viernes, 23 de marzo de 2012

EL MÉTODO (GRONHÖLM)

La duda entre lo conocido y lo por conocer, a medida que uno envejece, se hace menos turbulenta, y la claridad se impone a la tiniebla, del mismo modo que el goce sobrepuja a la ansiedad. Me pasa a menudo con los libros; también, aunque en menor medida, con el cine.
Viene esto a cuento de que ayer, a la hora de mi película diaria, se estableció la duda entre si ver una película de nuevo cuño  (Moneyball, de Bennett Miller, el director de Truman Capote) o ver una más antigua y que ya había visto tres veces antes (El método, de Marcelo Piñeyro). En el caso de ayer, la duda tardó cuatro segundos y medio en resolverse a favor de esta última, porque yo en ese momento requería emociones fuertes, sin que hubiera tiros ni apocalipsis, y la primera las prometía, pero la segunda las aseguraba. De modo que vi otra vez El método.
La experiencia, no por repetida menos intensa, fue como un subidón de adrenalina pura. En un marco muy reducido, unos personajes perfectamente dibujados e individualizados, luchan con todas sus armas mentales y caracterológicas, en una lucha de la que sólo acabará venciendo uno: quien ocupará el puesto para el que una empresa ha convocado esa selección de personal. La anécdota puede consultarse en cualquier lado, no procede explayarla acá.
Pero qué trama, qué actores, qué alternancia de planos, qué guión, qué intensidad, qué crítica más feroz al capitalismo salvaje, qué sensación de novedad a pesar de conocer perfectamente lo que sucede. 
Con obras así, ¿quién se arriesga a que lo vayamos a ver nos defraude? He aquí la reflexión de un viejo.

martes, 20 de marzo de 2012

ARTE EN EL REFLEJO


Llovía bastante. A ratos de forma violenta. Luego paraba. Cuando llueve, las cámaras se vuelven trémulas y contagian sus miedos a sus dueños. Pero a veces hay que violentarlas, forzar su tendencia tradicional a minimizar los riesgos. Y es entonces cuando uno comprueba que hay mundos distintos, y que se pueden ver de otro modo, con otra mirada.
Aquel día vimos el Colegio de la Compañía de Monforte de Lemos, como no lo habíamos visto nunca. En el suelo, reflejado en los charcos de esa lluvia que tanto nos quería molestar y que tanto nos dio, al final.

martes, 13 de marzo de 2012

MIL ENTRADAS DE BLOG


Me he enterado de casualidad. Quizá porque el guarismo "cantó" mucho el otro día, después de la entrada de la luna. Qué curioso, me dije. Mil entradas. Habría sido más interesante, como querría Borges,  que el número hubiera sido más contundente, como "Mil entradas y una entrada", remedando las "Mil noches y una noche" de Burton. Pero yo soy más clásico. Y el número me impacta. Claro que como ésta es la entrada 1001, los dos quedaremos satisfechos. 

Decía que es una cifra que impacta. Y lo hace porque no se va buscando. Si lo hubiera hecho, la ansiedad por alcanzar la meta no me habría dejado vivir. En cambio, así, poco a poco, de forma constante, foto a foto, relato a relato, sin pensarlo demasiado, como si fuera un juego (aunque muy serio, que no admite desmayo), uno llega donde nunca pensó llegar.

Esto es lo más fascinante de los blogs. Y de la voluntad que debe conllevar, como es lógico. Porque abrir una bitácora, vulgo blog, lo puede hacer cualquiera. Mantenerlo con cierta regularidad es más costoso. Conservarlo varios años, complica su existencia. Alcanzar cifras sorprendentes es más inhabitual. La sensación de repetirse, las fallas de la voluntad, la impresión de que nadie lee, nadie contempla, nadie comenta, todo ello contribuye al cansancio, a la tentación de dejarlo todo y de dedicarse a tareas más gratas, más rentables, acaso más lúdicas. No ha sido mi caso, de momento.

En realidad, el blog surgió hace cuatro años por una causa práctica. No era capaz de aprender a manejar Photoshop, ese programa maravilloso y cabrón, que fue diseñado para prometer paraísos, a cambio de infiernos. Aprendía algo, y como no lo reforzara y prosiguiera practicándolo, se me olvidaba todo. De modo que probé a obligarme a algo, con la finalidad de generar una continuidad que me apretara las tuercas con el programa. Dio resultado, he de añadir.

Pocas cosas me han cambiado la vida tanto en los últimos años -y tan gratamente- como esta bitácora chiquita.

Fotografías y palabra. Es de lo único que sé algo. Por aquí seguirán los tiros...

domingo, 11 de marzo de 2012

LUNA LLENA

 

El otro día, al levantarme sobre las 7'15, vi refulgir frente a mi ventana una luna tan llena como incitante. El impulso de fotografiarla brotó de inmediato. Poner el trípode y montar la cámara con el objetivo, llevó sólo unos minutos, aunque iba con el tiempo algo justo. La verdad es que no es más que un objetivo de 500 mm catadióptrico, que sumado al sensor de la d300 se convierte en 750 mm de longitud focal. Pero quedó con una impresión de proximidad similar a como la sentimos algunas veces, tan lejos, tan cercana, tan influyente en todo y en muchos. Y así quedó. Convenientemente enmarcada, claro.

sábado, 10 de marzo de 2012

OJALÁ CREÁSEMOS MENOS, Y MEJOR

Steven Soderbergh ha sido noticia estos días pasados por haber afirmado que deja su oficio, que ha de reinventarse de nuevo, que ha de aniquilar todo cuanto ha creado, y volver a empezar. Soderbergh es, como se sabe,  director de cine ("Sexo, mentiras, cintas de vídeo", "Erin Brockovich", Ocean's eleven", "Traffic", "Che", y varias otras). Sorprende su afirmación, pero se comprende. Lo que se comprende menos es que la haga. Sorprende su sinceridad (o su deseo de llamar la atención, que nunca se sabe), su desgarro. No, en cambio, su agotamiento, admisible desde cualquier punto de vista, ya que tiene estrenada o a punto de hacerlo tres películas.

Admitamos a juicio la totalidad de sus afirmaciones. Está cansado. Siente que todo lo hecho no lo justifica. Puede que tenga que sacrificar cuanto ha llevado a cabo para reinventarse. Se retira en el momento de máxima actividad. Admitámoslo. ¿Por qué, pues, uno no acaba de creérselo del todo? Porque no suele ser común esa postura. La "droga" de la creación, o de lo que uno piensa que es creación, motiva la "recaída" de casi todos cuantos anuncian su abandono o su retirada. Sucede en todos los ámbitos, sean o no ligados a la creatividad: la música, el toreo, el cine, el arte, la política... A la inmensa mayoría de quienes anuncian que se van, los vemos regresar al poco, como corderillos, a la escena pública, intentando argumentos para explicar la vuelta al tajo: necesidad de dinero, ausencia de motivación, síndrome de abstinencia, necesidad de cubrir un hueco "vacío" desde su marcha, ofertas imposibles de rechazar, perentoriedad...

El resultado es la hipertrofia de libros, películas, canciones, obras de arte (o sucedáneos con dicho nombre). Sobra demasiado de todo ello. Sobra basura en cualquiera de los mundos que acabo de enumerar. Quizá si creásemos menos, corrigiéramos más y no dependiéramos tanto de la opinión ajena, acaso la creación se beneficiaría de una mayor autenticidad y una energía contagiosa, más propensa a la expansión.

Pd/ Sería bueno lanzar una hipótesis algo envenenada sobre cuánto tardará Soderbergh en asomar de nuevo por el mundo del celuloide. Yo no le doy más de dos o tres años.

domingo, 4 de marzo de 2012

EL PROBLEMA ES LA IMPUNIDAD

Desayuno los domingos con morosidad manifiesta. Lo hago habitualmente, pero los días festivos remoloneo más, y me detengo en detalles que la velocidad de la vida cotidiana impide realizar a diario. Me detengo, entonces, en una carta al director de un ejemplar de dominical -XL Semanal, nº 1270, muy reciente-. (Algún día alguien tendrá la idea de realizar una completa sociología de nuestro país, llevando a cabo un estudio serio de lo que pensamos, analizando en profundidad estas cartas que los ciudadanos de a pie mandan a los diarios, con la esperanza de ver publicadas alguna vez sus palabras, fruto de sus pensamientos. Pero me desvío.)

Apuntaba que una carta al director había llamado mi atención. En ella, se nos habla de alguien que es conductor de autobús escolar desde hace muchos años, que todos los días las vidas de unos 50 críos dependen de su pericia y su cumplimiento de las normas, y que su sueldo se cierra en 18.200 € anuales. A continuación, nos habla de una señora que dirige el departamento de cardiología de un importante hospital, con muchas vidas salvadas a sus espaldas, se nos recalca, que es recompensada con un salario de 38.000 € al año. Por último nos habla de un fulano cuya profesión es banquero de alta graduación, cuya gestión "ha dejado a centenares de personas sin vivienda, ha hecho que miles de empresas tenga que cerrar y  dejará próximamente sin trabajo a más de 700 personas". Nos refiere la preocupación de este hombre, porque el Gobierno acaba de limitar su salario a un máximo de 600.000 € anuales. El artículo compara las responsabilidades de los tres, y es concluido con una ironía, que busca una pequeña sonrisa que compense tales atropellos, pero que a mí se me resiste.

Pasemos por alto que el hecho de que sea relativamente fácil conducir un autobús (e incluso lograr el empleo) y de que el sueldo de la cardióloga sea incorrecto (es bastante superior). Centrémonos en las responsabilidades, y en las utilidades. No es verdad que la responsabilidad del conductor sea superior o inferior a la de la cardióloga, y la de éstos, mayores o menores que la del banquero. Todos formamos piezas de un engranaje, y todas las piezas son importantes, porque cuando dejan de funcionar, nos resentimos todos. Nadie duda de las utilidades de los dos primeros, aunque muchos ignorantes cuestionen la del tercero. Pero yo no defiendo a este compungido ejecutivo.

Lo que a mí me hace hervir la sangre es que mientras los dos primeros, con toda su responsabilidad a cuestas, si cometen errores (humanos y no dolosos, se entiende), tendrán que pagar por ello, aun no teniendo culpa directa, si el tercero comete desfalcos, desviaciones y tropelías diversas (obsérvese el diferente matiz inculpatorio), puede acabar impunemente limpio, a poquito que haya urdido bien su red de caída.

El problema no es cuánto gane cada cual, aunque resulte insultante que en esta época de globalización informativa, sepamos hasta cuánto se gastan en moqueros los famosos. El problema no es la diferencia abusiva entre pobres, medianos y ricos. El problema es que quienes son culpables de gestiones incorrectas, prevaricadoras, explotadoras, mentirosas y con ánimo de lucro personal, queden sin castigo proporcionado a sus delitos. Eso es lo que genera alarma social, desidia hacia lo político y desesperanza hacia el futuro.

miércoles, 29 de febrero de 2012

¿PIERDO EL TIEMPO O LO INVIERTO?



Resulta sorprendente, pero las crisis a lo largo de la historia han dado mucho material para imaginar y para crear. No se debe olvidar que uno de los siglos más aciagos de nuestro pasado español, el XVII, albergó a una pléyade de literatos, pintores y escultores de tan alto fuste, que fue denominada Edad de Oro.

Pero a mí me sorprende más el efecto que las crisis provocan en el intelecto de personas que por lo común no darían más palo al agua que el que se echa en el chiringuito correspondiente, mientras se escarban la dentadura con un mondadientes de largo recorrido. Lo arriba mostrado es un buen ejemplo de ello.

Ahora, lo que más atónito me tiene es que en los últimos tiempos quien esto escribe se pasa no menos de 15-25 minutos de reloj al día mirando tonterías o genialidades de éstas por la red, vía Facebook, enlace a enlace, comprobando que el tiempo se me pasa como si me lo fumara, y que acabo riéndome con unas ganas tales como si la vida me fuera en ello. 

O sea, que saco varias conclusiones

  • En época de crisis, la gente aumenta su inventiva
  • Ante esa gran inventiva, se incrementa la necesidad de compartirla con cualquiera
  • Ese cualquiera es tan cualquiera, que puedo llegar a ser yo, que apenas uso el feisbuc ése
  • Pierdo bastante tiempo todos los días. O lo invierto, no sé. Lo que está claro es que disfrutar, disfruto
  • ¡Qué raro yo, haciendo comentarios de este tipo en mi (serio) blog!
  • AQUÍ HAY ALGO QUE FALLA

lunes, 27 de febrero de 2012

¿POR QUÉ FOTOGRAFÍO LOS DETALLES?

Practico la fotografía porque me gusta la belleza de una forma visual, bien captándola, bien seleccionándola, bien creándola. Entre otros muchos temas, me gusta la macrofotografía, vulgo macro, por unas cuantas razones.

Podría comenzar diciendo que me fascina la Belleza -bajo cualquiera de sus expresiones- y ésta abunda por doquier; sólo hay que buscarla:  en lo grande, sí, pero también en lo diminuto, porque es lo que no estamos acostumbrados no sólo a mirar, sino a hacerlo con el suficiente detalle. 

Precisamente, los detalles son, muchas veces, trasuntos del todo, pero con una apariencia mucho más elegante, divertida, impactante o intensa.

De igual modo, cabría apuntar que me gustan algunas sorpresas, las que depara algo que estamos acostumbrados a ver de un modo habitual, desde determinada altura, o en un contexto concreto, cuando se lo mira desde muy cerca, y las perspectivas cambian y las relaciones entre los objetos y las formas se alteran.

Aquí añadiría que si me encanta contemplar algo que nunca había visto antes, aunque lo tuviera delante de mi mirada de continuo, la estética de la macrofotografía se adecua de un modo excelente a esa afición contemplativa y degustadora.

También, porque me entusiasma crear nuevas e impensadas relaciones entre las líneas, los contenidos, los colores y las texturas, vistos todos ellos con los ojos artificiales de unos aparatos (sobre todo, objetivo macro y tubos de extensión) que amplían y diversifican cuanto el ojo pueda captar.

Y en último término, porque creo que si se observa bien lo pequeño, tal vez podamos ver con otra mirada lo que parece grande, y valorarlo en su justa medida.

Y porque es difícil, ¡coño! Y a mí me gustan los retos que me obligan a crecer.

Pd/ En estas dirección1, dirección2 y dirección3 puedes mirar unas cuantas muestras de esta técnica en mi galería de FLICKR, según quieras Composiciones, Macro vegetal o Macro animal, respectivamente.
O, simplemente aquí, en este mismo blog, en la etiqueta MACROFOTOGRAFÍA

sábado, 25 de febrero de 2012

PERDER TIEMPO Y ENERGÍA

Perdemos demasiado tiempo intentando cambiar a quienes difícilmente lo harán a instancias nuestras (los demás),  e invertimos demasiada poca energía en transformar y asumir a quien más nos debería importar (nosotros mismos). ¡Qué de pérdidas! ¡Qué de frustraciones! Familiares, sobre todo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Y, DE NUEVO, CARNAVAL

La sucesión de las fiestas cíclicas tiene una función bien clara: la de que la vida se nos haga más corta, dándonos la imprecisión -falsa- de que el tiempo pasa volando, pues después de una fiesta viene la otra, y así en un continuum absoluto, que hace musitar en voz baja "ya está aquí...". Y no. Cada fiesta tarda exactamente un año en llegar. Pero nos acordamos de que hace muy poco era la anterior fiesta y en breve vendrá la siguiente (sólo hace un mes y poco era Navidad, y en 40 días llega la Semana Santa) y así nos parece que pasó poco tiempo. Pero los carnavales llegaron hace aproximadamente un año (es fiesta con referencias astronómicas, con lo que sus fechas varían de un año a otro). Y eso no tiene vuelta de hoja.

No me gusta el carnaval. No sólo por lo que supone de simbolismo al respecto, ese derroche de comida y divertimento antes del período cuaresmal de ayuno y abstinencias. Eso, fue. Hoy, ya no supone nada de ello. Pero es un ritual basado en creencias que no comparto. No, me refiero a que no me gusta por un par de razones distintas. La primera, su categoría de fiesta de masas (no soporto a las masas, y menos cuando ejercen conscientemente de tales). La segunda, porque supone que durante unos días, unas horas, un  tiempo, uno se disfraza y es lo que no es, se convierte en lo que no puede ser, ansía ser y acaso nunca será, pero durante unas horas, unos días, un abrir y cerrar de ojos, uno se transforma en alguien distinto.

El éxito del carnaval se fundamenta en esto (además de que cualquier motivo de jolgorio es aceptado sin rechistar por la mayoría): en ser quien no se es, porque a uno no le suele gustar ni la apariencia ni la esencia propias. Y estos días de carnestolendas, uno prueba a ser otro cuerpo, otra esencia, otra actitud. ¿Respetable? Sí, claro. ¿Compartible? En mi caso, para nada. Me gusta lo que soy en un grado superior a la media. Y quienes esto sufren o disfrutan a diario en mis proximidades, lo podrían corroborar. Por eso, la posibilidad de colocarme otra piel y otra personalidad encima, siquiera sea por unas horas, me horripila, aunque pudiera ser divertido.

Hay otra razón para que no me guste el carnaval. Y es que soy muy vago para algunas cosas. Y pensar en qué tipo de persona (o animal, o ente) se quiere aparentar ser, elaborar el correspondiente disfraz, acondicionarlo todo para que sea un éxito, y otros etcéteras... ya me supone un desasosiego que me aboca directamente a la inacción más absoluta. 

De todos modos, el carnaval me gusta mucho. Como motivo fotográfico, es de los más agradecidos. 

martes, 14 de febrero de 2012

¿DEL AMOR? EN PRIMERA PERSONA





Pese a todo lo que se diga, nadie puede hablar cabalmente del amor. Como mucho, y siendo generoso con el permiso, uno puede hablar de su propia experiencia personal, que tampoco es que dé para mucho (una vida... siempre es poco, a qué engañarse). Sin embargo, se generaliza mucho, se comercializa más y -como todo el mundo ha tenido la experiencia a mayor o menor nivel- se pontifica lo infinito.

Con todo,  lo cierto es que hablar de amor es muy fácil. Parece que cualquiera podría hacerlo, tomando como base sus propios pasos en la materia. Pero por eso mismo, me parece frívolo, oportunista y autojustificativo.

Como mucho, del amor cabría hablar en primera persona. Y no de cualquier forma, sino en un susurro, con la compañía adecuada del género que se quiera, con la condición que se desee, arropados bajo una manta, tomando un té aromatizado en un salón o sintiendo la caricia del sol en una playa. Uno podría decir, entonces, en la confidencia: "pues no, no me he enamorado nunca, pero llevo emparejado con la misma mujer desde hace casi doce años, cuando no pensaba que el asunto pasara de dos o tres meses a lo sumo, lo cual en alguien con mis características, debe significar algo más que mucho". También, podría comentar: "no sé cómo lo hace, porque es más divertida que la radio, y me cago de risa nueve y media de cada diez veces que estamos juntos, por no hablar de que cocina como los ángeles, pero también lee, camina, ve cine, viaja, hace fotos, cursillos, cuida a sus hijos, a sus padres, a sus amigos, a sus sobrinos...". O incluso, algún detalle anatómico: "siempre que caminamos, no podemos hacerlo sin que nuestros dedos vayan juntos e incluso en el cine jugueteen, aun a veces sin sentirse, de pura costumbre relajante, y también resulta que esos dedos que acarician, se entrelazan, amasan, hojean, disparan, señalan, planifican y se hidratan a diario, han caminado junto a mí unos cuantos miles de kilómetros por cinco países europeos, amén de unas cuantas provincias del país patrio".  Aunque lo más seguro es que sólo se escuchara al final que quiero seguir haciéndolo, porque si no lo hiciera, demasiadas cosas se desajustarían. Empezando por mi cabeza, siguiendo con mi entusiasmo y mis proyectos, y terminando con mis dedos, que sólo se podrían encaramar a la frialdad de la empuñadura de mi cámara, a las curvas nacaradas de mis plumas y a las convexidades doradas de mis libros. Únicamente.

domingo, 12 de febrero de 2012

MI COHERENCIA


En sesuda consonancia con mis dos anteriores entradas, he dado comienzo a la lectura de David Copperfield, opera magna del bicentenariado Charles Dickens.

Titulo del libro: DAVID COPPERFIELD (CAJA)El ejemplar en tapa dura que me he comprado (editado en Barcelona por Alba editorial, Colección Clásica Maior, nº XX, 2003, 2ª ed., de 2010, en traducción de Marta Salís) pesa 1590 gramos y posee 1022 páginas, adecuadamente cosidas en unos cuantos cuadernillos.

A esto llamo yo coherencia suma.

sábado, 11 de febrero de 2012

MAL LECTOR DE NOVELAS

Hoy habría querido escribir esto:
"Soy un mal lector de novelas. Salvo un puñado de ellas -a las que siempre vuelvo- me parecen una descortesía: nos dan demasiado poco a cambio del tiempo que nos roban. Cuando me preguntan por el último best seller suelo contestar siempre lo mismo: "Conozco formas más agradables de perder el tiempo."


Pero acabo de leerlo en una obra de José Luis García Martín, titulada Alrededores del paraíso, de la editorial Universos, en su página 57. Y ya no tengo necesidad de escribirlo, claro. Ya lo hizo él por mí. 

viernes, 10 de febrero de 2012

LO BREVE

Siento fascinación por lo breve. Los recortes, los chistes, los aforismos, las fotografías, las viñetas, los microrrelatos... Todos ellos son ejemplos de cuánto se puede decir o mostrar con extraordinaria economía de medios. De cómo se puede contar mucho sin aburrir a quien lee o mira. De cómo una idea, una imagen, un asunto pueden calar tan profundamente como obras de mayor entidad cuantitativa.

Confieso que la edad no contribuye a erradicar la posible dolencia. Pero en mi caso, no es un signo de los tiempos, que asocian lo breve a lo rápido. Siempre me pasó, incluso de adolescente. De hecho, mi mayor carencia literaria se halla en el capítulo "obras maestras, sección libros de más de 400 páginas". Sólo me arrepiento en parte. Tiendo a pensar que he compensado con otros recursos.

Me fascina lo breve, porque diversifica la calidad y multiplica la cantidad de todo cuanto aún me queda por ver y aprender.

Ya lo he dicho. Brevemente.

jueves, 9 de febrero de 2012

LA ÉTICA DEONTOLÓGICA DE ALGUNOS PROFESORES

Los claustros profesorales suelen ser aburridos y burocráticos, estadísticos y funcionariales en el peor sentido de la palabra. A casi nadie le gustan. Y aunque a veces hay algo de interés, hay que comentar que se hacen porque son prescriptivos y de obligado cumplimiento. Aclaro esto porque es un deber, algo por lo que a uno -entre otras cosas- le pagan, no algo que pueda o deba fascinar. 
Pues bien, acabo de salir de uno de esos claustros. En él he intervenido un par de veces, pero lo que hace brotar estas palabras es constatar que algunos compañeros, siempre unos pocos, siempre las excepciones, son peores que los alumnos. Tener que intervenir, después de aguantar mucho rato un continuum de risas, comentarios, parloteos a dos, tres y cuatro bandas, con algunos de estos compañeros, mandarles callar y que dejaran de pegar la hebra, ya, de por sí, es molesto. Comprobar que la advertencia sólo hizo efecto un par de minutos, lo es mucho más. Y constatar que a medida que avanzaba la hora, otro subgrupo de personas algo más alejadas imitaba a los moscardones primeros, resultó descorazonador.
Yo comprendo el aburrimiento, la desgana, el desinterés en problemas para profesores que no imparten la ESO, que están de paso en el centro, o a quienes, simple y llanamente, todo se les da una higa. Yo mismo me aburro como un oso, y eso que soy persona implicada con el centro. Pero yo me llevo mi libro, mi revista, mi suplemento, etc., con el que poder aliviar el tedio, PERO SIN MOLESTAR. Que es lo que nos revienta a los profesores que hagan los alumnos, pero que es lo que algunos profesores, mudando su condición momentáneamente, llevan a cabo.
La profesión docente no es como otras. Lo siento, pero es así. Es como la de judicatura, la política, la medicina, la abogacía casos (y algunos casos más). Quienes la ejercen deben ser modelos, espejos en que los demás se reflejen. Su deontología profesional debe ser en esos casos superior a la media, porque seguimos siendo muestras que la sociedad reconoce -querámoslo o no, sea hoy menos que antes, pero aun así- como referenciales. Por ello, nuestro comportamiento debe ser, no digo inmaculado porque uno es realista, pero sí mucho mejor que el de otras profesiones. Concuerdo en que debería ser el óptimo siempre, se trate del trabajo que se trate. Pero insisto en su carácter ejemplar y modélico, que otras ocupaciones no ejercen.
Así, contemplando el comportamiento de estos seis compañeros, uno se hace muchas preguntas sobre docencia, coherencia, conciencia y profesionalidad. Que, en honor a la verdad, no me apetece responderme ahora mismo. Más que nada, por imaginar la respuesta.

miércoles, 8 de febrero de 2012

UN MUNDO PARA JULIUS




Hay en La Coruña varias cosas singulares, pero en esta fotografía se conjugan dos de ellas: la Plaza del Humor y un vagabundo alemán, de nombre Julius.

Uno ha viajado algo, pero no tanto como para saber si hay otra plaza tan extraordinaria como ésta, en la que se homenajea al humor y a unos cuantos que de él hicieron profesión y a quienes les deberemos siempre agradecimiento eterno. En cualquier caso, no conozco otra en la que literatos, dibujantes, cineastas, periodistas y payasos se conjunten en un espacio urbano donde se les muestra en dibujos taraceados en el suelo, y también con algunas esculturas para los más insignes humoristas patrios, de un modo tan acertado y edificante.

El personaje que se ve en la imagen es Julius. Al parecer, se apellidaba Lederer, pero para todo el mundo era simplemente Julius. Había aparecido en La Coruña hacía algunos años, y los relatos sobre el origen de su estadía coruñesa se fueron sucediendo. Lo cierto es que este joven no molestaba a nadie, no aceptaba ayudas de nadie y no se relacionaba con nadie. Como mucho, un cartelito de vez en cuando en el que solicitaba “40 céntimos”. Vagabundeaba por la ciudad, sin lugar fijo donde quedarse, y haciendo lo que le daba la gana, a su aire. La gente se acostumbró a él. Sin embargo, con el tiempo, según parece, su salud y estado se fueron deteriorando progresivamente, aunque él siempre rechazó cualquier tipo de asistencia. Se trasladó, no obstante por la costa gallega, y acabó recalando en Burela, donde las autoridades determinaron su ingreso en un centro psiquiátrico. Hoy, dos meses después de dicho internamiento, leo la noticia de su muerte en un hospital de Lugo. Tenía 31 años.

Hace años, una vez conocí la historia, me pareció un personaje digno de fotografías y merecedor de algunas palabras. En una mañana de mayo de 2009, tuve suerte de localizarlo en la referida Plaza del Humor, y le tiré algunas fotos desde lejos.

En ésta se le puede observar, como se podía ver muchas veces por el casco urbano coruñés, cargado con su impedimenta, pero a su aire, descansando, como aquí se ve, en brazos del inmortal Cunqueiro, que parece comprenderlo bien, hasta el punto de ofrecerle su abrazo y su corpachón para que descanse de sus tribulaciones diarias. Los ojos cerrados, pensativos, el cuerpo relajado, pese a la postura encogida, fumándose un puro. A pesar de su torpe aliño indumentario, a pesar de las mochilas, a pesar de sus barbas y largos cabellos, a pesar de todo, para mí supone, sin lugar a dudas, una imagen de la felicidad. Justo por su carácter efímero, puntual, momentáneo, de aquella mañana primaveral. Estoy seguro que en ese preciso momento, él estaba feliz.

Como dije, había hecho las fotos. Nunca, en cambio, había escrito las palabras. Acaso estuvieran esperando para salir, que su historia se completara. No lo sé. Y aunque debo confesar mi tristeza al escribirlas, no sabría responder a qué extrañas causas obedece.

martes, 7 de febrero de 2012

TÀPIES

Ha muerto este añoso pintor, al que los ditirambos más o menos oficiales tildan de "último gran artista del siglo XX", o sea, lo que dicen siempre que se muere alguien a edad avanzada.

Su expresión artística nunca provocó que se me moviera un músculo, salvo alguna obra concreta, y por escaso lapso de tiempo. De hecho, más de una vez califiqué su trayectoria con palabras gruesas, de las que no me arrepiento en absoluto. Al fin y al cabo, nadie me paga ni soy experto en Arte. Y, por fortuna, no tengo que explicarlo nunca en clase, donde tendría que comentar algunos lugares comunes en los que para nada creo.

Sin embargo, si lo traigo a colación en este suelto es porque sí leí varias de sus entrevistas en diversos medios de comunicación. De cultura vastísima, su espiritualidad rayaba siempre a un gran nivel.Recuerdo sus palabras dulces y bien templadas, sin excesos, relacionando diversos conceptos de la Historia del Arte con los de la religión y  con los del Pensamiento.  Y siempre aventuré que, a pesar de su perenne salud frágil, habría sido un excelente interlocutor para algunas tardes.

Ese gusto de leer lo que contestó a quienes le entrevistaron es su mayor aportación -involuntaria- a nuestra imposible amistad. Descanse en paz Antoni Tàpies.

lunes, 6 de febrero de 2012

SOLIPSISMO

¿Alguien podría convencerme de que el solipsismo no es la verdadera opción para conocer y conocerse? ¿Alguien podría convencerme de que no es LA única forma?  Si fuera la única, no cabría ninguna explicación convincente, pero si se acabara dando tal explicación, ello no probaría necesariamente que no fuera la correcta, sino que acaso no habríamos penetrado en el fondo de sus secretos.

Todo muy complicado, en esencia. Pero, de momento, sólo puedo contar con mi percepción sensorial y mental para captar y aprehender el mundo. No sé si fiarme de ellas, pero son las únicas de que dispongo. Y no sé si enfadarme o sumirme un rato en la perplejidad.

domingo, 5 de febrero de 2012

RESTOS DEL FIN DE SEMANA



Al acabar la noche, la luz nos muestra lo que sólo horas antes tenía un tinte de marcada irrealidad. Aunque tampoco esto sea cierto del todo (toda situación, incluso la más irreal, es parte de la realidad), es nítida la diferencia de colorido, de posibilidades, de estímulos que la noche encierra con respecto al día, y viceversa.

En la imagen, podemos contemplar restos de una noche cualquiera de cualquier fin de semana de cualquier ciudad. Decir que fue realizada en Toulouse este verano, no añade ni resta nada a su contenido, puesto que los elementos que en ella aparecen son, además, muy internacionales. Dos marcas conocidas, de cerveza y de cigarrillos rubios, que igualmente se podrían haber  captado en Bangkok como en Manhattan o Viena. De las hojas caídas, podemos decir lo mismo, y del banco tampoco haremos comentarios.

Es, pues, una situación habitual, excesivamente manida como para resultar interesante. Sin embargo, la disposición de los elementos acaso nos abra vías de nueva luz. Una botella erguida, otra tumbada. Un paquete de tabaco presumiblemente vacío, mojado por la lluvia, y una colilla bastante apurada. Unas hojas de plátano esparcidas por el banco.

De pronto, la mirada capta lo excepcional en lo común, un orden entre lo que suele asociarse con estos objetos. La línea oblicua baja que conforma el banco y sirve de soporte a todo lo que ha llamado nuestra atención. Las botellas, apuntando cada una a un lado distinto, la superior, erguida, hacia el cielo, con las promesas de elevación que el alcohol susurra al oído de quienes lo ingieren; la inferior, acostada, vaciado ya su líquido promisorio, derrotada su potencial felicidad, parece que cediera el testigo a la colilla que señala su gollete. Cabe pensar que fuera apurada con la ansiedad propia de un encuentro posible; o bien que fue depositada allí con cierto mimo, antes de dar por finalizada la caza nocturna; o incluso, que se dejó ahí con la rapidez que un cabeceo o un guiño cómplice hicieran comprender el éxito de la empresa. Las hojas son testigos mudos. Han muerto acaso prematuramente, pero aún contemplan desde sus restos de vida, la muerte de sus compañeros de banco, un banco que está lleno de objetos dispuestos de un modo que pareciera poco natural, que pareciera compuesto para la ocasión.

En realidad, así fue. El banco estaba vacío, las botellas tiradas al borde del pretil, con la colilla metida en en una de ellas; el paquete, unos metros más allá. La cotidianidad no es tan bella, ni mucho menos. Labor nuestra es, pues, intentar transformarla en lo posible, para que esa vida tan prosaica no nos drogue en exceso con promesas incumplidas y fealdad nada estimulante.

COHERENCIAS


Hace frío y llueve. Es perfecto. Al fin y al cabo, estamos en pleno invierno. ¿Qué esperamos en esta estación, lo que sucedió a comienzos del otoño pasado, que tuvimos un verano real, cuando procedía algo muy distinto?

Me gusta la coherencia. En las personas, en los animales, en la climatología. En los animales es donde más se aprecia. Un animal suele comportarse como se espera de él, incluso habiendo sido transformado por su contacto con el ser humano. Con respecto a las personas, voy aceptando que para referirnos a alguien que lo es mucho, digamos (como mucho) “es poco incoherente”, pues lo habitual es la incoherencia, el desajuste entre lo que pensamos y el modo en que actuamos después. Pero que hasta la climatología presente rasgos inapropiados, imprevisibles y dependientes de variables cada vez menos predecibles, me molesta en gran medida. 

Por eso, también me molestan quienes ansían tener siempre  buen tiempo, en épocas en las que ese “buen tiempo” (concepto también muy relativo, subjetivo y opinable). Cada momento, debería tener su lógica, cada estación, su meteorología. Y cada ser humano, su línea de actuación, lo menos incoherente posible. Así que si ahora hace frío y también llueve, resulta perfecto. Tal vez me haya fastidiado el fin de semana, y la posibilidad de pasear con quien uno más quiere. Pero, en definitiva, hoy es un día coherente que estimula en buena medida el deseo de erradicar mis incoherencias.

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