lunes, 31 de mayo de 2010
domingo, 30 de mayo de 2010
MICRORRELATO
LÁGRIMAS FINALES
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Durante apenas un instante, alzó la vista al cielo. Buscó en su memoria una oración cristiana de sus tiempos mozos. No pudo recordar ninguna. Culebreó por su cuerpo la sensación del llanto, que trató de contener, poseído de una inexplicable vergüenza. Pese al ímprobo esfuerzo por mirar al frente con orgullo, sin un pestañeo, al final dos lágrimas le recorrieron las mejillas. Se derramaron un segundo antes del estampido seco, casi uniforme, de la descarga del pelotón.
Del libro Micrólogos
sábado, 29 de mayo de 2010
viernes, 28 de mayo de 2010
jueves, 27 de mayo de 2010
miércoles, 26 de mayo de 2010
martes, 25 de mayo de 2010
lunes, 24 de mayo de 2010
domingo, 23 de mayo de 2010
MICRORRELATO
OPERACIÓN
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Durante semanas, les oí pronunciar palabras extrañas, inusuales para mí: tumor, laringectomía, radioterapia, convalecencia. Yo les escuchaba con algún desconcierto, viendo sus caras serias, pero sin excesiva preocupación. En esto, llegó el día, y me ingresaron. Todo fue como un sueño largo, profundo y extraño; también muy repetitivo, aunque no recuerdo bien qué imágenes me sobrevinieron una y otra vez. Cuando desperté, todos me miraron muy atentos, y sentí varias manos que me acariciaban a la vez, entre lágrimas que imaginé felices. Repentinamente animado, a pesar del dolor que comenzaba a notar, pude mover ligeramente el rabo. Pero no pude decir nada. Nunca más volví a ladrar.
Del libro Micrólogos
sábado, 22 de mayo de 2010
viernes, 21 de mayo de 2010
jueves, 20 de mayo de 2010
miércoles, 19 de mayo de 2010
martes, 18 de mayo de 2010
lunes, 17 de mayo de 2010
domingo, 16 de mayo de 2010
MICRORRELATO
RELEVO
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Cuando Sancho se despide de su señor, entre lágrimas, alcanza por fin la luz. Entiende que ha de ser él quien prosiga la tarea del hidalgo, prematuramente interrumpida. Esa misma tarde, se prueba sus vestiduras, que cambiarán de dueño pero no de cometido. La loriga, tan vetusta, el abollado espaldar, el sorprendente baci-yelmo, la astillada lanza y la adarga herrumbrosa. Todo le viene grande, o estrecho, mas no le importa. Se siente orgulloso de su destino, que ahora comprende honorable e imperecedero. Cuando al fin se ciñe la larga y oxidada espada, y se mira al espejo, la imagen no le desagrada, y su mente vuela, acariciándole recuerdos que le nublan los ojos en un acceso de nostalgia. Al darse la vuelta, para dirigirse al establo, la cara se le tapa con el improvisado yelmo, que le resbala hacia delante, al tiempo que la hoja de la espada se hace un hueco entre sus piernas, de modo que trastabillando con gran estrépito cae cuan largo es. Cuando se recupera, una sonrisa complacida ilumina su rostro. “En verdad que tamaños comienzos son dignos del mejor caballero que los tiempos vieron. Mi señor podrá descansar en paz. Y a él me encomiendo”.
Del libro Micrólogos
sábado, 15 de mayo de 2010
viernes, 14 de mayo de 2010
jueves, 13 de mayo de 2010
miércoles, 12 de mayo de 2010
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