y murallas, y de repente, un señor con la cabeza bajo tierra es contemplado con inexpresiva quietud por otro en la plenitud de sus capacidades físicas. ¿Qué habría que interpretar? Nada, hay que dejarse llevar. ¿Qué habría que paladear? Nada, pues al lado de las viandas que ofrecía la tienda de delikatessen, la escultura perdía de largo. Por tanto, ¿qué?

Claro que, bien mirado, todo puede ser una más de las metáforas de la época que sufrimos. Así, el hombre semienterrado, podría haber tomado la determinación de vivir así lo que le quede de infausta vida, para no ver ni oír cuanto nos ha tocado padecer en los últimos tiempos. O bien, pudiera entrenarse para una prueba de resistencia para cuando vaya a ejercitar la exploración en África, y la comida escasee, o sea enterrado vivo para ser comido por hormigas gigantes. O cabe la posibilidad de que se esconda, cual avestruz humano, de alguien que le tiene ojeriza y pretende así que los males y el enemigo desaparezcan como por ensalmo. O puede que tanto cornamenta como le genera su legítima le pesase demasiado sobre la cabeza, y quisiera ocultarla a los demás o tan sólo aliviarse su peso indigno. Y hasta incluso podría tolerarse la hipótesis de que acabase de contemplar con detenimiento la tricentésima cuarta obra ganadora de un premio local o regional, y no ha podido soportar más la vejación de no ser galardonado él mismo, por lo que procede a un suicidio más artístico que práctico, ante el asombro inane de su compañero de pie.

Escena 3ª (Plaza de Ansano, Plasencia, Cáceres, Extremadura, España)
Escultura de Antonio Morán, Premio Internacional Caja Extremadura, 2010
Diciembre, 2011 ----- Panasonic Lumix G3

jueves, 3 de enero de 2013

LA MUJER SIN CABEZA



La mujer decapitada tiene hambre. La revoltura la consume. Los hechos más recientes, también. La memoria no hace sino empeorar las cosas. Ha recordado su infancia. Cuando su madre le traía un vaso de leche todas las noches al acostarse. Y de repente se encuentra deseando tener en sus manos un gran vaso de leche con que saciar su añoranza de antaño, su rencor por lo sucedido esa misma tarde, con que evaporar las previsiones más funestas. Se inclina sobre la mesa, y todo su cuerpo se vence, por su pecho, pero la cabeza no le responde. No la tiene. Hoy mismo se la han arrancado de un solo tajo. El vaso de leche, en cambio, se encuentra frente a ella. La fuerza de su deseo lo ha hecho surgir al borde de la mesa. No es muy grande, pero permitiría saciar de golpe su sed de felicidad pasada, de justicia presente, de antojo futuro. Alarga las manos, pero éstas son ciegas, sin ojos que los guíen. Bracea hacia un lado y otro, como una nadadora invisible en un líquido opaco. Impotente, se vence de nuevo sobre la mesa. Las manos hacia adelante, intentando atrapar no sabe bien qué. La leche, impasible, inmóvil, blanquísima, aguarda.



Escultura de Juliâo Sarmento, titulada "Licking the milk off her finger" (1998), expuesta en la Fundación Serralves (Oporto, Portugal) 
Enero 2013 ----- Panasonic Lumix G3

martes, 1 de enero de 2013

LA CHICA DEL PERRITO


Bajaba por la Praza da Liberdade. Sus movimientos no eran corrientes. Se desplazaba con grandes pasos, impropios de quien pasea simplemente, o de quien anda con tranquilidad, máxime siendo mujer. Eran movimientos erráticos, casi en zig-zag. No parecía loca, pero tampoco parecía muy cuerda. Pero eso no trae sustancia a la historia. Lo que sí lo da era la relación con su perro, a quien seguía con la mirada, tirando con suavidad de la correa, cuando se alejaba un tanto, diciéndole palabras suaves. El perro la miraba de vez en cuando con unción. Ella no pronunció una palabra en todo el rato, aunque a veces sonreía tímidamente. Él no ladró en ningún momento, ni produjo más sonido que el de sus patas recorriendo el suelo. Por un momento, me despisté. Otros motivos atrajeron mi atención. Cuando los volví a enfocar, se encontraban en un banco. Ella, vestida con sorprendente elegancia, sostenía sobre su regazo al perrillo, que, muy quieto, parecía vigilar todo cuanto los rodeaba. Ella, con la cabeza baja, sin hablar nunca, ni siquiera susurrarle algo de cerca, no dejaba de acariciar su lomo, lo que parecía encantar al animal. Eran unas caricias largas, sentidas, intensas. Me transmitieron tanto, capté tanto cuanto les unía, que no pude menos que sentirme partícipe de aquel enlace. Y de hacerle una fotografía robada para dar constancia de ello a quienes no les baste sólo con las palabras... y para ayuda -algún día- de mi propia memoria.

Mujer con perrito, en un banco de la Praza da Liberdade (Oporto, Portugal)
Enero, 2013 ----- Panasonic Lumix G3

lunes, 31 de diciembre de 2012

AMANECER DE ATARDECIDA


No se puede añadir mucho a lo que ya ha sucedido. Todos lo hemos vivido con intensidad diferente, pero con una sensación de pesar variable y de crispación que ha ido creciendo conforme los meses pasaban.
No se puede añadir mucho, pero hay que seguir. No queda otra. Lo contrario sería rendirse, y eso sí que no. Está claro que ceder es morir, y tampoco queremos eso, aunque otros sí empujen para que caigamos más aún.
Os regalo esta foto de ayer mismo, en el extremo de Galicia, en la desembocadura del Miño, en La Guardia, con el mar embravecido, enfadado, pero bellísimo en su evolución. Era un atardecer, pero si os queda la imaginación intacta después de tanto golpe, tanta mentira y tanta infamia, podréis comprobar que podría ser perfectamente un magnífico amanecer.
Que el nuevo año nos sea propicio a todos los que lo merezcamos.

Paseo de las Cetarias (La Guardia, Pontevedra, Galicia, España)
Diciembre 2012 ----- Nikon D300

domingo, 28 de octubre de 2012

EL "ENCANTO" MEDIÁTICO DE LA GIOCONDA


Advierto de entrada que guardo cierto prejuicio frente a la obra de arte más famosa de la historia de la humanidad. No sé si precisamente por ser la más conocida, si por serlo sin verdadera justicia, si por haber suscitado más bibliografía que tantos temas acuciantes y necesarios, o si porque, sencillamente no me atrae gran cosa ese rostro amorcillado y deliberadamente ambiguo. Con todo, no creo que mi prejuicio me impida la valoración que la imagen contribuirá a clarificar.
Hace mucho, cuando con casi 20 años entré en el Louvre por primera vez, y después de una jornada agotadora viendo antigüedades y esculturas (mis prioridades de siempre), me decidí a ver uno de los iconos del museo y del Arte en general, llegué a una sala relativamente pequeña, sin luz natural, de tonos mortecinos, llena de gente, que se apelotonaba y hacía cola para entrar a ver el susodicho cuadro, que es más bien pequeño y que tan sólo muestra a una mujer bien delimitada por abundante sfumato, enmarcada por un paisaje lleno de perspectiva aérea. Para más inri, la obra aparecía protegida por un cristal de grosor anti-bala, donde uno podría peinarse con decoro, sin que se apreciara rubor alguno. Me decepcionó mucho entonces: el cuadro y el “ambiente”. Las dos veces que volví en años posteriores, ni siquiera pasé a visitarla. Esta vez, ya la cuarta, decidí ir comprobar cómo estaba, presentarle mis respetos, y, sobre todo, documentar gráficamente el asunto.
Mi sorpresa fue mayúscula. La sala donde ahora se halla es enorme y de techos altos, bien iluminada con luz natural. Se encuentra sobre un panel único, donde ningún cuadro más estorba su vista... pero, enfrente justo, han colocado “Las Bodas de Caná”, de Paolo Veronés, un gigantesco lienzo de casi 7 por 10 m. De modo que si el lienzo ya me antojaba indigno de mis desvelos, esta vez me lo pareció más todavía. No obstante, el espectáculo no estaba en los cuadros. Lo fascinante eran las reatas de turistas que allí se arracimaban dándose codazos para acercarse a la diosa y... hacerle una foto. Esa es la prueba necesaria, el recuerdo básico y el objetivo claro de quienes allí se congregaban
Si se aprecia la imagen, se pueden apreciar las reducidas dimensiones del lienzo, la ansiedad del rebaño y el tan desaforado número de cámaras fotográficas, de vídeo, tabletas, móviles y otros artilugios captadores de imagen, que incluso quien no lleva ninguno, se siente impelido a hacer siquiera el gesto del disparo, como para engañar su pulsión cerebral y proseguir el recorrido como si tal cosa. Es lo suyo. Como también lo fuera que la magnificencia, exquisitez, esfuerzo y enciclopedismo lujuriante de Veronés pasaran, pese a su tamaño y ubicación, más bien desapercibidos.

Turistas fotografiando la Gioconda, de Leonardo (Museo del Louvre, París, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D300

viernes, 5 de octubre de 2012

LA NECESARIA INUTILIDAD DE VERSALLES


Si bien se observa, esta puerta es, más que un objeto de apertura, una frontera. La que separaba a la nobleza y la corte francesas del resto de su pueblo. Una frontera, una división. Está dorada. La han pintado recientemente. Busca el asombro contemporáneo hacia una época donde el oropel más rebuscado convivía con la miseria más atroz. Aún nos sorprendemos de que aquello tuviera lugar tan sólo hace  apenas tres siglos. La impudicia de los poderosos suele ir pareja a su deseo de exhibición. Ése es uno de sus defectos más notables. Por ella, entre otras muchas causas, las monarquías cayeron, presas del descrédito, del desamor, de la desconfianza. Cuando se accede hoy día al palacio de Versalles, a pocos kilómetros de París, lo primero que sorprende es la inmensa cantidad de personas que acuden a él para comprobar algo que resulta difícil creer si no se ve, aunque tantas veces lo hayamos contemplado por otros medios: la inutilidad manifiesta de la belleza, y cómo la falta de correspondencia entre lo inútil y lo realmente necesario fue la nota dominante de una cultura que hizo del hedonismo estéril un modo de vida. Si se recorren las salas, las habitaciones, los jardines, todos ellos atestados de turistas ávidos de imágenes y de pruebas de haber estado allí, se tiene una impresión de agobio, a la que acaso no fueran muy ajenos los habitantes de esa corte endogámica y aislada del dieciocho francés, aunque por razones diferentes. Lujo, belleza, apariencia, recargamiento, riqueza, abundancia. Todo ello es contemplado sin apenas detenimiento, con la prisa habitual en estos recintos. La protagonizan manadas de personas para quienes la entrada a este enorme palacio es sólo la excusa para poder afirmar que allí estuvieron, que se van como llegaron, con la misma idea preconcebida, y con pocas sensaciones nuevas, alegres de poder mandar a alguien querido una foto presencial y justificante, electrónica e instantánea. La puerta dorada de acceso no es ya la entrada principal, mucho más modesta y práctica. Es la muestra singular de que aun siendo falsa fue más verdad de lo que ahora ha de contemplar cada día.

Reja de la puerta principal del Palacio de Versalles (Île-de-France, Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D 300

miércoles, 22 de agosto de 2012

ANTAÑO, HOY, LOS DIOSES...



Antaño, los dioses se conformaban con ofrendas que los humanos les ofrecían con regularidad. Sabían que ambos mundos son incomunicables, aunque sí se puedan observar el uno al otro en determinadas circunstancias. Ellos decían que intervenían, y los creyentes miraban a otro lado, cuando se hablaba de las causas. La comodidad del pacto quedaba fuera de toda duda. Con el tiempo, el conocimiento aparentemente creciente, la sucesión de las civilizaciones, los avatares diversos de la especie, fueron evaporando las creencias en los dioses antiguos. Estos fueron quedando poco a poco arrumbados en los libros  clásicos, en la memoria de los mayores. La mayoría se retiraron a su medio natural, a su Arcadia, su Olimpo, su Elíseo... Algunos, más persistentes en la memoria, transigieron en ser imaginados en materias nobles, como el mármol, el alabastro, el bronce de aleación proporcionada. Otros, los menos, admitieron cualquier material, aun deleznable, con tal de proseguir presentes en el pensamiento de los hombres. A costa incluso de caricaturas horribles, distorsiones vergonzosas y herrumbres intolerables. Algunos, siguen todavía entre nosotros. Pese a todo. Pese a todos.

Joven sátiro (Parque del Muelle, Avilés, Asturias, España)
Abril, 2002 ----- Konica Minolta ZiMage


OS ESTÁN GOBERNANDO (IMBÉCILES)



Así es, os gobiernan. Hacen cuanto desean de vosotros. Os engatusan, os engañan, os oprimen, os estafan, os dirigen, os roban. Todo, con la idea perenne de ser ellos quienes posean la riqueza y vosotros les sirváis como puente para lograrla. Perpetuarla. Incrementarla. Cada época, el juego cambia. El resultado, no. Siempre son los mismos. Esos a quienes insultáis, a quienes despreciáis, a quienes restáis todo el mérito. Saben que quien golpea primero, golpea más, y genera sensación de memoria de miedo. Ellos son quienes poseen los medios de producción o quienes poseen los resortes de los otros poderes, son aquellos cuyas riquezas no admiten guarismos inteligibles, quienes detentan la política gracias a unos sistemas que acaban siempre del mismo modo, quienes hacen lo que les viene en gana, y que no contentos con eso, siempre aspiran a más. Son quienes carecen de escrúpulos y de ideas, salvo las que en cada momento inspire la ganancia, la victoria, la explotación, la huida en el peor de los casos. Son los que tildamos de tontos, de analfabetos, de hipócritas, de canallas. Pero son ellos quienes vencen siempre. Y cuando parece que no, es sólo una demora para el siguiente asalto. Es  lo natural. No son superiores, pero vosotros sí que sois inferiores. Es fácil para ellos, porque carecen de oposición. Son expertos en calibrar las contradicciones y debilidades del ser humano, y de sortearlas con resultado a su favor. Saben que criticaréis, que pondréis el grito en el cielo, que incluso podréis cometer alguna violencia puntual. Pero en el fondo saben que sois unos mierdas y que nunca os pondréis de acuerdo para nada útil, ya que la sartén es un instrumento de menaje que sólo admite un asa, y ellos son quienes la manejan a la perfección. Sí, os están gobernando, y lo seguirán haciendo por los siglos de los siglos, porque desde que trazaron su plan, con la revolución agrícola y ganadera, siempre han tenido muy claro qué hacer, cómo y a costa de quiénes. Os están gobernando, sí. Si lo sabré yo, que soy uno de vosotros.

Pintada callejera en Granada (Andalucía, España)
Diciembre, 2008 ----- Nikon D 300

viernes, 17 de agosto de 2012

EL MITO MARILYN: PUDOR E INCITACIÓN



Si se mira con atención, Marilyn se resume en este gesto, captado de un modo algo torpe (y no demasiado bien fisonómicamente) por una empresa que lo ha congelado en esta escultura seriada de resina industrial. Es un ademán que capta sus dos esencias principales: el pudor (aparente) y la incitación (evidente). Norma Jean fue una mujer atrapada en un cuerpo espectacular, y cuya mente fue siempre a rastras del mismo. No creo que ni sus cualidades como actriz, ni como persona reflexiva rayaran a gran altura, pero le bastaron para crear el mito Marilyn. Con todo, emociona todavía recorrer su historia dubitativa y acomplejada, que ella resolvía con algunos saltos adelante más arriesgados aún o recurriendo a lo que sigue siendo infalible hoy día: la imagen irresistible que proyectaba ante una cámara. Todavía en nuestra época emociona su sorprendente ingenuidad sobre la naturaleza del hombre pensante, aunque resulta evidente la claridad que albergó sobre lo que los varones sentían por alguien como ella, y que supo utilizarlo a su favor. También nos siguen emocionando aún sus intentos por ser alguien cultivado, alguien desasido de una imagen exclusivamente física y sensual, pero también notamos sus contradicciones extremas y sus maniobras de mujer pura y primaria. Y eso nos la aproxima tanto, que logra convertir su imagen en un icono y hace que parezca más humana y más nuestra, en posesión de cada uno, y de todos al mismo tiempo. Con ese gesto, tomado de la película de Billy Wilder La tentación vive arriba, se compendia toda Marilyn: se sujeta los volantes de su amplia falda, para que el aire procedente de la boca de metro no la deje demasiado expuesta, pero lo que deja ver a quien puede contemplarla no deja lugar a dudas: es la cara satisfecha de quien se sabe deseada en cualquier circunstancia y que con sus movimientos en apariencia castos genera un deseo creciente de verlo todo y de disfrutarlo todo. Ahora se han cumplido 50 años de su muerte (accidental, provocada o criminal; tanto da). Ella sólo alcanzó los 36. Pero seguimos pensando y sintiendo lo mismo en cuanto la vemos reproducida de cualquier manera.

Escultura-reclamo de la librería "El Baúl de los Recuerdos" (La Coruña, Galicia, España)
Agosto, 2012 ----- Panasonic Lumix G3

jueves, 16 de agosto de 2012

INFINITUD DE LAS CUMBRES



En las cumbres, sólo se escucha el silencio y el bisbiseo del viento en su roce silbador contra cualquier cosa que le dispute protagonismo. Si el sol compite con autoridad, los brillos suscitan en ocasiones los recuerdos, y a continuación una conciencia de pequeñez que refuerza la marcha sobre la vida, colocando a cada uno en su verdadero lugar. En invierno, cuando hasta las aves escasean, ateridas por los elementos, sólo la roca, la nieve y el cielo logran el maridaje perfecto. Acompañándolos, la vegetación se muestra rala, desnuda y agazapada, a la espera de un nuevo brote de vida, en meses venideros. En las cumbres, la nieve y el silencio forman a veces otra hermandad que nos habla de historias contadas al amor de la lumbre. En nuestra cabeza, pese a todo, jamás nieva, ni reina esa paz que sólo estos lugares procuran. Por eso hay que ir cada cierto tiempo a las alturas, a renovar ciertos pactos, a henchirse de ideas puras y a adivinar el parecido de cuanto se contempla con el concepto tan humano de la perfección, de la infinitud.

Puerto de Piedrasluengas, entre Palencia y Cantabria (España), con la Liébana al fondo
Febrero, 2010 ----- Nikon D 100

viernes, 10 de agosto de 2012

COMO EN SU PROPIA CASA




Ella estaba allí convencida de estar en su casa. Nunca había estado en el palacio, pero en su cabeza residía la certidumbre de que alguien la había invitado a pasar una temporada en la corte. Tuvo que efectuar un largo viaje para ello. Ahora, se encontraba en el umbral del acceso, pero no entendía por qué había tanta gente aguardando tras ella en una inmensa cola, pero eso le importaba bastante menos. Venía ataviada para la ocasión, o eso creía ella. Las raíces del cabello se le notaban con facilidad, y la lencería superior quedaba algo a la vista. Pero ella iba muy peripuesta con su vestido blanco de organza, su mejor collar y su pamela cortesana, que siempre imaginó compitiendo con otras damas en alguna boda británica. La sonrisa firme mostraba su fuerza y su decisión. Cuando sonó la bocina, ella entró alborozada la primera. El Palacio Real de Versalles le abría sus puertas al fin.

Robado en los jardines del Palacio Real de Versalles (Francia)
Julio, 2012 ----- Nikon D 300

jueves, 9 de agosto de 2012

LA ABSTRACCIÓN DE LO ABSTRACTO




Hay muchos a quienes no les gusta el arte abstracto. Por completo respetable. Sobre todo, si la frase “no me gusta el arte abstracto” ha pasado por una serie de filtros y experiencias que abocan a una decisión. Cuando ya no es tan respetable es cuando, por dejadez, inercia o ignorancia, al no reconocer nada de lo representado, volvemos la vista como si las obras de arte tuvieran la obligación contractual de representar la realidad de los sentidos. Si encima el título es numérico o aséptico, el rechazo puede ya resultar categórico, cuando no insultante. El problema es, únicamente, de tiempo, intención, decisión y paladar (léase sensibilidad). Del mismo modo que en un McDonald’s y en un restaurante tres estrellas Michelín ingerimos en ambos comida, el modo de degustarla no puede ser el mismo. Si urgidos por el momento, entramos en el primero, nos alimentaremos mal que bien en unos minutos y habremos cumplido de sobra. Pero si somos unos gourmets, y buscamos el deleite sensorial, en ese lugar sufriremos horrores, del mismo modo que si entramos en el segundo restaurante con prisa y el único objetivo de llenar el estómago.

Dicho esto, contemplemos la foto. Está realizada en el Centro Pompidou, en París, en una exposición temporal retrospectiva del pintor alemán Gerhard Richter. La persona que contempla el cuadro, de grandes dimensiones, es oriental, probablemente japonesa. Está de espaldas, y más o menos a la altura de la mitad del lienzo, que no sale entero, porque no es necesario. Éste muestra una serie de varias líneas finas horizontales de prácticamente todos los colores del espectro, más alguna vertical. No hay figuración. Sólo abstracción geométricamente distribuida. Sólo abstracción cromática. La espectadora estuvo delante de la obra no menos de diez minutos, lo que, en equivalencia para un museo, es haber estado viviendo allí muchos días. ¿En qué pensaba? ¿Sentía? ¿Recordaba? ¿Qué contemplaba exactamente? ¿Con qué relacionaba esas líneas? ¿En qué universo recaló? ¿En qué grado de relajación o excitación se hallaba su cuerpo? ¿Conectó con el espíritu que impulsó al pintor a ejecutar la obra? ¿Analizaba la técnica pictórica del autor? ¿Memorizaba la disposición de los colores buscando algún patrón o significado? O, sencillamente, ¿estaba calibrando un problema personal que la acuciaba y la paralizaba hasta ese extremo? Todas estas conjeturas albergan una probabilidad de éxito. Jamás conoceremos la verdad. Igual que, ante un cuadro abstracto conoceremos nada. Como esta mujer de espaldas ante la obra de Richter, lo único que podremos será dejarnos llevar por lo que a cada uno nos procure nuestro cerebro, que no es más que una amalgama de sensibilidad esencial, bagaje adquirido e intención positiva. Lo demás será sólo eso: conjeturas.

Robado en el Centro Pompidou (París, Francia). Exposición temporal de Gerhard Richter
Julio, 2012 ----- Panasonic Lumix G3

miércoles, 8 de agosto de 2012

RITMOS DE COLOR



La apariencia es sencilla: apenas un rectángulo oblicuo de piedra granítica, bordeado de un poco de tierra y algo de césped no demasiado homogéneo, todo ello desenfocado en proporciones diversas. Lo único enfocado es lo que capitaliza la mirada: cuatro barras de colores distintos. Cuatro colores que tampoco significan nada, son sólo el reflejo de algo que no vemos sobre una superficie mojada por la lluvia (lo que hace más gris el día, más suavizada la luz y más saturados los colores). Pero justamente porque no ofrecen significado alguno, la mirada recala más en ellos y en su sucesión rítmica. Porque los ritmos nos atraen, nos arroban a veces. Una explicación podría ser que toda repetición nos tranquiliza, que nos da la impresión de una serenidad salvífica mediante la eliminación de la sorpresa. Repitiendo la mirada muchas veces hacia lo que a su vez se repite muchas otras, creemos en un continuum que es irreal, pero tranquilizador. Relajémonos unos instantes: la lluvia y unos objetos de color desconocidos conspiran para darnos un destello de paz.

Reflejos en el suelo mojado en Ares (La Coruña, Galicia, España)
Mayo, 2008 ----- Nikon D300

martes, 7 de agosto de 2012

EL SILENCIO ABSTRACTO DE LOS CLAUSTROS




El tiempo, tras los terrores del año 1000, no era circular, sino cuadrado. En los claustros de los monasterios, de las abadías, de algunas catedrales, el tiempo adquiría la forma de una forma geométrica abstracta, recorrida a diario por sus religiosos caminantes. El paseo por el claustro, ayudado por la simetría rítmica de sus capiteles y por la sincera fe inicial de la mayoría, era un recorrido místico, trasunto del viaje que todo humano lleva a cabo en su vida. En las cuatro galerías del claustro, de un modo repetitivo, tenaz, absorbente, uno podía figurarse en otro mundo, o incluso en éste, aislados de todo, para una comunicación más intensa con su dios.

Hoy, en cambio, ese silencio ha dejado arrumbado a un lado, porque lo  que predomina es la horda de turistas que invade algunos de estos recintos que sorprendentemente han resistido los embates de las eras. Con todo, si uno posee cierta capacidad de recogimiento y abstracción, puede aislarse mentalmente de los demás, y dejar que la sucesión de columnillas y los motivos de esos capiteles que las coronan inyecten una dosis suave de tiempo pasado y belleza resistente que lo impulsen a uno a seguir creyendo. Creer, sí; pero no ya en dioses vengativos o generosos, sino en que el ser humano, pese a todas sus sevicias e incontinencias, ha sido capaz siempre, siempre, de hacer aparecer, donde antes no había sino pura materia, habitual podredumbre e instintos primarios sin domesticar, un instante al menos de sobrecogimiento inútil y de egoísta reflexión, que permitan seguir respirando, pese a todo.

Capiteles de la catedral románica de Saint Bertrand de Comminges (Alto Garona, Midi-Pyrénées, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon D 300

lunes, 6 de agosto de 2012

EL PERRITO INVÁLIDO



Observen bien la foto. Lo primero que se aprecia es algo trivial: un perro sentado encima de una silla de ruedas. Nada que llame la atención, en principio. Detrás, se adivina la chiquilla que, acaso, será hija de la persona impedida, y que cuida también del perrito. Su sonrisa nos tranquiliza. No parece haber anomalías. Hasta que reparamos en la lengua del perro. Podría parecer que hace calor, y que el animal jadea. Pero lo sorprendente es que la lengua sale por un lado de la boca, no de frente. Y eso ya nos hace sospechar. Por otro lado, a continuación, ya algo escamados, comparamos el respaldo de la silla de ruedas con el del perro, que es de una raza pequeña. El respaldo no parece diseñado para una persona, aunque sea de reducido tamaño. Y no; porque la silla de ruedas, convenientemente adaptada es para el perro, pues éste es el minusválido en realidad.

En el rato en que estuve pendiente de esta escena, tanto desde lo alto, como ya —más interesado— a su misma altura, no pude comprobar que el perro no se pudiera mover o corretear, pero sí que al animal le faltaba la parte derecha de su mandíbula, que es justo por donde se le descuelga la lengua, que parece hacernos burla. En el rato que este asunto me abstrajo, desentendiéndome de la fortaleza que había ido a visitar, pude notar que en verdad la silla era para él, y que era tratado con unos miramientos que para sí hubieran querido muchos ancianos. Lo gracioso fue que el perrito, cuando fue consciente de cuanto yo lo miraba (y fotografiaba), empezó a mover la cola a juego con la lengua, en una sincronía coreografiada que hizo que en breves instantes me muriera de la risa. Mi actitud parecía contrariar al perro, que a su vez movía más la lengua en un fallido intento de amedrentarme. Lo cual hacía que yo siguiera riendo tanto, que hasta las lágrimas se me saltaron. Después, me fui, con la tarde mucho más alegre que como había comenzado. A la noche, soñé con el perro y su silla de ruedas. En ese caso, yo era el impedido, y el perrito con la lengua ladeada me conducía entre grandes carcajadas hacia un precipicio. Y no, no me desperté antes de que lo hiciera.

Robado en Collioure (Pyrénées Orientals, Languedoc-Rosellón, Francia)
Julio, 2009 ----- Nikon D 300

domingo, 5 de agosto de 2012

AQUELLAS AULAS, AQUELLOS TIEMPOS



Si se fija uno en la imagen expuesta, hay dos cosas que no cuadran a quienes vivimos alguna vez en este tipo de aula. La primera es la luz. Es artificial, intensa, reveladora. Nada queda en penumbra ni en sombras. Todo queda a la vista. Porque el objetivo del lugar donde nos hallamos (el impresionante Museo Etnográfico de Grandas de Salime) es justo ése: mostrar, revelar, siquiera en parte, aquello que fue. Y es justo reconocer que se ve muy bien lo que nos quieren mostrar. Sin embargo, en aquellos tiempos, la luz que bañaba nuestras aulas era, sobre todo, natural (provenía de los amplios ventanales) y escasa (al menos, en los nortes donde uno creció). También de tono azulado, gris, macilento.


La segunda es la abundancia de mobiliario, de mapas, de láminas, de objetos didácticos diversos. El único lugar austero de ese aula idealizada son los pupitres, pero porque no pueden albergar prácticamente nada encima. Lo demás, nos habla de medios antiguos, pero mucho más numerosos de los que nuestra memoria alcanza a adivinar. Es, pues, otra mistificación propia de la intención museística, didáctica. En los tiempos en que yo era crío, dicha abundancia brillaba por su ausencia, sobre todo en el mundo rural, que fue el único que —escasamente, durante apenas un curso— yo llegué a verificar en persona. Es más, las carencias eran la nota común.


Con todo, el aroma que se siente cuando se entra en este aula recreada es reconocible de inmediato, porque los olores permanecen de forma indeleble en nuestro recuerdo, y las gomas, los papeles, los lápices, la madera y demás materiales, nos transportan  con facilidad a un mundo muy alejado del nuestro, del que sin embargo bebimos  y que nos sirvió para —mal que bien— llegar donde estamos ahora. Nos retrotraen también a los sonidos, a los rostros abrasados de tiempo y olvido, a los instantes hermosos y tristes que aguardan a todo niño en su devenir. Y esa inyección de nostalgia agradecida o agria, vivificante o mortecina, es el verdadero antídoto para  que no nos creamos más de lo que somos y el mejor estimulante para pensar que si entonces estuvimos peor y crecimos, ahora no va a ser menos.


Aula de la época de Franco, en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime (Asturias, España)
Octubre 2009 ----- Nikon D 300

sábado, 4 de agosto de 2012

CARICIA SOLAR



El calor parece desprenderse de esa piel tumbada en la arena. Es la hora de mayor intensidad. A pocos metros, otra piel de plástico, desinflada y abandonada un tanto a su suerte, no cumple con su función de divertimento. No es necesario. Ahora procede dejarse mecer por la escasa brisa del mar, aliviar la mente de los problemas domésticos, convertir el pensamiento propio en la guarida indestructible donde el mundo no nos toca, recordar y, sobre todo, soñar todo lo bueno que deseemos y que alcancemos a imaginar. Será nuestro único rédito del verano. Pero si se hace bien, no será poco. Ya habrá tiempo de inflar el balón de nuevo.


Playa de América (Pontevedra)
Agosto 2009 ----- Nikon D 300

viernes, 3 de agosto de 2012

EL LLANTO DE LOS ÁRBOLES



Comentaba yo una vez en voz alta que el llanto era algo ajeno a los árboles, cuando mi pareja, sorprendida y divertida a la vez, me soltó: “¿y los sauces llorones?”. Hube de convenir, también sorprendido y divertido, que tenía razón, siquiera fuera enunciativa. Pero yo seguía poético o melancólico o simplemente caprichoso. Y, no sé por qué, lamentaba que los árboles no pudieran llorar. Ellos, que son de las formas vivas más antiguas y longevas del planeta, no habían desarrollado el llanto. Pero me equivocaba. Como si alguien me escuchara, los cielos se ennegrecieron y pronto comenzó a llover, no de un modo fuerte, pero sí constante y molesto, por ser verano. Poco rato después comprobé que los árboles sí lloran, pero necesitan de la ayuda de la lluvia para poder hacerlo.

Hoja de tilo, en la localidad de Saint Bertrand de Comminges (Haute Garonne, Midi-Pyrénées, Francia
Julio 2009 ----- Nikon D 300


jueves, 2 de agosto de 2012

MILNOVECIENTOSSESENTAYTRES




Cuando bajé al gimnasio, ya había acabado todo, y sólo quedaban los del hip-hop haciendo de las suyas. El chaval que estaba actuando no era ninguna lumbrera en clase, pero allá abajo era igual de indolente. Hasta los colegas le hacían chuflas a sus movimientos lentos y al desgaire. Por fin la música cesó. Se entregaron los premios a los mejores, y el asunto estaba a punto de disolverse, cuando vi su cazadora por detrás. 1963. Mi año de nacimiento. Me acerqué a él. Le pregunté de dónde la había sacado. Se sorprendió. Era de su padre, que la había pillado en Londres, porque también era el año en que había nacido y le había hecho ilusión encontrar una así. Le dije que su padre y yo éramos de la misma quinta. Su gesto inexpresivo me indujo a explicarle qué significaba esa coincidencia. Se sonrió. “Date la vuelta”, le dije, “que le voy a hacer una foto”. Obedeció, divertido. El gesto que le salió de forma natural, enmarcó su espalda de un modo muy propio.

Cazadora de un alumno de 2º de la ESO, del curso 2007-08
Junio 2008 ----- Nikon D 300

miércoles, 1 de agosto de 2012

CREACIÓN



Recala la mirada en un nacimiento que crece, cilíndrico y húmedo. Barro moldeable a voluntad de su hacedora, que dota de líneas, volumen y sentido a lo que sólo instantes antes era un amasijo verdoso, veteado e informe. Con la pausa de quien sabe que el tiempo es sólo lo que construyas con él, las manos hacen rotar, crecer, abrirse, surgir, ser. Los dedos, impregnados de la materia nutricia elemental, aún se diferencian poco de la obra, como en el relato del Génesis. Juntos, creadora, manos y vasija, en un todo que por unos instantes no admite la diferenciación.

Manos de una alfarera en la localidad de Bergerac (Dordoña, Aquitania, Francia)
Julio 2010 ----- Nikon D 300

REEDICIÓN (NUEVA TEMPORADA)

A veces hay que detenerse, para reequilibrar la marcha, que acaso no sea la que más satisfacciones íntimas nos depare. Cuando al menos no hay presión externa, todo se produce de una forma más suave, y las transiciones apenas se notan, porque brotan de un modo natural, casi necesario.

Esta bitácora se detuvo hace meses. No lo hizo por agotamiento de su creador, ni por falta de ideas, ni siquiera por problemas personales. Era una falta de trayectoria coherente. Y sin una ruta determinada, sólo se pueden dar tumbos. No me gusta esa sensación.

Absorbido cada vez más por el mundo de la imagen fija, no me fue quedando muy claro cuál sería la finalidad de este blog. Y proclamar —como se hizo a principios de año, en la ya habitual declaración de intenciones anual— que serviría para hacer lo que me diera la gana en él, no fue más que un bienintencionado error en alguien que, como yo, pese a ser muy libre de cara afuera, gusta de marcarse rumbos bien claros por los que transitar.

Había que buscar, pues, un cometido, una finalidad a este blog, que no requiriera una bidireccionalidad, feedback o pretensión alguna de influencia en los demás, ni obligación de reciprocidades diversas. Mi blog debe servir, antes que nada, a mi interés. Si éste conviene o favorece a alguien más, maravilloso. Pero los demás no son el objetivo. Lo difícil es encontrar ese objetivo, que no suponga una repetición de lo que ya cubre mi galería de Flickr.

La fotografía ha sido la elegida, al fin. No porque ya no escriba microrrelatos —al contrario—, sino por la desproporción cuantitativa entre ambas actividades y porque soy muy pudoroso con mi obra, y sólo me gusta publicar aquello que no me desmerece. El proceso de corrección y validación de mis cuentos no admite plazos marcados con regularidad, a no ser que ya dispusiera de ellos en su fase previa al visto bueno final, como sucedió con los publicados en anteriores temporadas.

Fotografía, pues. Pero no imágenes sin más. Para eso, ya está la galería de Flickr. La foto tendrá palabras que la delimiten, la estimulen, la comenten, la contradigan, la provoquen o, tan sólo, la ubiquen y la referencien. Va a ser así con cada una de ellas. Así, final o fatalmente, esta bitácora acabará haciendo honor a su verdadero título: “Fotografía y palabra”.

sábado, 14 de abril de 2012

INSPIRACIÓN EN EL SUPLEMENTO (MICROFICCIÓN)

(Cuando uno está con ganas de crear, cualquier atisbo puede hacer brotar la chispa de la que surja la deflagración con que se alimente todo proceso creativo. La lectura de un reportaje en un suplemento semanal reciente dio lugar a lo que sigue. El orden de lectura de ambos textos, el de origen y el relato, no influye en su valoración.)

EL ARTISTA SUPREMO

Niego la acusación, naturalmente. ¿Quiénes son ustedes para negar mi arte? Tal vez según sus leyes haya cometido alguna ilegalidad. Pero ¿sobre qué base? ¡Yo soy un artista! Nadie mejor que yo conoce a los pintores cuya obra estudié hasta agotar las referencias. Nadie mejor que yo sabe cómo eran sus trazos, los materiales que utilizaban, los paisajes que visitaron, las vivencias que les trastornaron, las técnicas que desarrollaron, las rivalidades enconadas que les hicieron evolucionar y, a algunos, caer. No he copiado cuadros de nadie. ¡Qué vulgaridad! Yo he creado obras nuevas con modos antiguos. Perfectas. Todas habrían podido ser firmadas por los autores en los que me he inspirado. Ningún crítico de arte, ningún especialista de museo ha detectado jamás fallo alguno en mis obras. Pero si hasta la viuda de Max Ernst dijo que una de las obras “reaparecidas” era el cuadro más hermoso que habría creado su marido. Siempre dije que, si aún vivieran, habría sido capaz de convencer a algunos de esos autores que una de mis obras era suya, olvidada tras muchos años de pérdida o desprendimiento voluntario. Pero, no. Yo no falsifico. ¡Creo! Pinto obras nuevas. Mi pericia es sobrenatural. Sin embargo, ¿habría reconocido el mundo mi habilidad? ¿Habría podido ganar el dinero que he ingresado en mis cuentas con mi propia pintura? No, no se me habría reconocido jamás. Por eso mi método consistió en inventar colecciones extraviadas, rescatadas de guerras o coleccionistas misántropos. Cuando veían las fotos preparadas para la ocasión, envejecidas artificialmente, donde figuraban mis obras colgadas en paredes sepia, las posibles dudas se disipaban de inmediato. Al mercado del arte habría que juzgar, no a mí. Me han pagado lo que pagan por obras infladas en el mercado. Los galeristas, los coleccionistas, los museos, necesitan más cuadros. Su propia necesidad y ambición los ha cegado. Yo sólo he aprovechado una fisura del sistema. Pero, por favor, ¿culpable yo? Soy un artista, no lo duden. El mejor, porque con la misma facilidad que pintaría un Derain, enmarcaría sin titubear un Léger, o cualquiera de los artistas de cuya creación hubiera alguna mínima duda sobre cuántas obras habría pintado. Yo soy el mejor artista, el más global. Mi obra debería estar en los mejores museos del mundo. No olviden mi nombre, señores: yo soy Wolfgang Beltracchi.

AVISO A VISITANTES

Todas las imágenes (salvo excepciones indicadas) y los textos que las acompañan son propiedad del autor de esta bitácora. Su uso está permitido, siempre que se cite la fuente y la finalidad no sea comercial
Si alguien se reconociera en alguna fotografía y no deseara verse en una imagen que puede ver cualquiera, puede contactar conmigo (fredarron@gmail.com), y será retirada sin problema ninguno.